Por: Skar P.D.
En alguna ocasión no muy lejana alguien escribirá un sesudo artículo de todos los discos surgidos durante la pandemia e incluirá, cómo no, una disección pormenorizada de los efectos de está en las musas inspirativas que dieron lugar a la gestación de todos esos discos. Al tiempo.
El caso es que, en realidad, sí existe esa conjunción de situaciones y, disquisiciones filosóficas aparte, es rigurosamente cierto que una serie importante de artistas han sobrevivido vitalmente gracias a la composición de canciones normalmente de corte introspectivo, al margen del envoltorio con el que las adornen.
Andrew Taylor tiene el suficiente bagaje creativo detrás suyo como para reutilizar el tiempo infinito de claustrofobia producido por el confinamiento global y de alguna forma encontrar vías de escape a todo un conjunto de emociones, posiblemente algunas nuevas, como las que el líder de Dropkick y The Boys With The Perpetual Nervousness lleva ya bastante tiempo ofertando. Andrew Taylor es escocés, claro, y participante de esa conjura que tienen con el diablo los músicos de esa tierra y que les permite estar permanentemente en comunión con la búsqueda del santo grial, eso que se llama la melodía perfecta.
Así durante el confinamiento, Andrew Taylor publicó entre abril y octubre de 2020 y casi de forma artesanal, porque el formato era CD-R, hasta cuatro de lo que él llamo "Lockdown Sessions”. Un par de ellas las facturó él solo, tocando todos los instrumentos, y para las otras dos contó con el apoyo, en remoto, de su hermano Alistair; su compañero de banda en Dropkick, Ian Grier, y su amigo Ian Sloan. Con los shows cancelados, sin poder ensayar y casi sin actividad posible lo mejor era ponerle nombre a una hipotética banda y decidieron llamarse The Harmonizers. ¿Y qué es lo que se pretendía armonizar?
Andrew Taylor lo deja claro en el Bandcamp de Dropkick: "En tiempos normales, esas 40 canciones habrían formado la base de un nuevo álbum de Dropkick, un lanzamiento en solitario o mi contribución a otro disco de Boys With Perpetual Nervousness". Evidentemente no eran tiempos normales, así que a principios de 2021 eligió un puñado de las que consideró mejores canciones de aquellas sesiones, volvió a "reunir" a The Harmonizers, y esta vez sí, decidió volver a regrabarlas, mejorarlas con las contribuciones de sus compañeros, y publicar el disco homónimo.
La soleada "Life Is Good" es la canción de apertura y deja ya entrever un signo de distinción en forma de pedal steel guitar, adornando el sonido que sería previsible habida cuenta que, no olvidemos, estamos hablando del líder de Dropkick. Y es en "When I Don't Understand " cuando aparece la sensación de que, en realidad, este podría haber sido el siguiente disco de la banda escocesa. No es la única, "Not Running Out" u "Older" pasarían por otras de las previsibles canciones que completarían ese hipotético nuevo disco. No se ve ninguna incongruencia en ello, antes bien seria la constatación de una realidad evidente.
Sin embargo, "I'll Never Win", con esos sintetizadores que bucean en sonidos cercanos al de otros escoces ilustres como Gerry Rafferty, y la muy americana "Still Playing Out" dan todo el sentido a este disco en solitario que en ocasiones, y son bastantes, se despega de la vena escocesa de su autor para acercarse a sonidos más propios de Eagles o los más obvios The Jayhawks.
Como excepción, es decir que hablamos de una canción compuesta exprofeso para este disco, "It's Misery Again" despliega los más genuinos aromas del power pop a la escocesa con esa tonalidad mucho más dulce, marca de la casa, que tiene la voz cercana e intimista de Andrew Tylor.
De nuevo la pedal steel guitar se torna en protagonista en "Everything's Really The Same" y de nuevo las melodías sedosas nos retrotraen al pop setentero de tipos como el ya mencionado Rafferty. La vertiente americana que imprime ese pedal steel guitar de Ian Sloan se vuelve a manifestar de forma nítida en esa pequeña delicatessen que es "Rondabout", impregnada de sonidos soft rock setenteros, al igual que sucede en "It's About Time", que enfatiza en la aproximación al alt-country, más alt que country todo sea dicho, y por momentos, en la árida melodía final, donde parece como si Wilco se hubieran dado una vuelta por las Highlands. No es exclusiva de esta canción tal sensación, porque en "Different To You" se hace más perceptible.
El disco no pierde esa sensación de suavidad ni siquiera con el riff de batería, manejada por el propio Taylor, con la que se abre "For This To Pass" y que explora esa vertiente power pop tan suigéneris de los escoceses, que transcurre envuelta en sonidos emparentados con el jangle pop, y si no ahí está "Just Let It Happen" que rebosa optimismo por los cuatro costados o por los cuatro acordes, que para el caso sería más o menos lo mismo.
La eléctrica 'Back To You' cierra el disco y nos recuerda que, después de todo, se trata de un disco casi en solitario del líder de Dropkick, que es esa banda que le disputa el sitio en el pódium a Tennage Fanclub. Es difícil que en algún momento, cuando se diseccionan estos sonidos, estos últimos no aparezcan aunque sea solo a modo de referencia.
No se ha buscado un nombre específico para alumbrar este disco, quizás ni siquiera se ha planteado, o simplemente es que no hace falta. Es un disco construido desde la incertidumbre provocada por la difícil aceptación de un tiempo extraño y disruptivo, no en balde la mayoría de las canciones están extraídas de la primera de las sesiones Lockdown publicada que, sin lugar a duda, se grabó en esos primeros tiempos en que la aceptación de la realidad se topaba de bruces con la incredulidad.
Sin embargo la construcción de las canciones, la inclusión de sonidos más americanos, la aproximación a melodías no tan evidentes en una banda escocesa, le dotan de todo el sentido como para publicarlo a modo de proyecto paralelo a los caminos habituales por los que transcurren las aventuras sónicas y compositivas de Andrew Taylor. El resultado es un disco que transmite calidez, que sigue abundando en la acumulación de melodías cadenciosas y amables resueltas de forma impecable y que justifican su aparición. Y contra lo que pueda parecer, no es un disco del líder de Dropkick en solitario, sino el primer disco de una banda que se completa con el calificativo de The Harmonizers.
Y es un disco optimista en su concepción, en su planteamiento inicial de superación de un tiempo convulso y desesperanzado, un disco introspectivo porque las circunstancias así parecía que lo requerían y no es baladí que no se incluya ninguna canción de la última de las sesiones que se publicaron a modo de avanzadilla, aunque entonces no se supiera, simplemente porque en palabras del propio Taylor sonaban deprimentes. Esa depresión propia de los tiempos de un largo confinamiento que pasaban, y siguen pasando, la factura de las horas de inanición acumuladas y a las que los hacedores de melodías les han sacado partido.