Por: J.J. Caballero
Fotografías: Raisa McCartney
Y volvió al lugar donde una vez nos hizo felices. No solo por la puerta grande y con un título de lo más explícito como “El volver”, sino con la moral por las nubes después de que su disco más arriesgado, el magnífico “Polvo de Battiato”, haya demostrado que su directo no debe resentirse en absoluto ante el talante más reposado, casi reflexivo si no fuera por el tono y el trasfondo de algunas canciones, de un puñado de piezas que hacen sonrojarse incluso a algunos que llevan aún la etiqueta de cantautor pegada al lomo. Sí, ese concepto tan anticuado e inútil por el que nuestro hombre no parece regirse, ni por ningún otro, cuando acentúa el tono atiplado de su voz para cantar sus cuitas, que son las de otros muchos y muchas. Esta vez arropado por el grueso de su banda al completo, ampliada y mejorada por las teclas de Jave Ryjlen, el confortable plus de peligrosidad añadido a la guitarra desvergonzada de Víctor Pescador y la base imprescindible de Lete Moreno en la batería y Alex Izquierdo al bajo.
Y otra vez, al regresar, puso en solfa los presupuestos morales y sociales en el glosario de calificativos de “Rey idiota” y las alusiones directas de “Una temporada en el infierno”, sendos dardos apuntando a ganador en el blanco de nuestros más secretos anhelos. Lo importante es dosificar las arengas, disimularlas de ironía y un ramalazo de mala baba, y saber perfectamente a quién dirigirlas. En el discurso sonoro de Ángel Stanich se intuye mucho más de lo que se cuenta, y por eso alterna las recientes muestras de lucidez con las anteriores estrofas destructivas, suenen en frases lapidarias como “sé muy bien lo que hice ayer” o en versos sueltos de dudas atemporales como “y ahora qué hago yo con esta independencia”, o lo que es lo mismo, combina los efectivos estribillos –si es que eso existe en alguna de sus canciones- de “Un día épico” y “Carbura!” con los desastres emocionales de “Qué será de mí”, entroncando además en “La valla” el ecologismo milllennial de Greta Thunberg con el duro feldespato del que parecen hechos sus sentimientos o la sospecha de que el virus de marras que nos privó de su presencia más de la cuenta fue realmente inducido por el agente Mulder. Cultura popular se llamaría su asignatura en caso de que impartiera alguna. “La historia es fácil”, sin duda, o así debería serlo si nos la explicara el hirsuto personaje que desde el centro del escenario no para de botar y reírse hasta de sí mismo y de sus propias creaciones, pues no deja que acabe de sonar una para que la empalme con la siguiente; así, sus “Dos boy scouts de mierda” y su “Señor Tosco” quedan emparentados en la misma medida que cuando hablamos de la infanta con suma objetividad o asumimos que es Dios quien está detrás de todas las pequeñas cosas que mueven el mundo. Lúcido, divertido, descastado y descarnado, como el Amadís de Gaula redivivo al que le canta en “Tu Alfredo Landa”, probablemente el mejor discurso anti machista para torpes, resumido a la perfección en una pregunta nada sorprendente, visto y oído lo que cada día vemos y oímos incluso sin necesidad de pulsar el mando a distancia: “Con la velocidad de un coche deportivo el sol se pone cada noche igual que tu marido. Vuelvo y tengo que escuchar otra perorata, y yo pienso que follar es lo que te hace falta”. Ahora van y lo cuentan.