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Entrevista: Amaia Santana


Nos tenemos que olvidar del futuro y vivir del presente” 

Por: Javier González
Fotografías: Jon Goikouria

Poco se ha escrito sobre la emotividad que supone compartir trinchera. Ese espacio donde las balas enemigas no dejan de pasar cerca, en el que se malvive y en muchos casos se muere, con la particularidad de hacerlo rodeado de otros románticos que piensan y viven en circunstancias muy similares a las de uno mismo. 

Ese fue el sentimiento que me invadió al leer “Les Mamarraches”, una recopilación de experiencias personales, capaces de cobrar vida de forma figurada en estas páginas que suponen la segunda obra de la periodista cultural Amaia Santana; un recorrido por sentimientos y situaciones rocambolescas, puro siglo XXI, donde emerge la tenaz resistencia de un conjunto de “pobres diablos” ante situaciones esperpénticas que pondrán a prueba su valía, en el marco de una obra que se desliza entre lo hilarante y lo patético, pero sobre todo regala dosis de absoluta empatía al sentirnos una más de esas pobres hormigas enfrascadas en la ardua tarea de la lucha por la supervivencia. 

Descolgamos el teléfono para charlar con Amaia, experta funambulista del ámbito musical, miembro ilustre de estas humildes páginas cuando sus múltiples qué haceres se lo permiten, y ahora metida en fregados literarios que resuelve con absoluto éxito, constante crítica y una sonrisa de medio lado que a buen seguro hará extensible a todo aquella persona que decida regalar hora y media a la lucha contra “Les Mamarraches”. 

¿Cómo vas con el ejercicio de supervivencia? 

Amaia: ¿Cuándo no lo ha sido? En estos momentos todo se hace bastante cuesta arriba. Hay que mantener una actitud punk, aunque sea de huida hacia adelante, porque la otra opción es hundirse sin visos de tocar fondo. Ando con humor, pese a que sea negrísimo, y recalculando ruta que se suele decir. 

¿De qué manera surgió “Les Mamarraches”? 

Amaia: La verdad es que se remonta bastante tiempo atrás, la primera parte bebe de un diario de frustraciones que comencé a escribir nada más licenciarme en periodismo, allá por 2008, e ingresar en las abultadas listas del paro. Son ideas de los primeros encuentros, dinámicas de trabajo y entrevistas donde comencé a atisbar la dura realidad. Me inspiro en ese diario “proto-mamarraches”, aunque apenas son unas pinceladas, el resto es fruto del destino. Un buen día dije tengo que escribir sobre esto, decidí parar la maquinaria y escribir sobre ello. Esto fue alrededor de 2018, tras una pandemia las cifras me bailan completamente y salió en Diciembre del año pasado. Esa es la cronología de los hechos. 

Te ha salido una obra cómica, sórdida y con una especia de realismo mágico de tintes goyescos que engancha. 

Amaia: Es lo más bonito que me han dicho del libro. Muchas gracias. Si se podía mejorar lo de realismo mágico que es un piropazo, los tintes goyescos le dan esa negrura y aspecto barroco que tanto me gusta. Me alegra tu definición, te la agradezco de corazón. Era parte de mi intención. Parece una parodia y hay mucho humor negro, pero yendo más allá de lo absurdo, trato temas profundos y complejos. No todo el mundo lo ve así, pero me gusta que me digas que te has reído mucho leyendo. Sobre todo pensando en otros lectores, entre las que está mi pobre madre, que me piden escribir sobre algo más alegre, algunas personas se quedan solo con la parte de denuncia y las partes más feas de temas de enjundia y que más pueden entristecer. Quería exorcizarme de todo eso, tomarlo con humor, hacer de tripas corazón, jugar con los personajes y reírnos de lo que nos pasa. Creo que poco más podemos hacer. 

Otra de las grandes virtudes es que los personajes son tan identificables como fácil resulta sentir empatía hacia ellos, algo que es un éxito en sí mismo. 

Amaia: Al final todo está inventado, quiero decir que solamente hay que mirar a tu alrededor. No hace falta inventar personajes de cero. Simplemente con observarte a ti misma y a la gente que tienes alrededor lo tienes. Aquello de que la realidad supera la ficción es así. Las situaciones hilarantes y surrealistas están basadas en lo real, con aderezos y tintes goyescos. La idea era escribir para mí y también para mi gente. Es una manera de conectar y hacer equipo. Ahora, en esta parte de la entrevista, me voy a poner estupenda dando consejos… en una sociedad individualista es importante mirar alrededor y darnos cuenta que estamos en la misma trinchera. A veces no nos hemos visto antes porque no levantamos la vista del móvil, quizás, o de nuestro ombligo. Soy la primera que me ahogo en el drama. Quería que fueran personajes con los que nos pudiéramos identificar, todos tenemos algo de cada pobre diablo. 

Es una de esos libros que son puro siglo XXI en su denuncia, donde queda más que claro ese patetismo que nos ha calado hasta entumecer. 

Amaia: Al final hacer la caricatura es fácil para entablar una complicidad y también para que la lectura sea más ligera. Es mi manera de acercarme sin hacer un análisis de las causas de nuestra soledad. Es la forma en que sé hacerlo. La forma de escribir ha sido muy visceral, no sé si siglo XXI, pero sí es fruto de mi tiempo y de mis circunstancias. Larga vida al patetismo. 

¿Hasta qué punto Wendy Pelayo se funde con Amaia Santana? 

Amaia: Al final Wendy Pelayo es un alter ego en el que me puedo sentir cómoda en ese patetismo y denunciar sin filtro, decir todo lo que pienso y que igual Amaia Santana no se atreve a poner en un tweet. Wendy Pelayo tendrá que morir y creo que en Madrid me la están matando. Está bien, el personaje nace y muere. Es una forma de poner distancia. Hay mucho de mí en ella, también en los pobres diables. Espero que no en los mamarraches. Todos ellos son yo en aquel momento. Me puedo identificar más con algunos que otros, la accionista mayor es Wendy Pelayo, pero en algún momento de nuestra vida todos hemos sido el freak incomprendido, la señora mayor o el calzonazos. Todas las sombras y matices los podemos tener. Las franquezas y virtudes, honradez y camaradería. No son unos completos perdedores, también son entrañables. 

También valoro esa carga políticamente incorrecta con la que lo has barnizado, me resultaba totalmente inesperada. 

Amaia: Pasado un tiempo te entran dudas sobre si ahora haría las mismas reflexiones de algunas cosas. No me estoy justificando. Me hago cargo de lo que se dice. Pero uno reflexiona y cambia la perspectiva. En el momento en que escribí estaba enfadada, había mucha mala leche. En este tiempo me he tenido que reconciliar y aceptar cosas. Puedo entender a la Wendy Pelayo que decía eso, estaba muy enfadada, viendo que todo era un timo y una farsa. Reivindicaba el derecho a la pataleta y a hacer algo divertido con trasfondo de pataleta.
 
De toda la lectura me quedo con dos cuestiones, una es la esperanza que sobrevive en los pobres diablos y en el hecho de sacralizar el ocio en una época en que el objetivo de tanta gente es ser súper productivos.

Amaia: Sin duda, son la esperanza de la humanidad. A mí me ha dado mucha esperanza haberlo escrito. Es una forma de reivindicar los valores y principios de los perdedores. Todo eso que nos han vendido y no se cumple, quien tenga estos principios no puede tener otros. Tengo claro que no vamos a ganar al sistema, pero siempre podremos resistir. Siempre se puede hacer algo. Me gustaría que hubiera un halo de esperanza. No vamos a caer en las garras de “Les Mamarraches”, ni vamos a morir todos. Mantendremos la esperanza, aunque nos lo pongan difícil. Es una lucha más que esperanza. Es un espíritu de guerrilla y de hacer pequeñas cosas. Ser conscientes de por qué nos sentimos culpables si no estamos haciendo nada. Vuelve la competición de planes cuadrados, de gente súperocupada. Estamos en la misma trinchera, perdón por el término bélico, quizás ahora no sea adecuado. No es sano hacia donde vamos. Estamos haciendo el trabajo sucio al capitalismo. Todos nos ponemos las barreras y la presión. Reivindico la necesidad vital e imperiosa de sacralizar el ocio. No entrar al trapo de la locura de las redes. Hay que parar un poco. 

El libro viene acompañado de un maravillo disco. ¿Cómo conseguiste las licencias de semejantes temazos? 

Amaia: Es un trabajo de mi editor, Paco Espinola, de “Allanamiento de mirada”. Tiene experiencia en editar libro-discos y sabe bastante sobre el tema de los derechos, todo lo llevo él. De hecho, fue idea de suya. La música está muy presente en mi vida, pero no pensé que se llegara a publicar como novela y menos incluir un disco como acompañamiento. Me propuso editarlo con banda sonora y le pregunté por los derechos. Hay gente como Mozart, Iggy Pop y Dusty Springfield. No puedo estar más satisfecha. Lo del musical es fake, una parodia, pero es un guiño más al humor, ya que de musical tiene poco. Servirá para mostrar lo que me influenciaba en aquel momento. 

Amaia, te mueves a caballo entre el mundillo musical y escribir en medios de comunicación, revistas y webs sobre música. ¿Dónde te sientes más cómoda? 

Amaia: Idealmente lo que me encanta el periodismo musical. En realidad, mi época trabajando en la industria musical es posterior. También me gusta ejercer como literata, pero veo utópico vivir de ello. Me gustaría seguir escribiendo y hacerlo sobre música. Estaría bien vivir de ello, una vida semidigna, sin morir en el intento, ni tener que estar a mil cosas. El tema de la industria musical es muy turbio. Da para una segunda parte de la obra. Sabemos que todos esos sectores andan heridos de muerte y que sobrevivir exclusivamente de ellos es utópico. 

Por curiosidad, actualmente, ¿dónde trabajas? 

Amaia: Estoy con Capsula que mantienen mi mito de rockstar. También en Ayuken, llevando su comunicación digital. Luego colaboro en Ruta 66, Mondosonoro…y El Giradiscos. Tengo el podcast en Orpheo. Estoy en la ETB… Soy Troy McClure y no tengo un duro. No da. Una quiere vivir bien y no da. Con los precios que tenemos de gasolina y de todo, no da. Me da felicidad hacer lo que hago. Las cuentas no salen del todo bien. Estamos en esa lucha. Nadie dijo que fuera fácil. Mientras haya arroz…sobreviviré. 

A una punk de sarcasmo afilado no sé si preguntarle por el futuro. 

Amaia: Nos tenemos que olvidar del futuro y vivir del presente, así vislumbraremos el futuro. Hace poco me leí “Futurofobia”, de Héctor García Barnés, lo recomiendo encarecidamente. Es el ensayo de nuestra generación. Es muy fácil caer en el cinismo o perder la esperanza. Quizás lo que tenemos que hacer para construir un futuro sea parar hoy, ver qué queremos y llegar al mañana. Es fácil ahogarte en tus frentes de hoy. Somos cortoplacistas. Y a la vez me contradigo, es complicado hacer planes pensando a unos meses vista. Antes una pandemia lo impedía, ahora tenemos una guerra. Es complicado, pero claro que va a haber futuro y será precioso.