Por: Skar P.D.
Resulta que un tipo ha entrado en la cuarentena; ha sido padre; ha pasado por casi dos años de una claustrofóbica pandemia; con su anterior trabajo, y con la todopoderosa Atlantic de respaldo, ganó un premio Grammy, que es uno de esos premios que no se sabe muy bien si en determinadas circunstancias te pueden resultar perjudiciales, entre unas cosas y otras, los últimos tres años se los ha pasado componiendo y grabando, en unos cuantos estudios, el que ha resultado ser el quinto disco de su banda, o sea The War On Drugs.
Resulta que el tipo se llama Adam Granduciel y con todos estos ingredientes muy posiblemente esté atravesando eso que se llama la crisis de los cuarenta. Y resulta que hace unos años Granduciel y su colega Kurt Vile rompieron relaciones profesionales conjuntas, y lo que era una banda que transitaba por los caminos arenosos que emparentan al indie de matices shoegaze con el alt-country, expandió su sonido al publicar "Lost In The Dream", que les trasladó, para empezar, desde las salas pequeñas a las de aforo medio y les convirtió, merecidamente, en la nueva esperanza de eso que se llama Arena rock que andaba, y anda, muy necesitado de bandas que llenen recintos de grandes dimensiones y que no lleven más de 30 años de carrera. Claro que a lo mejor, y en estos tiempos, puede que empiece a ser un concepto trasnochado
The War On Drugs, tras la confirmación que supuso "A Deeper Understanding", se ha convertido en una de esas bandas, pocas, que cada vez que publican un disco aparece reseñado en cualquier papel musical que se precie, desde publicaciones que están por encima del bien y del mal, como la Pitchfork, hasta los más modestos blogs de esos que solo leen los que lo hacen y algún que otro amigo más por solidaridad que otra cosa.
El hipotético problema, con todos estos condicionantes y cuando acaban de publicar su quinto disco, es que se están acercando a la línea de salida para empezar a recibir ese tipo de críticas imbuidas de una supuesta superioridad moral que tan del gusto es para escribidores y opinadores comportándose como twiteros al uso. Pasa siempre con este tipo de bandas que independientemente de ciertas etiquetas, tienen aromas de rock clásico, tienen producciones impecables y cuyas canciones están construidas alrededor de sentimientos que fluctúan entre la melancolía y la esperanza y que reflexionan acerca de la espiritualidad. Los autores más hábiles suelen renegar de la mitología de rock star y lo utilizan como tabla de salvación. Granduciel no es Springsteen ni Dylan, por más que no difumine sus influencias, pero tiene pinta de ser un tipo hábil, tan hábil como para denominar "I Don't Live Here Anymore" al esperado quinto disco de The War On Drugs. A los 42 años queda muy entrañable plantearse un cambio de estrategia vital.
La suave y delicada apertura acústica de 'Living Proof', a la sazón primer single del álbum, parece dar pistas al sugerir un tránsito por carreteras secundarias antes no explotadas, y la guitarra doliente y herida no despeja las dudas. Éstas quedan resueltas con los primeros acordes de "Harmonia’s Dream" que sigue la estela desarrollada en los dos anteriores álbumes a base de pasajes evocadores con reminiscencias de sintetizadores ochenteros pero que deja entrever las circunstancias vitales de su autor: "¿Estoy perdiendo mi fe?".
Muy americana suena "Change", con esos acordes deudores de las canciones que suenan a arrepentimiento ("tal vez nací en el día equivocado"). El resultado es una canción más bien sencilla para lo que es el universo de la música de Los Drugs y la más clara aproximación al del Petty. Los aromas ochenteros se hacen patentes una vez más en "I Don't Wanna Wait", y mira por dónde resulta que la épica y la desolación de carreteras largas y polvorientas desaparece en aras de una aproximación a tonadillas cercanas a los Genesis de Phil Collins, o de este último en solitario, y es que ese inicio de baterías sintetizadas nos retrotraen inevitablemente al "In The Air Tonight" de este último, todo ello tamizado por lo que parece ser el hilo conductor del álbum y que se refleja en la frase "no quiero cambiar, pero se me acaba el tiempo". ¿Crisis? ¿Qué crisis? Esta sensación de revisión del legado de los Genesis se reitera, ya desde los sonidos iniciales, en la extraordinaria "Victim", que es de esas canciones que crecen con cada escucha porque con cada escucha se aprecian nuevos detalles.
Uno de los aciertos del sonido de The War On Drugs desde el ya lejano "Lost in the Dream" es la perfecta conjunción de tonos propios del synth pop de bandas como Simple Minds con melodías mucho más "americanas", quizás por la forma de interpretar del Granduciel, porque cuando en "I Don't Live Here Anymore" se hace patente la impronta dylaniana, en frases como "cuando fuimos a ver a Bob Dylan bailamos Desolation Row", se convierten en un asunto menor los aires más popíes que las voces de los cantantes de la banda de indie-pop Lucius aportan. Pero si hay un corte de inspiración americano, de esos que Springsteen maneja como nadie, éste es sin duda "Old Skin", y desde la armónica que aparece en el momento justo hasta la entonación usada al cantar "nací en una pirámide, junto a una vieja interestatal", recuerdan a los momentos más intimistas del Boss.
La vitalista "Wasted" vuelve a tratar con esa dicotomía instrumental -léase Synth Pop con melodías de influencias del más tradicional estilo Heartland- a diferencia de "Rings Around My Father's Eyes" que es absolutamente daliniana desde su concepción instrumental hasta su desarrollo melódico; desde su desolación conceptual hasta la entonación nasal con la que está cantada. Adam Granduciel no reniega de sus influencias más ciertas y no es casual que en "Occasional Rain", el corte que cierra el disco, éstas vuelvan a aparecer en una preciosa balada que pone en valor lo realmente importante: "¿Qué encontraré viviendo esta vida sin ti?"
"I Don't Live Here Anymore" es sensiblemente más corto en duración que los anteriores discos al haber acortado esos desarrollos instrumentales "in crescendo" que adornaban de épica las canciones. Ahora son más sencillas no en su composición, que también, sino en la intensidad, que ahora es menos patente. También adolece de cierta falta de ganchos en forma de canciones, esto es, no existen temas como "Under The Pressure", "Red Eyes" o "Up All Nights", pero aun así alberga buenas canciones en su conjunto. ¿Realmente este era el disco que se esperaba? Pues a lo mejor no, pero si es el disco que tocaba hacer y seguramente, y sin seguramente, será bien recibido sobre todo porque la concepción estilística y narrativa de The War On Drugs se presta a ello, a unas palabras un tanto grandilocuentes para expresar sensaciones que quizás se encuentren más cómodas con palabras sencillas. The War On Drugs han facturado un disco aparentemente sencillo, con una adecuada producción a cargo del mismo Granduciel y del ingeniero canadiense Shawn Everett; un disco correcto e impecable de escucha fácil y agradable y con todos estos ingredientes no se puede hablar de un disco decepcionante ni mucho menos. Posiblemente sea sobrevalorado en una primera instancia antes de que se le califique como lo que es, un disco de transición, un disco para superar una crisis quizás más existencial que real y todo ello resuelto de forma brillante y que, por supuesto, mantiene todas las expectativas.