Carolina Durante: "Cuatro chavales"


Por: Pepe Nave

Pasa el tiempo volando y los que eran la nueva promesa del indie rock nacional en 2018 con un par de EPs publicados y sin largo a la vista, van ya por su segundo disco. En este mundo moderno de consumo voraz de novedades, en que sin digerir una nueva banda se pasa a la siguiente, ellos han dejado de ser “the next big thing” y lo tienen tan claro que abren su nuevo álbum con una explicación del fenómeno, "Tu nuevo grupo favorito". Es una advertencia para los nuevos aspirantes, para que no se crean los exagerados cantos de sirena que van a escuchar, porque enseguida estos halagos histéricos irán para el siguiente en la lista. Con su sarcasmo habitual hay un guiño a su propio sello, Sonido Muchacho, como uno de los buscadores de estas nuevas pepitas de oro.

Lo cierto es que, en su caso, las expectativas y runrún habituales en el mundillo indie de la capital traspasaron sus límites con el bombazo de "Cayetano", con aquellas pullas a los pijos de la capital y los partidos políticos a los que votan; sonó en todas partes y se liaba parda en sus conciertos al tocarla. En un bolo en Bilbao hubo invasión de escenario de más de treinta personas, con pisada de cable y corte de la electricidad incluidas. Por otra parte, algunos no quisieron ver la ironía y lo vieron como una broma privada de niños bien y una banda que no había que tomarse en serio. Ellos se lo pierden, de prejuicios y detractores está el país sobrado.

Para su homónimo primer álbum con todos los ojos puestos en ellos, tuvieron la valentía de no incluir ninguna de las canciones de los EPs previos en ellos, ni el mencionado himno antipijo, y aunque mantenían parte de sus señas de identidad, el sonido quedó demasiado pulido, algo tibio, no todas las canciones eran tan redondas y urgentes como las anteriores y quizás parecían debatirse entre el punk rock melódico y una vía más pop. Ojo, no fue un disco fallido, ni mucho menos, pero todos esperábamos más.

Así, para este nuevo paso, parecen quitarse presión de encima desde el título del álbum, "Cuatro Chavales" y la mencionada primera canción, “yo solo quería pasarla bien”, repiten al final de la misma. Además, optan por tirarse de cabeza a su vertiente más eléctrica y eufórica, que se hace notar desde el primer momento tanto por la dinámica de las canciones como por una producción que los acerca más al sonido de sus directos. Lo suyo ya está inventado y ellos no tienen por el momento la intención de experimentar o epatar, lo fían todo a ponerse el cuchillo entre los dientes, acelerar el ritmo y afinar la puntería melódica. Tratar de capturar la urgencia y entusiasmo en tres minutos, como en su día hicieron The Undertones en "Teenage Kicks" y otros de sus éxitos, o esos Ramones un poco menos acelerados, pero igual de exultantes de, por ejemplo, "Beat on the Brat". 

Se ponen a ello y lo consiguen, las cinco primeras canciones pasan en un pestañeo, si te las pusieras un sábado por la tarde antes de salir, bajarías a la calle como una moto con ganas de reunirte con los colegas en el bar y montar una buena juerga.  Aunque algunos de los temas habían sido lanzados el año anterior a modo de single, encajan a la perfección en el engranaje del álbum, cobrando incluso más sentido. 

Las letras de hecho son muy coreables, no se complican en exceso la vida. Como se ha dicho repetidamente continúan la tradición socarrona de Los Nikis o Los Punsetes sin llegar a sutiles críticas al sistema o la fina ironía para iniciados, lo suyo es más de bar y de calle, para echar alguna risotada de aquello que no te gusta y tener una media sonrisa al corearlas a voz en grito en los conciertos. En "Famoso en tres calles", de eufórico estribillo, vuelven a la carga con las ganas del personal de ser famoso a cualquier nivel y a toda costa; "Granja Escuela" es una coña con el falso arrepentimiento de los vicios de cada uno a ritmo del “raca-raca” clásico del medio tiempo punk rock. 

No hay apenas alusiones a la situación vivida en todos estos meses excepto en "Moreno de contrabando", en la que parecen disparar contra las restricciones de estos veranos pasados hasta para ir a la playa. Empieza como un rock veraniego para llegar a un puente en que descargan la furia a guitarrazo sucio y grito pelado: “¡sudor, guiris y Madrid vacía!”. "Urbanitas" es una confesión de que esa vuelta al campo que se pone de vez en cuando de moda no es para ellos, como le ocurría a Woody Allen en "Broadway Danny Rose" al salir de los márgenes de Nueva York.

También hay canciones de amor, o mejor dicho desamor, como "Aaaaaa#$!&", en modo desahogo rabioso, "Yo soy el problema" o "Colores", que serán las baladas con crescendo final “planetario” una y con tarareo  futbolero la otra. Hablando de fútbol, la única canción de amor es a una estrella del balompié, "10", un crack anónimo según la letra, que puede servir para cualquier hincha e ídolo, o para Leo Messi, si vemos la portada del single con la elástica del 10 de Argentina o según dicen en entrevistas.

El cierre, "La planta que muere en la esquina", en la que observan el final tras el deterioro de una relación de pareja o quizás de una banda de rock. ¿Ellos? Temerán los fans. Quién sabe, pero no será por el estado de forma que muestran en el tema, a caballo de un riff de guitarra infeccioso y que al terminar con un "dime si es el final, si esto se ha acabado”, nos induce a responder que "no" con la cabeza mientras le damos de nuevo al play.