Jardín Botánico del campus de la Universidad Complutense, 27 de junio de 2022.
Por: Guillermo García Domingo
Fotografías: Juanma del Río
Con dos años de retraso Wilco se presentó en la ciudad universitaria. Ha pasado “a long time”, confesó su líder, Jeff Tweedy, en el ecuador del concierto. La tormenta silenciosa que barrió el mundo también se llevó por delante su disco “Ode to Joy”, cuyo título invita a pensar en un homenaje a la exaltación romántica, aunque el aspecto de Tweedy y su capacidad torrencial para componer recuerden más a Walt Whitman. Con todas las canciones que se le han ocurrido a este genio podría remedarse otra versión (siglo XXI) de “Hojas de hierba”, el gran poema del bardo norteamericano. Cuando se suspendió la gira en la que iban a sacar brillo en directo al esplendor de aquel disco dimos por hecho que ya no escucharíamos en un concierto “Everyone Hides”, “Hold Me Anyway” o “Love is Everywhere”. En este intervalo, Wilco ha grabado “Cruel Country”, un disco pródigo en canciones, que nos ofreció hace unas semanas, y cuya apariencia apacible resulta engañosa como ya desveló Kepa Arbizu en la crítica de este disco publicada en El Giradiscos.
La gira española (en ningún país europeo han visitado tantas ciudades como en el nuestro) dio comienzo hace diez días con el grave contratiempo de la ausencia del virtuoso guitarrista solista de la banda, Nels Cline. Así que Wilco tuvo que improvisar, de lo cual se alegrarían aquellos que, en los mentideros musicales han achacado a Wilco, con notable atrevimiento, su afán insufrible por ajustar y perfeccionar hasta el extremo sus actuaciones. Ya nos gustaría a todos adolecer de este bendito defecto. Por lo que he podido leer y averiguar la banda ha superado con éxito la prueba en las otras fechas españolas, después de invitar a Pat Sansone a tener más protagonismo y hacer un reajuste en su repertorio que dio cabida a algunas gratas sorpresas como la vibrante “I´m a Wheel” de antaño, “Sunken Treasure”, o “You and I” que ayer, en cambio, no pudimos escuchar. No obstante, Wilco está sobrado de buenas canciones, tantas como el número de ventanas que tiene el edificio que se elevaba la noche del lunes detrás del escenario de su actuación en las Noches del Botánico.
El escenario, situado en el centro del discreto vergel del Jardín Botánico Alfonso XIII, se apreciaba pequeño en comparación al imponente edificio de la Facultad de CC. Geológicas, que es el más alto del campus universitario, con trece plantas de altura. Hace muchos años realicé en sus aulas los exámenes de selectividad, por los que merecí un honroso notable, ayer Wilco, en cambio, obtuvo un rotundo sobresaliente, entre otras cosas porque, cuando nadie lo esperaba, Nels Cline (y sus guitarras) reaparecieron.
La aparición puntual del guitarrista (seguido del resto del grupo) en el escenario, después de la interesante propuesta de La Tremendita, fue recibida con los más entusiastas aplausos de los seguidores de Wilco, que respiraron aliviados. Todos los presentes nos imaginamos entonces que, habida cuenta de la irrupción de Cline, la banda iba a “contratar” una generosa ampliación de la corriente eléctrica. La primera canción lo corroboró porque no fue otra que “Shot in the Arm”, con la que Tweedy y compañía declaraban que iban a introducir en nuestras venas “algo más sangriento que la sangre”. Con esta cruda, salvaje canción, diría yo, Tweedy pretendió ahuyentar sus demonios, señalándolos sin reparo. Hoy da la impresión de que estos ni se le acercan. Ha dejado de ser el “gnomo atormentado” y gruñón que describió Diego A. Manrique. Ayer se asemejaba a un sabio oriental, orondo y feliz, pero con sombrero vaquero. Motivos no le faltan para estar satisfecho, porque menuda banda lidera. La siguiente canción, bella hasta decir basta, “Story to tell”, de la última entrega, nos daba pistas del patrón al que se iba a ceñir su actuación, alternar canciones de sus discos anteriores con las canciones del más reciente.
Nada que ver con las insinuaciones de que la gira serviría para rendir tributo a “Yankee Hotel Foxtrot”, el monumental LP que publicaron a duras penas en 2002, es decir, hace 20 años. En realidad, en el concierto del lunes, interpretaron canciones de 9 discos distintos. Por supuesto que recrearon cortes de ese legendario disco, habría que estar loco para no brindar al público canciones tan excelsas, sin ir más lejos la que vino después, “I Am Trying to Break Your Heart”. Si el “Yankee” se elevó sobre el ambiente de pesadilla que asolaba las ruinas de las Torres Gemelas, este último disco cierra el arco de la turbulenta historia estadounidense de las dos primeras décadas de este siglo, que va de los terroristas que venían de lejos a los enemigos internos que asaltan el Capitolio. “Cruel Country” no solo hace referencia al género musical nacido en Norteamérica y que ellos dignifican con su música, sino a la situación desoladora en la que se encuentra su país. Tweedy con su formidable concisión lo dice todo en el tema “Cruel Country”: “Amo a mi país, /Como un pequeño crío, / Rojo, blanco, y azul/ Amo a mi país/ Estúpido y cruel”. Este tema sonó entre “I Am My Mother” y “Hints”. Hay una costumbre irritante en muchos conciertos, es la añoranza por un supuesto pasado mejor de la que hacen gala algunos asistentes a conciertos. Un tipo despistado metió la pata y tuvo que ser llamado al orden. Wilco es cosa seria. En “Hints”, delicadísima, se hizo notar Nels Cline, apostillando la voz susurrante de Tweedy con un elegante punteo. Cline es así, tan pronto te “mata suavemente” en palabras del clásico del soul, como se transforma a continuación en un poseso en trance al agitar “Handshake drugs”, que según he podido cotejar, no interpretaron en ninguno de los conciertos precedentes. Después de volver a acunarnos con “If I Ever Was a Child”, ocurrió otro acontecimiento que nadie esperaba, y es que, al final, sí que íbamos a disfrutar en vivo de uno de los temas del que la suspensión nos privó. “Love is Everywhere” demostró ser en directo tan hermosa como la canción que grabaron en el estudio.
“War on war” nos hizo vibrar, y caímos en la cuenta de que la banda estaba ya afinadísima, a punto. Algo se notaba en el ambiente, los seis tipos del escenario lo habían vuelto hacer, lo excepcional es algo corriente para Wilco. La prolongación instrumental de “Bird Without A Tail / Base Of My Skull” resultó ser un duelo que se dirimía entre Cline, Mikael Jorgensen y la batería bestial de Kotche y nos dejó con la boca abierta. Del disco más reciente quedaban por escuchar todavía “Hearts Hard to Find”, “A Lifetime to Find”, “All Across the World” y “Falling Apart”. La reivindicación que el grupo hizo de ellas en vivo justifica que los que decidieron mirar para otro lado al oír hablar de un aburrido disco de country, aunque sea de Wilco, se lo piensen mejor. No ninguneen este disco, por favor, desde luego ellos no lo hicieron. Si no me equivoco, repasaron al menos 9 canciones incluidas en él.
Nels Cline podía haberse quedado en casa y reponerse del todo, a fin de cuentas, como dijo en el comunicado en el que anunciaba su contagio, es alguien “senior”, pero viajó varios miles de kilómetros para tocar “Impossible Germany”. Ocho minutos de belleza rockera salidos del mástil de la guitarra de este tipo que tiene el aspecto de un anodino bibliotecario de una ciudad del Medio Oeste. Las apariencias engañan, es de Los Ángeles y es un “guitar hero”. ¿Qué habría pasado si no hubiera venido?
Para la siguiente canción Tweedy se sumó al festival de las guitarras para tocar la inconmensurable “At Least That's What You Said”. Al ritmo que marcaban los platillos del batería, las guitarras causaban estragos entre todos nosotros. Ya nos habíamos rendido y eso que quedaba por escuchar una versión de “Via Chicago” que te invitaba a todo menos a regresar a casa, como dice la canción. Queríamos quedarnos a vivir allí o en su defecto morir allí mismo. No es grandilocuencia, es Wilco. Después de “Heavy Metal Drummer”, no se limitaron a cumplir con la obligación de acompañar al público mientras cantaba “Jesus, etc”, sino que hicieron una propuesta menos desnuda y acústica de lo habitual que sonó de maravilla. No pudieron eludir “California Stars”, y, sin embargo, el frente de las guitarras la afrontó como si fuera la última canción de su vida. Por algo es una canción perfecta. Con la misma actitud irreprochable, Tweedy desgañitándose, se liaron a guitarrazos para desatar la apoteosis de “Monday” y “Outtasite (Outta Mind)”, del disco “Being There”, de 1996, nada más y nada menos. El eco de estas últimas salvas de artillería que lanzó la banda me hizo recordar que sobre Madrid se cierne la sombra de la OTAN. No necesitamos organizaciones militares y mucho menos a tiranos militaristas como Putin, nos hace falta la música de Wilco, artistas como ellos hacen que merezca la pena vivir en este desdichado mundo.