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Rufus Wainwright: La voz de la excelencia



Jardín de Invierno, Zaragoza. Jueves, 30 de junio del 2022.

Texto y fotografías: Javier Capapé

Anda estos días Rufus Wainwright terminando su gira “Unfollow the Rules” por nuestro país. Acompañado solo de su piano y su guitarra, nos ofrece los últimos coletazos en directo de su fantástico último álbum pop, tras recalar en Glastonbury y antes de presentar en Madrid y Barcelona a finales del mes de julio su más reciente ópera “Hadrian”.

La última y fresca noche de junio, el anfiteatro del Jardín de Invierno de Zaragoza volvió a reunir a un público deseoso de encontrarse con el músico estadounidense. Un público muy respetuoso que no perdió ni por un momento la atención ante este artista prodigioso, que concentró en un repertorio algo ajustado un buen repaso de sus canciones más emblemáticas junto a otras más recientes y alguna sorpresa inesperada. Hubo más momentos íntimos que desatados, pero el autor de “I don’t know what it is” volvió a ganarnos por goleada. Era segunda vez que actuaba en Zaragoza tras su concierto del Teatro Principal hace ahora cinco años, y por eso mismo, al encontrar el escenario ocupado únicamente por un piano de cola, los que ya disfrutamos de su directo entonces pensamos que podría no distar mucho de aquel. Aunque el grueso de sus clásicos interpretados fue similar, incluyó algunas nuevas aportaciones (en su mayoría del citado “Unfollow the Rules”), pero volvió a demostrar que Wainwright no necesita mucho más que su fantástica voz para encandilarnos a todos. Su voz y sus prodigiosas composiciones, que no nos cansamos de recorrer una y otra vez y maravillarnos cada vez que las escuchamos. Siempre convincentes, como su autor, del que no me cansaré de decir que es uno de los más talentosos de los últimos veinticinco años.

Nos cautivó desde su arranque trotón con “Grey Gardens” hasta la maravillosa calidez de “Vibrate”. También nos meció con su guitarra más torpe mientras conducía “Only the people that love” o “Jericho”, todas ellas en una primera parte de concierto más comedida. Pasado este primer tramo, el artista comenzó a mostrarse mucho más abierto en sus discursos, con algo de ironía incluso y mucho, mucho desparpajo. Nos invitó al estreno de su más reciente ópera en nuestro país entonando uno de sus pasajes y se acordó de los treinta años sin Camarón, al que le dedicó unas palabras. Nos volvió a emocionar, como siempre que escuchamos esta obra excelsa, con “The Art Teacher”, aunque en algún momento puntual el repertorio pudiera resentirse, como cuando se atrevió con la exigente “Early morning madness”. Aún así poco se puede objetar en un concierto que recala en canciones eternas como “Poses” o “Gay Messiah”.

En sus múltiples discursos, que introducían casi cada canción, tuvo tiempo para rendir tributo a Judy Garland en el mes en el que se cumplía el centenario de su nacimiento, cantando a capella de una manera sobrecogedora “Over the Rainbow”. Y de nuevo su voz, solo su voz fue suficiente para enmudecer a todos los presentes. Hasta las cigarras nocturnas cantarinas dejaron de oírse mientras las cuerdas vocales de Wainwright entonaba el clásico de “El Mago de Oz”. Algo que ocurrió de forma similar con su versión del “Hallelujah” de Leonard Cohen (si son pocas las versiones que pueden superar a las originales, ésta sería una de ellas) con la que terminó la velada, aunque antes de que este broche final llegara le dio alas al público para ayudarle con “Cigarettes and chocolate milk” o “Going to a town”, convertidos ya en clásicos por derecho propio.

Que Rufus Wainwright es un músico que roza la excelencia no es un secreto, que su público le quiere de veras y disfruta con cada una de sus obras y excentricidades también es un hecho, pero sin duda, son sus canciones lo que le convierten en leyenda viva. Sus grandísimas creaciones, sus riesgos más o menos medidos, su grandilocuencia en unos momentos e intimismo minimalista en otros. Todos ellos conducidos por la majestuosidad de una voz tocada por la varita de la excelencia. Y éste es el poso que dejan sus conciertos, convertidos en singulares veladas de un artista a la altura de la mística.