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Jay Martin: "Que la tierra nos sea leve"


Por: Aritz Sertucha

Jay Martin echa de menos su “secarral”, los pastos amarillos quemados por el sol en los que un niño que aspiraba a ser un hombre jugaba, vivía y veía vivir a los suyos. Ese niño ya transformado en hombre vuelve a casa con la necesidad de contarle a los suyos que lo ha conseguido, quizás no como lo había planeado, con un aura de triunfo, pero sí con la dignidad de quien ha sabido perder y caminar con la cabeza alta pese a ello.

Todo esto nos cuenta Jay Martin en los algo más de 38 minutos que dura su primer LP en solitario, alejado de lo que fuera su banda Milana, con la que ha editado dos discos “Campo y Piedras” (2014) y “Desierto Cicatriz” (2018). Un primer trabajo que ha venido a continuar la tradición de gente como Jayhawks o Calexico o, por qué no decirlo, de escritores como Cormac McCarthy. Un disco titulado "Que La Tierra Nos Sea Leve" (Milana Música Records, 2022).

El álbum ha sido grabado a caballo entre Guitartown Recordings (Muriedas – Cantabria) y Sonak Studio (Puebla de la Calzada- Badajoz). En Muriedas, Hendrik Röver ejerce de director de orquesta de forma magistral, tanto en la producción como en su labor como músico, formando un esqueleto robusto junto a sus Míticos GT’s (Goyo Chiquito al contrabajo y Toño López Baños a la batería), al que a lo largo de este disco se suma, para dar aún más consistencia si cabe, el teclista extremeño Abraham Benítez Granado, magnífico músico que ya había colaborado con Jay formando parte de Milana. En Sonak es Alfonso Espadero quien se encarga de completar la hoja de ruta, grabando las voces de una inspiradísima Belén Hernández, complemento perfecto a la voz rota de Martin, y el acordeón de Pedro Lophé.

“Tierra” es el acertado primer tema de este disco, repleto de medios tiempos y que esconde, en el momento preciso, algún tema más animado. Es acertado porque muestra todas las cartas en una magnífica mano. “Tierra” muestra todo cuanto se va a poder escuchar en los siguientes 9 temas (10 en total). Guitarras acústicas brillantes, afiladas guitarras eléctricas acompañadas por teclados hipnóticos, la voz rota de un Jay Martin melancólico y necesitado de saldar sus cuentas pendientes, calmada por la melodiosa voz de Belén que parece poner bálsamo a las heridas del primero, además de una instrumentación que ayuda a la épica de este trabajo. Le sigue “Recuerdos”, un vals con el que el artista se ha presentado con video unos días antes del lanzamiento del disco y en el que nuestro protagonista nos cuenta por qué ha vuelto al hogar, ya hombre, lo suficientemente tarde como para no poder mirar a los ojos a la persona con la que rendir cuentas. La tierra, el “secarral” y la familia ya han entrado en nosotros, mientras seguimos escuchando, atentos, para intentar descubrir el porqué de las idas y venidas de este perdedor.


Se anima el disco con el siguiente tema “Cruel”, a ritmo de Honky Tonk, y vuelve la redención en forma de medio tiempo con “Levantado del suelo” y “Muescas”. Es ahora cuando Jay da un golpe en la mesa y sube la intensidad eléctrica para contarnos por qué se fue y por qué desea tanto volver en temas como “La Oración De La Tierra” y “Banquete De Mendigos”, dos temas con rabia y melancolía a partes iguales.El tema “A La Tercera (La Derrota)” abre paso al llanto instrumental que es “Amarillo”, donde de nuevo vuela sobre el disco el “secarral”, esa tierra quemada por el sol que, como un imán, tanto atrae a Jay Martin.

El disco termina con “No Es Otra De Vaqueros”, que se me antoja una carta escrita para ese mentor fallecido en “Recuerdos” que no llegó a tiempo y que se deja en la lápida con la esperanza de que llegue de alguna manera espiritual al destinatario. De nuevo, la necesidad de volver al secarral, a los pastos amarillos quemados por el sol en los que un niño que aspiraba a ser un hombre jugaba, vivía y veía vivir a los suyos.

Letras personales bien instrumentadas por una banda experimentada, que sabe perfectamente cómo crear la atmósfera perfecta. Temas acústicos mezclados con otros, donde las guitarras eléctricas, los teclados, y una magnífica sección de viento hacen crecer la épica de la historia. Canciones con alma tan íntimas que son universales. Esto es, al fin y al cabo, "Que la tierra nos sea leve". Escribía Cormac McCarthy “ninguna criatura puede aprender lo que no cabe en la forma de su corazón”, pues bien, escuchando a Jay Martin podemos intuir que tiene corazón suficiente para aprender de lo vivido.