John Belushi era sinónimo de talento, un puro talento desbocado. Un talento desbordante y excesivo, capaz de la más perfecta actuación y de la más estúpida de las rabietas, motivada seguramente por celos infundados. Una erupción volcánica andante, azuzada por el consumo excesivo de sustancias que desembocaron, irremediablemente, en un final prematuro, repleto de incógnitas y que hicieron apagarse la estrella fulgurante de un tipo que ascendió entre carcajada y carcajada a la cumbre de las pantallas y taquillas, mientras a toda velocidad cavaba su propia tumba en un peculiar viaje sin billete de vuelta.
Ahora en estas páginas se reconstruyen todas las aristas, miserias y grandezas de un personaje iluminado con el don del arte natural, sin artificios ni edulcorantes, como una fuente que brota directa de la montaña, pero que desde primera era decidió inscribir su nombre en una carrera sin frenos cuya única certeza natural era la de la muerte.
Su biografía, escrita por Bob Woodward, es mucho más que el recorrido vital de John Belushi. Es una fotografía en blanco y negro a los bajos fondos del mundo del espectáculo, enmarcado en luces de neón bien brillantes, las que desprenden los estudios televisivos, los fastos del rock en su aventura con The Blues Brothers junto a su compinche Dan Aykroyd, y las grandes producciones, mostrando los entresijos de un show bussines deshumanizado, simplemente empeñado en que la maquinaria no pare, aunque para ello las cantidades de farlopa a esnifar sean indecentes y dibujen con grosería la peor versión humana desde un más que peculiar “Desfase a la Americana”.
Bob Woodward rastrea a fondo en cientos de nombres que van desde actores oscarizados hasta chanchulleros de poca monta, piezas necesarias y por momentos macabras de un engranaje que fueron gasolina necesaria para que el granuja de Belushi colisionara a todo ritmo con un final incómodo.
Bella y dolorosa crónica de reverso tenebroso de una vida de éxitos y excesos, este “Como una moto -La vida Galopante de John Belushi-” muestra que no hay venta del alma sin peaje a pagar y que ajeno a nuestros ojos, la bestia del mundo del espectáculo necesita fagocitar carne fresca para que al otro lado no estemos faltos de contenido. Toca reflexionar porque si bien Belushi se dejó arrastrar, no faltan cauces caudalosos y una peligrosa troupe de farsantes e interesados que ayudaron en lo suyo en el triste final de un tipo a todas luces sin par.