Texto y fotografías: Javier Capapé
El 23 de abril es mucho más que el día del libro para los aragoneses. Mucho más que San Jorge. Es el día de Aragón. Un día que sabe a fiesta, en el que se respira un aroma especial. Ganas de salir a la calle, de celebrar. Un día de comunión para todos los que amamos esta tierra curtida entre polvo, niebla, viento y sol. Pero este último 23 de abril, el vivido en el 2022, será recordado como una cita memorable, histórica. Una cita que fue mucho más allá de la música y que nos unió profundamente a las casi cinco mil almas que nos dimos cita en el Pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza en un cálido abrazo con Ixo Rai!, ese grupo que nunca quisimos que se fuera y que nos ha hecho esperar veinte años para volverse a subir a un escenario y, según ellos mismos, despedirse como es debido.
Ixo Rai! definieron el término de “mondongo rock” durante los años noventa del siglo pasado. Supieron mezclar como nadie el folk con el rock, la tradición con la actualidad del momento. Vivieron pegados a la calle, uniendo lo urbano con lo rural en un mismo espíritu rebelde. En ellos se hizo presente, sin pretenderlo de forma demasiado intencionada, la fabla junto a múltiples reivindicaciones que fueron desde la insumisión a la inmigración. Con ellos nos sentimos más unidos a nuestra tierra y eso era algo que no habíamos vuelto a vivir con esa intensidad desde que se despidieran de los escenarios en 2002.
Por eso este regreso “en carne mortal y de propio” fue tan celebrado. Surgido de forma inesperada por el tirón de un libro de memorias publicado el pasado verano por el bajista de la banda Alfonso Urbén y que supuso la semilla de esta vuelta, el grupo al completo decidió entregarse, no tanto con la intención de ser recordados como los abanderados del aragonesismo musical sino para reunirnos de nuevo como hermanos de esa bandera cuatribarrada, de esa tierra dura y salvaje, como decía nuestro queridísimo Labordeta, que tanto queremos y tanto nos hace sentir. Aragoneses todos. Venidos de muchos rincones de nuestra geografía. Todos unidos al son de estos músicos que dieron lo mejor de sí mismos, del primero al último de los doce miembros que pasaron en algún momento por la historia del grupo y que el pasado sábado llenaron el escenario.
Durante dos horas y media nos hicieron reír, bailar como si no hubiera un mañana, compartir momentos y cervezas, abrazarnos, levantar nuestras banderas, emocionarnos y llorar. Hasta veintisiete canciones que nos supieron a poco, porque todos nos hubiéramos quedado con ellos la noche entera. Un reencuentro que no queríamos que terminara, pero en el que sin duda nos lo entregaron todo. Si algunos albergaban dudas sobre su estado de forma, el grupo al completo demostró que habían vuelto para ofrecer un espectáculo con nervio a la par que profesionalidad. Un sonido impecable, una interpretación como en sus mejores momentos y una cuidada escenografía. Todo al servicio de unas canciones ansiadas de volver a entonar en vivo tanto por el grupo como por sus seguidores. Desde las más celebradas como “¡Más Magra!”, “Éste es mi barrio” o “…Pasa pues” hasta las más reivindicativas como “¡Olé por la música!” o “Carta de Amor”. También aquellas que nos hicieron bailar sin control como “Whyndemoney maña” o “Pastora” y sus obligados instrumentales como “Yebra folk África” o “Polka Buendios”. Todo encajaba. Todo se celebraba. Porque no sobró ni la infalible tonada en fabla “A fuesa unibersal” ni la acertada “Maruja”. Tanto si se iban por el ska en “María” como si optaban por sonidos más latinos en “Mézclate” el respetable respondía con ovación desmedida, porque definitivamente no estorbó nada en un ambiente más de fiesta entre amigos que de un concierto al uso. Y si a esto le unimos que podremos considerar a éste como el primer gran concierto que se realizó en la capital maña sin ningún tipo de restricción pandémica, la mezcla todavía maridaba mejor.
Aún hubo tiempo para terminar extasiados al ritmo de “15 d’Agosto”, y mientras los confetis rojos y amarillos lo inundaban todo deseamos que esto no fuese un espejismo. Muchos nos frotamos los ojos como queriendo constatar que esto se había producido de veras, que no despertábamos de un sueño tanto tiempo deseado por muchos. Alfonso Urbén, Miguel Isac, Eugenio Gracia, José Prieto “Flip”, Jesús Acero, José Luis López, Pepín Banzo, Josemi Pérez Sagaste, José Juan Lanuza “Jota”, Fidel Ángel Vicente, Jesús Prieto “Pitti” y Juanito Fernández. ¡Qué músicos! Fueron mucho más que eso. Fueron nuestros hermanos, nuestros amigos. Y lo seguirán siendo. Ojalá nunca se acaben las sensaciones del último 23 de abril. Un día de Aragón marcado no por el fuego del dragón sino por el de estos músicos que nos hicieron sentir un poquico más vivos y unidos que nunca.