Por: Jesús Elorriaga
The Flaming Lips son un ejemplo de banda ecléctica y sorprendente, no solo en sus maravillosos directos sino también en la apuesta musical de cada uno de sus (numerosos) discos. Con un sonido completamente alejado a la psicodelia más garagera de sus primeros trabajos, y casi instalados en una especie de nave espacial que sobrevuela todo tipo de constelaciones lisérgicas y emocionales, los chicos de Oklahoma expanden sus alas creativas una vez más, prolíficos que son ellos, con un nuevo experimento. "Where the Viaduct Looms" no es solo un producto genuinamente "flaming", sino que también es muy pandemia o, mejor dicho, es una constatación de las nuevas formas de trabajar y de crear que ha traído esta interminable pandemia.
Nell Smith (14 años) era, es, una fan nacida en Leeds (Inglaterra) pero criada en Vancouver (Canadá) que acudía con sus padres a los conciertos de los Flaming Lips vestida con un llamativo disfraz de zanahoria en las primeras filas. Durante un concierto en Calgary, la pequeña seguidora se puso en contacto, a través de su padre, con Wayne Coyne, el cantante del grupo, y en las giras posteriores (y sobre todo durante el parón de 2020) siguieron intercambiando emails en donde también podían seguir la evolución de Nell como músico. De las clases de guitarra a las de piano, fueron solo un capítulo más en su vena creativa, plasmada en temas propios escritos y cantados por ella. Coyne supo entender el talento que emanaba de la adolescente, y de esta primigenia relación creativa surgió el germen de este disco, en el que The Flaming Lips trabajarían en un proyecto conjunto donde harían primero versiones de Nick Cave para, más adelante, intentarlo con los temas de Neil. La razón que Coyne esgrimía era sencilla: Nell desconocía la trayectoria y obra del australiano, lo que hacía más interesante y retador este proyecto, alejada ella de posibles influencias y condicionantes durante la interpretación de los temas. Más pura, más auténtica.
El resultado es una deconstrucción de nueve temas de Nick Cave, musicalmente fagocitado por los autores de "The Soft Bulletin" y con la personalidad desapasionada de Nell Smith. El proceso de grabación de este disco es, como dijimos en el primer párrafo, una muestra de las nuevas realidades que ha traído el bicho malo en las formas de producir música. Tanto Smith como la propia banda jamás coincidieron en un estudio de grabación mientras realizaban este disco. Todo el material fue enviado a través de mensajes, mails y archivos compartidos en la nube. Las anotaciones de uno y las correcciones de otro fueron dibujando poco a poco el sonido y estilo definitivo de este disco. Minimalismo de atmósferas electrónicas en la instrumentación que acompañan la bella elegancia en la voz de Neil, a veces saturada y demasiado cargada de "vocoders" y efectos en plan autotune (el sonido de una generación, que diría Luna Ki), pero que a la vez le aporta el toque distinguido y ligeramente “marciano”, muy parejo a la personalidad de The Flaming Lips y donde, sobre todo, no por ello se maquilla, disimula o pervierte el talento natural de esta cantante, como sucede en “Weeping Song” donde nadie echa en falta la profundidad de las voces originales de Cave y Blixa Bargeld.
El primer tema que grabaron fue el cover de “Girl in Amber”, perteneciente al oscuro "Skeleton Tree", en el que la voz tenue y monótona de Smith le da un toque melancólico y delicado, a la vez, y que puede mirar dignamente a los ojos del original. De hecho, el australiano en su blog cayó rendido ante la particular versión de uno de sus temas. Sin duda tanto ella como los norteamericanos conectan perfectamente, en actitud y en cromática musical. Nell, como buena alumna, no se queda atrás: todavía sin creérselo del todo, agradece en las entrevistas a Wayne su buen hacer y paciencia durante todo el proceso de grabación y producción de disco.
Dentro de los temas de Nick Cave versionados, destacan, sobre todo, además de los ya mencionados, la singularidad de “The Ship Song”, “Red Right Hand” (con ese aire canalla de whiskería interespacial) o la sobriedad de “We Know Who You Are”. La voz de Nell destaca en los tintes más dramáticos de la espacial “Into My Arms” (parece sacada del "Oczy Mlody") o la cuasi angelical “No More Shall We Part”, musicalmente ajena a su original pero impregnada de la misma emotividad. En definitiva, una apuesta de Steven Drozd, Coyne y sus secuaces para agitar de nuevo su botella cargada de estrellas y así iluminar nuestros oscuros corazones bajo la sombra de esta nube que llamamos vida. Y todo, gracias a la luz de Nell Smith, una carrera digna de seguir, primero disfrazada de zanahoria y ahora ganándose el respeto de propios y extraños vestida de música.