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Entrevista: Sendoa Bilbao


"El proceso creativo es mi obsesión, estará conmigo en cada cosa que haga."

Por: Kepa Arbizu
Fotografías (1y 4): Federico Romero Galán
Fotografía (2): Sergio Iglesias

Hace pocos días emitía, al amparo de las ondas de Portu Radio, su último programa "La ley fosfórica", un espacio noctámbulo y seductor que se servía de la madrugada para acercarnos la mirada, y la voz, de muy diferentes creadores. Se trataba de uno de los múltiples proyectos de los que ha sido, y es, responsable el inquieto y multifacético Sendoa Bilbao, al que cualquier término que pretenda definirlo resultará insuficiente para englobar sus variadas actividades a un lado y al otro del ámbito cultural.

Aprovechamos el merecido, aunque siempre parcial, descanso tomado por este vasco afincado en Madrid para charlar con él sobre su inmenso currículum y sobre todo las motivaciones, sueños e ilusiones que esconde cada uno de sus incontables proyectos.

Si me permites te definiré como agitador cultural, ya que has tomado parte en múltiples ámbitos y desde diferentes planos dentro de la cultura: músico, creador audiovisual, pinchadiscos, dinamizador, locutor de radio, periodista.... ¿Hay alguno de esos ámbitos que consideras que te representa de forma más plena o todos ellos son partes de ti en la misma medida?

Sendoa Bilbao: Escribir y crear canciones me ha dado una base magnífica para con todos esos planos que comentas. Conocer todas esas fases desde abajo me ha ayudado a comprender al autor y su obra desde dentro. Me es inevitable vivir la escritura y la música intensamente, por eso observo e intento dar luz a lo que me fascina, provocar que otros lo conozcan y lo entiendan. En todos estos planos hay ciertas aptitudes que coinciden, la primera y la más importante es la curiosidad, querer saber más sobre lo que hay detrás de una obra, dar con ello y mostrarlo. Hay un afán de ser un buen anfitrión, crear situaciones, dar paso a lo siguiente con buena letra y música y conectar a gente con gente. Miro los escritos, las canciones, las sesiones musicales, los programas de radio o la experiencia en un bar, como una película en la que poder interceder, acompañar, amenizar momentos y provocar gratas experiencias vitales. Soy feliz poniendo música, la radio me da la vida, me encanta entrevistar y subirme a un escenario y presentar, tocar... 

Todo eso forma parte de lo que soy y de lo que me gustaría seguir haciendo. Tengo a grandes agitadores culturales como referentes, como fue el gran Kike Turmix o más cercanamente, mi amigo Hipólito García Bolo, o la programadora y experta en escena underground, Elena Rosillo. Si sigo así, aprovechando las oportunidades que me van surgiendo para seguir haciendo cosas, imagino que en breve podré considerarme un agitador cultural. 

Esa inquietud cultural que demuestras, ¿ha sido consecuencia de haber nacido y crecido en un entorno en el que estuvo presente desde siempre ese tipo de estímulos o es algo a lo que has ido acercándote de manera autodidacta?

S.B: La música siempre ha estado presente en casa. Sonaba a todas horas, en el coche, en casa y en los bares a los que nos llevaban. Mis tíos y mi aita hacían altavoces y amplificadores y trabajaban creando patches de emisión de radio para emisoras. Hacían guateques en Sestao y colocaban la megafonía en las fiestas del pueblo en Burgos. Mis primos y yo seleccionábamos la música y jugábamos a hacer radio. Desde muy pequeño llamaba por teléfono a los programas de la radio matinal del fin de semana para contar mis historias. En las reuniones familiares hacía mis shows, imitaba a Gurruchaga, hacía playbacks con Elvis o liaba a mis primos para grabar una telenovela. Íbamos al Elai Alai (grupo de danzas) y allí aprendí a tocar txistu, dulzaina y después trompeta y guitarra. Ama y aita, tíos han estado ahí apoyando y estimulando y eso ha ido a más. Cuando empecé a dar conciertos y después a programarlos siempre estaba la familia apoyando en primera fila. Yo nací en el ochenta en la margen izquierda, con mis aitas íbamos a Bilbo, Portu o Sestao y te encontrabas música en todos los lados: conciertos en bares, infinidad de bandas, fanfarrias en la calle y el folclore muy presente. Creo que ese entorno provocó querer formar parte de todo ello.

Pese a nacer en Portugalete te trasladaste hace años a Madrid, ¿todavía es imprescindible ubicarse en las grandes ciudades para empaparse de una amplio abanico cultural o fue otro motivo el que motivó tu traslado a la capital?

S.B: Nací en Cruces, Barakaldo, como la mayoría de nosotros. Soy de Portugalete. Portu vivió una gran efervescencia musical: infinidad grupos de música, salas de ensayos, conciertos y bares musicales. Trabajé en el Estropo, un auténtico estandarte de la música rock en la margen izquierda. También he vivido Bilbao y su escena: Iturribide, Dos de Mayo, el Azkena, el Antzoki, las naves de Zorrozaurre, los conciertos en la Escuela de Abogados, BilboRock. Bizkaia es una de las cunas de la música estatal de hoy. No creo que haya que trasladarse a grandes ciudades, aunque pequeñas ciudades como Portu, Sestao, Santurtzi, cada vez lo tienen más crudo para hacer cosas y el público no siempre se presta, aunque en Bizkaia hay un público muy fiel, culto y con mucha camaradería.

Durante años iba a Madrid en verano, daba un conciertillo y me quedaba callejeando, yendo a bares y conociendo el trajín y su vida cultural. Hace 9 años me ofrecieron un trabajo y me fui a esta gran ciudad. Conocí a mi pareja, María y aquí me he establecido. La oferta cultural en Madrid es inabarcable, casi siempre encuentras lo que buscas y hay gente buscando lo que tú ofreces, en este aspecto siempre hay un roto para un descosido. Cada uno elegimos una zona, un barrio, una sala, un bar y un lugar desde el que mirar la vida. Este es el mío ahora pero el motivo de mi llegada a Madrid es completamente circunstancial.

En la mayoría de tus trabajos como divulgador sueles hacer especial mención al tema del proceso creativo que hay detrás de las obras, sueles interesarte más por el camino y la construcción de la obra que por el propio resultado en sí, ¿qué encuentras de fascinante en ese territorio que tanto te llama la atención?

S.B: Después de escribir un buen montón de canciones, algún guion y relatos, pasé una por una crisis creativa, un vacío. Fue ahí cuando empecé a buscar información sobre la inspiración, citas y libros sobre los procesos creativos. Soy un gran devorador de entrevistas y en ellas, cuando se pregunta por los procesos pocas veces se profundiza. El propio autor muchas veces dice dejarse llevar por corrientes inconscientes, algo incontrolable que fluye como un canal. Es un tema que, aún estando en la rutina del creador, poco se sabe, en ocasiones el resultado es producto del trabajo diario y en otras, la respuesta a un caos de pensamientos, un misticismo, magia. 

Hace 7 años me ofrecieron la oportunidad de hacer un programa en Onda Verde Radio Comunitaria. Así surgió "El Oro de los pobres", un espacio desde el que analizar las formas de creación, lugares y momentos del día en los que surgen las ideas, situaciones, herramientas que dan lugar canciones, poemas, novelas. Durante una hora filosofábamos, buscábamos el momento justo en el que había aparecido la idea, escuchábamos a sus artistas fetiche, leíamos sus libretas... He podido entrevistar ahí a grandes de mis referentes culturales, dar voz a parte del underground madrileño y alrededores y también hacer buenos amigos. Ya hay un montón de periodistas interesándose por el resultado, yo pondré la vista en el camino. Hijo de aquel programa es "La ley fosfórica". El proceso creativo es mi obsesión, estará conmigo en cada cosa que haga.

¿Y ha, o han, existido artistas concretos, sea cual sea su ámbito, que de alguna manera te haya fascinado su obra especialmente como para despertar en ti ese interés por los métodos y todos los procesos que podía haber tras sus creaciones?

S.B: Fue muy especial descubrir los ensayos de Luis Boullosa "El puño y la letra. Creación literaria y Rock&Roll Underground" y "Santos y Francotiradores. Supervivencia, literatura y Rockanroll". Luego pude entrevistarle en el programa y constatar que mirábamos en las mismas grietas. Xisco Rojo tenía obras como "Ruina Montiun", un proceso creativo musicalizado; Wences Lamas ofrecía misas en las que nos empujaba, a través de sus voz y sus mantras, a sacar toda la mierda de nuestros abismos para dar forma una obra creativa. Parte de aquellos rituales fueron radiados desde aquel estudio. En este último tiempo ha sido muy especial para mi hablar sobre estos procesos con músicos como Diego Vasallo o Quique González gracias a mi trabajo para IndyRock Magazine. Estoy volviendo a este tipo de entrevistas en profundidad pero más cortas y dinámicas.

Como ya has comentado una de tus grandes pasiones es la radio, prefiriendo hacer tus programas a la vieja usanza, en una emisora y creando un tipo de espacios con una personalidad propia, ¿cuáles han sido tus referentes en este campo?

S.B: Con mis tíos íbamos a emisoras desde pequeños, la radio sonaba en casa a todas horas. Desde pequeño veía al locutor como una especie de dios que nos hacía llegar sus pensamientos como una voz en off en una película. Siendo muy pequeño me llevaba una banqueta al taller del pueblo y escuchaba programas en los que ficcionaban relatos de  misterio y terror, historias intergálacticas, abduciones y encuentros extraterrestes.

Un maestro fue Zorion Eguileor que conducía el programa "De colores" en el 85 al que yo llamaba cada sábado. Otro gran referente ha sido Roge Blasco con programas como "Doctor Livingstone, supongo", "Levando anclas" o "La casa de la palabra. Un ejemplo total en cuanto a personalidad, ritmo y agudeza.  Otros programas como "Pastel de manzana" de Carmelo Ricacho, "Viaje a los sueños polares" (Los 40 principales), "Plásticos y decibelios" de Julián Ruiz, "La gramola" de Joaquín Guzmán, "El gabinete de curiosidades del Doctor Plusvalías"....

Pero con este último programa "La ley fosfórica", mi referente total es Ángel Álvarez y su "Vuelo 605". Durante una hora con él, despegábamos, hacíamos un viaje y al final del programa terminaba el vuelo del jet, descendía y aterrizaba. Locución, ritmo, cadencia, misterio, canciones crepusculares y un buen guion. Mi realización en "La ley fosfórica" es una forma de homenajear esta radio clásica, el locutor como un conductor al que ceder tu volante durante un trayecto, solo tienes que dejarte llevar y disfrutar del viaje.

¿Esa reivindicación de la radio clásica choca de alguna manera, debido a su propia la naturaleza, con los podcast, que sin quitarles sus grandes aportaciones, pierden quizás esa magia de compartir un momento único con el oyente?

S.B: El mundo de podcast es una revolución, un nuevo paradigma en el entorno audiovisual. Es cierto que han proliferado un montón de programas en los que varios invitados dan información, charlan y debaten. En algunos de estos, muchas veces sin guion y con un sonido poco trabajado, se le da más importancia a crear un contenido, ocupar un tiempo en la atención de un oyente en movimiento. Pero si uno navega y se mueve por las diferentes plataformas de podcast (que cada vez son más) podrá encontrar grandes programas de ficción sonora, radionovelas, radiodocumentales en los que trabajan el sonido ambiente, experimentación sonora, lo recrean y vives una película, te envuelve una atmósfera sonora. En un momento en el que las emisoras parecen abocadas a la extinción la radio resucita en el entorno podcast. Hay un campo precioso en el que sembrar y labrar. Lo que me gustaría es que quienes se muevan en este entorno no obvien lo aprendido durante tantos años de radio.  Creo en el gran poder de la palabra en un buen guion sustentado sobre un colchón sonoro y efectos, todo brilla si después de un punto final comienza la canción. Creo que hay cierta magia cuando juegas con eso, yo estoy en eso.

Recientemente has cerrado una etapa del excelente programa La ley Fosfórica, que como comentábamos tenía una personalidad muy marcada, más allá de simplemente ser un espacio de entrevistas y música, ¿cómo se te ocurrió esa idea?

S.B: Con el confinamiento por la pandemia Covid19,  los bares en los que currábamos cerraron, también las salas y la emisora en la que realizaba "El oro de los pobres" también dejo de emitir. Durante un tiempo apenas escuchaba música, pero como a veces digo, la música se abre camino. Surgió la posibilidad de hacer un programa de radio para emitir en Portu Radio. Yo no me podía mover de Madrid, no sabía cuándo podría volver a la Villa para ver a mis padres. Me parecía bonito que mi familia pudiera encender la radio y escuchar mi voz. Como era un programa pensado para que los escucharan ellos, pensé enseguida en este tipo de programas tan cinematográficos cercanos a la radio clásica. De modo que grababa el programa en un pequeño estudio preparado en mi escritorio y lo enviaba cada semana para ser emitido en Portugalete. Mucha gente de Madrid escuchaba el programa pensando que yo estaba en Portu y los de Portu también pensaban que me había vuelto.

En un principio iban a ser monográficos musicales en torno a estilos, épocas y artistas. Pero poco a poco fue ganando la idea de que el programa fuese temático. Un asunto en cada programa y alrededor la posibilidad de aunar diferentes estilos, épocas, idiomas. Mi idea era lanzar premisas al oyente para escuchar las canciones de otra manera. Abrir el espectro combinando toda la música que escucho. Buscar audios de película pensando en el tema, citas y fragmentos literarios, propias reflexiones... Una buena idea fue pedir audios con los que los compositores me contaban sus procesos y presentaban sus canciones. Así pude contar con grabaciones de músico vascos, estatales e internacionales. 

Cerrada esta época, ¿habrá más Sendoa en alguna de las ondas o de momento no lo has pensado...?

S.B: Necesito ahora un tiempo para llenar la mochila de historias, descubrir nuevas músicas, ir a conciertos, leer, vivir experiencias, estar con mi familia, pasar más rato con mi chica, pasear con Molly. Quiero ahora empezar un descanso sin pensar en una fecha límite porque sé que si hay una fecha en la que volver, me pondré a pensar en el primer programa de vuelta. De la misma manera quiero que si vuelvo sea con todo el tiempo y las ganas, quiero que vuelva a ser especial y que vuelva a salir de las entrañas. También me gustaría encontrar una forma con la que "La ley fosfórica" llegue a más orejas. Sigo pensando y trabajando en ello.

Lo que es seguro es que seguiré haciendo entrevistas en podcast para IndyRock Magazine desde Macanudos, el bar en el que estoy trabajando ahora. Hay también otras ideas y proyectos que combinan radio, voz y video. Ya veremos lo que hacemos.

Como dices ahora mismo estas ejerciendo de dinamizador cultural en el bar Macanudos, ¿cuál es el proyecto que tienes en mente o que aspiras y te gustaría lograr en dicho lugar?

S.B: En Bilbo aprendí  todo movimiento musical tiene que girar alrededor de una buena carta de comida. Hernán Elicabe lleva 6 años en Macanudos programando conciertos y eventos musicales al ritmo de hamburguesas, milanesas y empanadas. Ahora el bar, con todo su concepto inicial, se ha trasladado a un local más grande, alternativo y con posibilidad de albergar conciertos acústicos, entrevistas, charlas y otros eventos. Está situado en Ave María, Lavapiés, una de las calles más musicales de Madrid, cerca de la taberna Olivia, La Aguja o la tienda de discos Bajo el Volcán. 

Mi idea es que la selección musical sea inmejorable. Siempre pienso que hay canciones y autores que no suenan en los bares aunque su música haya sido hecho para sonorizas barras y copas. Tom Waits, Marianne Faithfull, John Prine, Shane MacGowan, Gillian Welch, Slits o Robert Gordon, por decir un ejemplo, pero también Anari, Petti, Broke Lord, Ruper Ordorika, Pájaro, Diego Vasallo, Melange, Espiritus, Nat Simons, Lapido, Biznaga, Hendrik Rover o Rafa Berrio. 

Las entrevistas, que antes hacía por teléfono o en el estudio, las estoy haciendo vía podcast desde una de las mesas de Macanudos. Estamos programando una serie de conciertos acústicos denominados "Ciudad de gatos": presento al artista, realizo una entrevista breve frente al público y el músico ofrece un concierto de media hora. Para septiembre estamos elaborando charlas con público, como por ejemplo, sobre el (mal) estado del periodismo musical. También tenemos planeados un par de ideas de programas en directo con público. Mi idea es que Macanudos sea un foco cultural , un lugar en el que suceden cosas pero también una casa para recibir a músicos y melómanos que pasen por Madrid. 

Ya que sacas a colación esa precariedad del periodismo, que supungo que por tu carácter multifacético lo vivirás de primera mano, ¿cómo lo valoras tú, es una cuestión monetaria únicamente? ¿Es algo pasajero o estructural?

S.B: Todo este esfuerzo por mover actividades culturales lo he realizado siempre desde una mirada underground. Algo fuera de las corrientes institucionales. Durante estos últimos años todo ha sido más duro porque tanto salas, como emisoras, librerías, bibliotecas y ahora bares con actividad cultural ejercen su actividad desde la resistencia. El manto oscuro del underground se ha trasladado a otros sectores. Lo ves también en las emisoras que antes eran reinas y ahora difícilmente sobreviven, revistas y periódicos sustentados por un puñado de malos redactores. 

Creo que nosotros mismos hemos ayudado a universalizar el periodismo, la crítica cultural y otros tipos de tótems culturales. Las redes sociales nos han dado voz a todos. Nos ha ayudado a encontrar y a conectar con un público ansioso por consumir pero en el camino hemos perdido gusto, elaboración, destreza y cariño. Quizá todo forme parte de un trasbase, quizá podamos encontrar aún el punto medio. La publicidad tal y como la conocíamos ha desaparecido o se ha transformado, ya no da para pagar un medio. En cambio nos hemos acostumbrado a pagar a plataformas audiovisuales y musicales cuando antes pirateábamos todo lo que podíamos. Los melómanos están comprando vinilos, no se llenan las salas pero la gente acude en masa a los festivales. Las plataformas de pago de podcast cada vez son más habituales. Los crowfoundins funcionan, los cursos por streaming también. Creo que estamos viviendo una transformación total que en muchos aspectos supondrá un borrado de lo anterior. En esta vuelta después del encierro muchos nos hemos dado cuenta del derroche de emoción que se da en los actos en directo con la música en vivo. La necesaria adrenalina después de un concierto. Seguiremos peleando desde los más pequeños movimientos para que todo eso siga siendo importante.

Has vivido y trabajado mucho la noche en bares relacionados con el rock y el arte en general, ¿qué cosas imprescindibles has aprendido en ese entorno y por el contrario qué cosas te has encontrado que te gustaría borrar de ese particular territorio?

S.B: Lo que he aprendido con el tiempo es que un barman es la cabeza visible del bar, el presentador de un show; para ello, en mi caso, tengo que cuidar mi imagen, trabajar el carácter, cuidar las formas, sonreír más veces de las que quisiera y, desde la humildad pero sin perder estilo ni personalidad, hacer que el cliente se sienta especial, hacerle sentir que forma parte del lugar en el que está. En cuanto a la música mi maestro Juan Fran, dueño del Tercer Tiempo, lo que luego sería el Horacio, me decía que nunca hiciera caso de las peticiones musicales pero que si te pedían algo encontrases otra cosa que les gustase y que les sorprendiera. El que pide una canción realmente quiere descubrir nueva música para poderla pedir la siguiente vez, y la próxima tú le vuelves a sorprender. También me enseñó a ir dos capas más abajo que las canciones hit, navegar entre los tracks menos conocidos. Decía "seguro que esta canción de Aretha ya está sonando ahora en algún otro bar de Madrid, pero pon un tema de su prima, esa que nadie se espera".

Hay pocas cosas malas que me gustaría borrar, quizá aquellas veces que he podido perder el control o que me he pasado de rosca. He pasado muchas horas solo tras la barra de un bar, no es tarea fácil mantenerse sobrio. Jugamos con material peligroso e inflamable, pero de todo eso se aprende. Debemos entender que el que tiene que beber es el que está al otro lado y que en un bar siempre pueden surgir complicaciones y hay que estar atento, despierto y hábil. 

Quizá a quien me gustaría borrar es a esos que entran en un bar pensando que tú estás a su servicio, a aquellos que se sienten superiores frente a un camarero, a esa gente que no se da cuenta que han entrado en un lugar que tiene principios claros, una casa en la que no se van a permitir bajezas ni vejaciones, faltas de respeto o actitudes vulgares hacia otros y otras.

Trabajar en bares nocturnos hace que vivas al ritmo contrario que el resto del mundo. En algunos bares donde he trabajado no se han respetado los convenios, bases de cotización, horas extras, festivos, etc. Es un sector que obviamente hace un servicio necesario y útil para la sociedad pero pocas veces es respetado (incluso por los propios gerentes) siendo uno de los eslabones más vilipendiados.

Y a pesar de la inestabilidad que produce este tipo de actividades y la dificultad de vivir de todo ello, ¿cambiarías esta forma de vida por un trabajo de horario fijo y sueldo seguro?

Me encantaría decirte que la alegría que produce elaborar actividades culturales compensa vivir inestable, pero no es así. Aunque siempre intentaré moverme en estos entornos musicales también hay que hacer lo posible para dar valor a lo que hacemos, conseguir un sueldo y derechos laborales dignos y por supuesto un horario fijo y seguro. 

Ojalá llevar un bar fuera un trabajo estable, ojalá escribir nos diera para vivir, ojalá locutor fuera el oficio del mañana, ojalá el trabajo realizado para "La ley fosfórica" fuera remunerado. Es importante darse cuenta de que la música es importante en tu vida pero es necesario que todo se establezca sobre pilares económicos sustentables. Entre otras cosas, para poder gastarlo en cultura, para moverte por otros bares y para disfrutar con los amigos y familia fuera del entorno de trabajo. 

Este oficio inestable (el de la radio) me ha dado la alegría de saber que soy capaz de hacer un programa de mucha calidad, la emoción de contactar y conocer a ídolos y referente, y que a gente con gusto le gustase el programa. Me quedo con eso.