Por: Aritz Sertucha
Me gusta despertarme muy temprano por la mañana, antes de que mis dos hijas amanezcan también, y pongan en marcha el engranaje de la “máquina de la paciencia”. Ese es mi momento, un par de horas en las que disfruto del primer café y me permito el lujo, entre otras cosas, de leer un rato con la debida atención.
Pues bien, recientemente he podido cumplir una de esas tradiciones vespertinas, con lo último del ex periodista, actualmente centrado en su faceta compositiva y musical (de manera magistral), Nacho Para.
Con la portada de "Concierto para George" delante de mis ojos, como no podía ser de otra manera, con el protagonista en el centro, mirándome de frente, igual que en aquel evento, en el que su fotografía parecía observar atentamente a todos los que allí se dieron cita, tomé un sorbo de café y comencé la lectura.
Ya con el prólogo, en el que Nacho cuenta que estuvo presente en aquel concierto en memoria de George Harrison, que tuvo lugar el 29 de noviembre de 2002, justo un año después de su muerte, en el Royal Albert Hall de Londres, te atrapa la sensación de que estás a punto de leer algo más que una crónica de lo que fue aquel concierto. Nacho explica la escasa profundidad de las crónicas del mismo en aquella época, incluso por su parte (y por exigencias de editorial), con todo el material del que disponía. Escasa y errática por parte de algunos medios. Pero no hay mal que por bien no venga, y gracias a no haber publicado en su día todo ese material, tenemos hoy un libro maravilloso editado por Lenoir Ediciones.
A lo largo de nueve capítulos, el autor nos explica paso a paso, qué sucedió en aquel recinto, qué supuso para sus protagonistas y para los asistentes, pero lo más sorprendente de este libro, es que, a través de aquel concierto póstumo, Nacho Para consigue profundizar de una manera cristalina en quién y qué era George Harrison. La narrativa y el orden con las que se nos plantea aquel acontecimiento te agarra desde el primer momento y te lleva hasta aquel 2002. Se mezclan a la perfección las apariciones de los protagonistas. A través de ellos y la descripción de su relación con Harrison, ese in memorian adquiere un significado tan profundo como creo que le hubiera gustado al impulsor de aquella idea, Eric Clapton, y como creo que le hubiera gustado al propio George (me quedo con esa sensación después de terminar la lectura).
Desde las dudas iniciales de Clapton hasta la lluvia final de confeti y el sonido del ukeleke se describe todo el proceso, que significaba para cada uno George Harrison de manera ágil y muy inteligente. A medida que avanzas en la lectura esperas que el final del libro sea desconocido, como si la historia no hubiera sido escrita ya, deseando que al final de ese concierto se aparezca George y abrace a su hijo Dhani y a todos sus amigos mientras empieza a tocar el slide.
En el libro se trasmite a la perfección el cúmulo de sensaciones que brotaron aquella noche, cronológicamente descritos, pero también se habla de George Harrison de manera humana, personal, transcendiendo al gran artista que sin duda fue. Respetando la intención de Clapton al organizar todo aquel tinglado en homenaje a su amigo, el libro no se deja en el tintero a ningún participante, más o menos famoso y todos son nombrados y recordados, porque sin duda eso es lo que le hubiese gustado a George.
Tras varias mañanas y café, en silencio, antes del rugido de la “máquina de la paciencia” terminé el libro, y me quedé mirando la portada pensando que seguramente aun queda mucho por contar sobre Nelson Willbury.