Por: Javier González
Dos ambientes muy distintos son los que encierra este “Royal Cantina”, dos caras de la misma moneda, fruto de multitud de ideas y las ganas de hacer frente a una época donde todo lo que conocimos fue negado, trayendo consigo esta personal rebelión de Santero y Los Muchachos ante un panorama negro en el que la mejor solución vuelve a ser su rock reposado.
Cerraron los bares, prohibieron nuestros abrazos y las noches de rock and roll en vivo durmieron un desesperante letargo, ante tal panorama ha salido un largo, bien diferenciado. De un lado un trabajo de sonido guitarrero de amplias miras, y del otro un ejercicio de estilo con unas maquetas mejoradas y desnudas donde las brumas etílicas y el desenfado brillan en absoluta libertad.
Descolgamos el teléfono para charlar con Miguel Ángel Escrivá, orgulloso por el nuevo material facturado, se somete a nuestro cuestionario, en lo que es una charla que no hace sino demostrar que Santero y Los Muchachos, escalón a escalón, se han convertido una de las grandes realidades del rock and roll con sello hispánico.
¿Cómo va todo?
Miguel: Pues vivos que no es poco, vivos e ilusionados. Tenemos un disco doble entre manos para terminar de declarar que estamos con ganas, ilusiones, llenos de ideas y pletóricos. Cuando sacas un trabajo estás a tope, las realidades vienen después. Nos pillas en un momento donde todas las incógnitas están servidas.
Vaya momento habéis escogido para sacar nuevo disco y vaya apuesta hacerlo doble. ¿Con dos narices o sin pensarlo ni un segundo?
Miguel: Sin pensarlo, sin pensarlo. Es un hecho del que estamos siendo más conscientes a través de la promo porque la gente nos pregunta. Este es un momento donde la gente saca singles y funciona de otra manera. No lo habíamos pensado. Al tratarse de una banda tan autogestionada, independiente y que vamos tan a la nuestra, es lo que ha pasado. La primera parte lo sacamos en Julio, cuando nadie sacas discos, no hay actividad promocional, no la queríamos. Queríamos entretener a nuestra gente con las canciones, hasta completar la obra, piensa que es ahora cuando hemos hecho la edición física.
¿A qué responde el hecho de que este “Royal Cantina” contenga tantas canciones?
Miguel: La idea era hacer un disco al uso con un extra, con un añadido de cortes que fueran algo más que una demo y menos que una grabación profesional. Un vertido de canciones sin intención, con espíritu de bar y copas de fondo. Queríamos que tuviera austeridad, a veces las pretensiones profesionales hacen que se pierda el espíritu inicial de las maquetas. Sabíamos que de hacer eso, algunas canciones iban a quedar de manera antinatural. Decidimos hacer el añadido llamado “Cantina”, pero también tuvo que ver que veíamos que no era el momento de sacar el disco principal, no íbamos a poder presentarlo por la pandemia. No tenía sentido. Decidimos darle empaque al extra y completarlo con “Royal”. Había muchas ideas. No todas las canciones de “Cantina” tenían sentido en eléctrico.
¿Debemos interpretarlo como haber llegado a ese momento culmen en la trayectoria de una banda?
Miguel: Dicen que el tercer disco es importante como consagración, para nosotros lo han sido todos. Nos lo tomamos siempre como que cada disco refleja el mejor momento posible de la banda. “Ventura” era más íntimo y más pequeño, “Rioflorido” lo musculamos más por la grabación. Este es producto de echar de menos a los bares y al público, es una muestra de versatilidad compositiva, son muchos temas. Benjamín Prado decía en “La Ventana” días atrás que no era un disco sino un catálogo que te muestra todas las influencias e intenciones de la banda.
¿Podemos definirlo por un recorrido de sangre caliente hispánica por varias décadas y varios estados de Estados Unidos?
Miguel: También como paseo por varios estados anímicos. Es la intención. Bebemos musicalmente y melódicamente de esas fuentes, pero nuestro idioma es el castellano. Las letras terminan de colocarnos en nuestro sitio y de hacer que no queramos aparentar estar en otra cultura que no es la nuestra. Ahí radica el equilibrio.
Vaya puñetero temazo habéis grabado con “Sálvame de Mí”.
Miguel: Estamos de acuerdo, la verdad. No es mía solo, parte de la autoría es de mi hermano que llegó con los primeros acordes. Es un buen disparo, la verdad.
Me ha matado esa frase que dice: “Malditos Zigarros, a todo que sí y no están aquí, se largaron”
Miguel: Cuando la escribí no sabíamos cómo se lo tomarían. Pensé que era una letra común en ambas bandas, que dice algo de distintas formas. No fue difícil homenajearles. Le mandé la demo a Ovidi, más que nada porque les mencionas y nunca se sabe hasta dónde llega el humor de la gente. Le encantó. Nos parece genial que estén formando parte de la canción. Ahí han quedado.
En “¿Quién Da Más?” vuelven a resonar esas guitarras de rock americano que también coloreaban “Rioflorido”.
Miguel: Lo curioso es que este tema lo tenía ya hace diez años cuando grabamos “Ventura”. Entre todos vimos que quizás por la onda que tenía aquel disco era mejor no meterlo. En “Rioflorido” ocurrió algo similar. Esta vez ha tenido su momento. Tiene su intención, la guitarra de doce cuerdas, que aparece en otros discos y aquí vuelve a tener su momento. Estamos contentos porque ha quedado un medio tiempo potente.
Habéis escrito un tema realmente emocionante sobre el pasar de la vida y las personas, “Piel Lagarto”. ¿Cuánto de adentro hay que mirarse y cuánto de difícil es?
Miguel: Para mí es sencillo porque es sincero. Lo más complicado sería meterme en la piel de otra persona. No quita que tenga sus dificultades para terminar de explicarme bien. Es otro tema que tengo de hace tiempo, pero melódicamente me parecía blando, el resto de la banda me animó a darle forma entre todos. Se ha hecho menos pop. Me he sentido cómodo y terminé las frases que restaban, ahora con la madurez y haber escrito más discos, encontré un camino donde planteo este tipo de cuestiones con serenidad y convicción. Habla de los cambios y de las dudas, de si uno cambia o no. Ese tipo de juegos me interesa.
Antes hemos dichos que los aromas y la producción del segundo disco es distinta, más desnuda, desinhibida y folk.
Miguel: Totalmente. Toda la razón. Era la intención, la austeridad y la crudeza. Mas de directo. Canciones desnudas y casi con botellas de fondo. No metimos las botellas, nos la bebimos. Sacar “Cantina” te da las licencias adecuadas para hacer algo sin presiones. A nivel técnico no se ha buscado el sonido más grande, hay fallos de ejecución, nos gustaba así. En “Carretera de El Saler” se cuelan sonidos de la calle…
Justo iba a hablar de esa canción, “Carretera de El Saler”, por esos detalles tan cercanos a la banda.
Miguel: Nosotros somo de Valencia ciudad, pero íbamos mucho a El Perelló. Es una carretera muy de fiesta, cercana a Valencia, está a ocho minutos en coche. Me gustó homenajearla. No es un relato verdadero, pero es muy fiel todo lo que menciono. Había que mirar cerca para darle el toque folk, no íbamos a hablar de una carretera perdida de Estados Unidos. Tenemos un hermano pequeño que nos decía que no hacía canciones sobre Valencia. Ha trascendido para gente que no es de aquí. En Zaragoza la pidieron dos veces y en Bilbao también. Lo importante es la historia. Mi intención era localizarlo en una época concreta, había una en que nosotros con nuestras guitarras adenlatábamos a unos bakalas. Al final la dejamos donde está. Quién sabe si habrá una segunda parte.
Siempre he pensado que el mejor rock and roll no siempre es el más cañero, ni el que tiene la estética más potente. ¿Creéis que Santero y Los Muchachos es un claro ejemplo de ello?
Miguel: Los Panchos que hacían boleros creo que eran los tipos más duro del panorama musical: andar con armas, destrozar hoteles, etc… tras una melodía o una canción, nunca sabes quién está. La música es una cosa y las actitudes son otras.
¿A quién se le ocurrió esa expresión tan hispana de “Rock reposado”?
Miguel: Venía de tocar en La Pulquería, otro proyecto muy distinto, así que cuando enviaba las demos para gente de la industria, viniendo de derroteros más salvajes, pensando en la madurez y no gustándome lo de pop-rock me tomé esa licencia. Definía bien la música que hacía. No calculé que iba a ser un acuñamiento que sirvió como escudo para que no nos pusieran otras etiquetas. Todos necesitamos saber a qué te vas a someter para ver y escuchar, aunque no nos gusten las etiquetas.
¿Cómo os está afectando el tema de las salas sin fechas y los carteles de festivales cerrados?
Miguel: Nos afectó en el momento en que teníamos claro cuándo iba a salir el disco. No podíamos cerrar fechas, todas las salas estaban cogidas. Cuando hemos querido pillar fecha, estaba todo lleno. Hay un cuello de botella, se ha esperado para salir y hemos salido todos a la vez. Se ha planteado de manera inicial un formato trio, con varios pases en el día, en Barcelona hicimos dos, por ejemplo. Es una cosa interesante. Hacer una batida con la parte acústica. Es una cosa muy guay disponer de tanto repertorio, ahora nos toca ver cuál quitamos. Estamos con más de veinte ciudades cerradas y de cara a otoño nos vemos en eléctrico. Creemos que va a ser una gira cómoda con una gran respuesta del público, creemos que la gente está trillando mucho el disco.
El rock vuelve a su estado habitual, una vez más… la incertidumbre. Tocará seguir remando.
Miguel: Es una batalla más. El rock es saber que no todo va a ser coser y cantar. El rock son problemas y dependes de tu capacidad mental e ilusión para afrontarlos. Del todo no se come de la música, beber, sí se bebe. Apostamos por ello.