Texto y fotografía: Skar P.D.
Corren extraños tiempos para casi todo. Todavía sigue imperando en el subconsciente cierta aprehensión a salir de casa, aunque aparentemente parece que se están empezando a reconstruir los puentes que nos devuelvan a la vida tal cual la conocíamos, sin tener que recurrir a los artificios trileros, demagogia mediante, con los que se nos bombardea de forma inmisericorde desde las atalayas mediáticas, subvencionadas o no. O sea, aquello de la nueva normalidad, que más pronto que tarde pasara a ser un desagradable recuerdo e incluso habrá gente que ponga en duda que semejante concepto hubiera alguna vez existido. Pero por si acaso y mientras tanto, que no se nos olvida acarrear la correspondiente mascarilla no sea que...
Lo que ocurrió ayer en Alcalá de Henares, en el mercadillo cultural que los aguerridos componentes del Diablo Club montan el primer domingo de cada mes en un centro comercial, tampoco se podría considerar como muy normal. Obviemos los adjetivos para referirnos a lo acontecido.
Thee Braindrops, que son de esas bandas que se transmiten boca a boca, no debieron reparar en esas nimiedades de garitos oscuros y sudores pegajosos porque se subieron al escenario de la misma forma que si hubiera una densa neblina propiciada por el humo del tabaco, que nadie dice nada de eso pero, puestos a recordar tiempos menos restrictivos, era un elemento que tenía su significado de cuando creíamos en las bondades del sexo, drogas y rock'n'roll.
Arrancaron con "Lorraine" y "I' Don't Care", de su primer disco editado, aquel EP que publicaron allá por el 2018 en la discográfica Family Spree, que es una de esas discográficas pequeñas, intrépidas y humildes que se han convertido en el soporte necesaria para alimentar unos sonidos que poco a poco vuelven a recuperar su estatus de underground primigenio. Hubo un tiempo en que nos creíamos que no era así.
Desde el instante en que sonó la primera nota, la implicación de Big Pablo (bajo), Carlos (guitarra), David (batería) y Shima Bunn (cantante) fue absoluta como mandan los cánones no escritos que debe ser un concierto de garage. Lo del japonés es para nota, porque es un animal escénico de los que no abundan, y el respaldo instrumental de la banda, a modo de sicarios, y entiéndase la metáfora, perfectamente engrasados crea las condiciones necesarias para el despliegue físico y de actitud que el japonés ofrece y, de paso, altere las neuronas del público asistente que, dicho sea de paso, era bastante numeroso.
El setlist ofrecido repasó toda su discografía incluido su único larga duración que revisaron al completo, alguna cara B de los singles y, como era de esperar algunas versiones, que esto de las versiones también forma parte de las leyes no escritas del garage, y así revisaron a su forma, impecable por otra parte, la incombustible "Money", de Barrett Strong, el "No Time, No Money, No Brain" de sus compis de discográfica Las Sombras o la excepcional adaptación de The Headcoats convenientemente adaptada al castellano y que llaman "Tú Me Quieres Matar". Tremenda la adaptación tanto que una damisela les gritó "vosotros sí que nos queréis matar".
Algún tema nuevo, "They Told You Lies", y directos hasta el final del concierto que cerraron con la significativa "Do The Orangutan" y "My Girlfriend Is A Vamp", con un desatado Shima correteando entre la audiencia y aplaudiendo al público desde lo alto de un árbol al que se subió no se sabe bien cómo. Hubo que ayudarle a bajar, eso sí, para reintegrarlo al escenario no fuera a ser que el concierto acabara en las urgencias del centro de salud más próximo.
Puede que como me dijo el propio Shima el sonido dentro del escenario no fuera el más optimo: "estábamos un poco incomodos, en palabras textuales, pero hacia fuera sonó razonablemente bien, si no estabas muy alejado del mismo, lo que no fue óbice para que la sensación de entrega y de comunión con la audiencia fuera de absoluto confort, y es que Thee Braindrops están en un momento de forma tal que es muy difícil, sino imposible, no transportarse mentalmente a un gatito oscuro y sudoroso por mucho que la claridad soleada presente indicara otra cosa.
No es muy normal que esto ocurra un domingo por la mañana, no es muy normal que el garage que es una música que navega extramuros de la comercialidad se despliegue en un centro comercial, no es muy normal que con estos condicionantes un concierto se resuelva de una forma tan brillante, no es muy normal que unas pequeñas y preciosas damiselas, apenas de cuatro o cinco años, se pasen todo el concierto en primera fila y tampoco es muy normal que, hoy en día, existan grupos con la actitud y el buen hacer como Thee Braindrops. ¿Qué es lo que es normal en estos tiempos?