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Rosalía: "Motomami"


Por: Oky Aguirre

"Debajo de mi manto, a Rey mato”, dice el primer refrán del prólogo de "El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha". Envuelta en un edredón blanco con la sola compañía de un micrófono comenzaba Rosalía su actuación en "Saturday Night Live", el programa más longevo y carismático de la televisión estadounidense. Lo hizo una semana antes del lanzamiento mundial de "Motomami". Y bajo ese manto, cantó sin autotune ni cuerpo de baile con culos contoneándose. Esa noche, además de ser testigos de la consolidación de una estrella, asistimos al nacimiento de una artista, jamás comparable a Cervantes, cuyos refranes inventados dieron profundidad social a una novela que forma parte del patrimonio cultural de la humanidad. 

Unos siglos después esa imprenta se llama ahora redes sociales. Los periódicos ya no son de papel y los periodistas deportivos reclaman su carnaza a youtubers que se codean con Piqué o Messi. La televisión es un medio obsoleto dominado por la Babilonia rancia que disimula con rostros amables, como el de Pablo Motos, las palabras y gustos que quieren imponernos, que al final no son más que chascarrillos sin sustancia surgidos entre horas de trabajo o en la barra de un bar. “Es que no sabe cantar”. “Está forrada y sólo le importa la pasta”. “No se la entiende nada de lo que dice”. “No tiene ni puta idea de flamenco”. O directamente el ya mítico “Es una mierda” de nuestro gran artista de variedades Ramón García, personaje de cuchufleta con olor a naftalina, como la capa de aquellos fervientes defensores de los libros de caballerías, que bien podrían representar esa foto del censor situada en el centro de la diana que Rosalía andaba buscando para dirigir con sus uñas como dardos sus refranes envueltos en canciones.

“Chica, ¿qué dices?,  comienza Rosalía avisando en "Saoko", el gran primer pilar en que se basa todo el disco: nosotras. En una vuelta a sus orígenes reggaetoneros le cambia la "c" por la "k" a todo un hit como el “Saoco” de Wisin y Daddy Yankee, de quien Rosalía toma prestado ese estribillo cuyo significado en africano es energía y movimiento, utilizando el concepto, además de como homenaje a sus ídolos, para transformar en positivo un mensaje ya anticuado y aún hoy bochornoso que trataba a la mujer como objeto. Aquí eres tú el que nos va a escuchar a nosotras. “Ya no soy tu bizcochito” les devuelve con picardía en otro tema de este álbum lleno de pop de altura. 

La evolución está garantizada con mensajes tan claros como “Eres la Pámpara” (la hostia en República Dominicana)  o la mezcla de icónicos collares de Viviene Westwood con el caballo de Troya. Rosalía está informada e interesada, se nutre sin reparo de referencias anteriores y actuales para dar forma a un estilo que no tiene nada que ver con el marketing y las modas de otras épocas. Los jóvenes son hoy nuestras marcas de antaño y son los que deciden lo que oirás y te pondrás. Están hartos de rocanrol, del “ya no se hacen canciones como las de antes” y de documentales o películas de Beatles, Queen o Raphael. Rosalía va directa. “Fuck el estilo, Fuck el stylist, Tela y tijera', y ya, Cógela y córtala, y ya” o  “Yo soy muy mía; yo me transformo” son versos que ya forman parte del a diario del siglo XXI. Aquí dejo un enlace en el que Rosalía nos explica en Europa FM el significado de alguna de sus expresiones.

Continúa mostrando respeto a sus antecesores en "Candy", donde recoge el nombre del mítico tema de Plan B, con su voz sin artificios y en cuyo videoclip podemos ver que la catalana también muestra sensibilidad por el cine, en un claro homenaje a aquella maravillosa escena en la que Scarlett Johanson canta en un karaoke junto a Bill Murray en "Lost in Translation".

Lo normal en una crítica discográfica sería aferrarse al orden que el artista ha dispuesto para su escucha, algo generalmente primordial para empatizar con su propuesta, pero gracias al milagro que han supuesto las redes, ganando la batalla a las grandes multinacionales para cambiar la forma en que hoy en día se promocionan los grandes lanzamientos discográficos, podemos dilucidar cuando un artista se considera como tal, y no como un famoso cualquiera. Los gigantescos carteles en las fachadas de El Corte Inglés ahora caben en la pantalla de nuestra mano. Rosalía lanzó al mundo su "Motomami" en un directo en Tik Tok. Y de la misma manera, “A palé”, como ella diría, afrontó en solitario en SNL una actuación que sólo con contar con la presencia de The Weekend le habría significado engrosar su ego y billetera, pero eligió los versos de “La Fama” para hacernos saber que todavía está en la tierra. “Es mala amante la fama, no va a quererte de verdad; Es demasiao traicionera, y como ella viene, se te va”. La valentía al afrontar en solitario esta bachata inspirada en Rubén Blades y Patti Smith (según sus declaraciones) en lugar de hacer dúo con The Weekend, posiblemente el artista más solicitado en el mundo, deja bien clarito que esta catalana de 28 primaveras va a hacer lo que le dé la gana. Defendiendo su estilo con argumentos, ya sea con canciones, declaraciones o con la forma de ponerse una cazadora por una manga para interpretar "Chicken Teriyaki" en el mismo programa, creando el estribillo más pegadizo desde el "Gangnam Style" para atraer a gente de 50 años, como yo, hacia un género como el reggaetón que no hace mucho repudiábamos. Ahí reside la clave del fenómeno Rosalía. Todo el mundo habla de ella y todo el mundo opina de ella, haciendo válido para todos el refrán, puesto que, cada cual en su casa opina lo que quiere. 

A los que aseveran que Rosalía no tiene ni idea de flamenco no les vendría mal reconocer que esta chavalita es hoy en día nuestro valor más seguro en un mundo que cada vez aprecia más el arte de las palmas y el baile. Ella está contribuyendo, no revolucionando. Poniendo a Camarón de la Isla en su playlist en el juego GTA, actuando en los Goya con una de Los Chunguitos o interpretando sentada en una silla "Aunque es de noche", esos versos de San Juan de la Cruz que ya inmortalizó el maestro Morente, otro artista vilipendiado entonces por atreverse a meter baterías y guitarras eléctricas dentro de los palos de este género tan exigente. 

“Soy igual de cantaora con un chándal de Versace que vestidita de bailaora”. Rosalía es capaz de hacer bailar por bulerías a todo el Madison Square Garden y en nuestro país aún andamos llenando Wizink Center con el “flamenco ligero” de El Barrio, avalado por los mismos que desechan una muy aceptable interpretación de las "Bulerías de La Perla", metido a propósito por Rosalía para crear lo que ella pretende. Que todo el planeta hable de flamenco. Dejo un enlace del interesante artículo de Alejandro Luque en Eldiario.es de Andalucía, donde aglutina impresiones, malas y buenas, de gente especializada.

Y ya por último, si hay una forma de convencer a alguien de que Rosalía sí sabe cantar, sería aconsejarle escuchar "Motomami" por el final, donde podrán oír hasta la respiración y percibir la dulzura de una voz, aún en proceso de madurez, en "Sakura" o "G3 N15", incluso sonrojarte con la letra porno de "Hentai" mientras escuchas a una Rosalía susurrando como Norah Jones.