Por: J. J. Caballero
Debería estar prescrito por ley o recetado regularmente por sanidad un tratamiento de shock periódico que nos centrara las neuronas y sanara muchas mentes enquistadas en el pasado, pero en el peor sentido. De eso, de música del pasado traída al tiempo presente (“Old sounds of modern music” no podría ser un título más explícito para un disco de estas características), va precisamente la receta de los barceloneses Stay en su nueva y esperada entrega. Un método y unas formas casi diríase que necesarios en los tiempos que corren, en los que parece que revivimos catástrofes remotas en el tiempo y debemos adaptarnos, en contra de nuestra voluntad, a un nuevo orden mundial que se presume de todo menos halagüeño. Hacer música con unos rasgos tan definidos no solo dota de personalidad a una banda, sino que la hace poco menos que indispensable.
En este disco hay esencias stonianas y sombras de Primal Scream y de otros nombres básicos de la escena británica de los noventa, pero también referencias de la psicodelia sixty e inspiración sólida en el rock progresivo, de la rama más inteligible, por supuesto. Así se percibe en “Look to the other side” y se confirma en la rabia indisimulada de la magnífica “Get going”. Es este un pop recio, contaminado de tradición y vitaminado con paisajes instrumentales dignos de otras épocas. Por abundar en ello, “Tomorrow never knows”, la joya lisérgica de los Beatles, les viene de perlas para refrendar su pasión por ese tiempo y ese sonido con impronta propia. Por algo llevan ya dos décadas flirteando, o mejor dicho, profundizando poco a poco y sin pausa en esa conjunción casi perfecta de las hechuras del britpop con una recreación del sonido americano aumentando el número de guitarras y añadiéndoles unas certeras dosis de sitar y efectos. Una verdadera demostración de poderío, en resumen. En esas están cuando son capaces de asimilar la grandilocuencia de unos Oasis y revertirla en la energía positiva de The Faces, o enraizarse en las estudiadas divagaciones de Pink Floyd para llevárselas algunos años atrás, cuando los Love de Arthur Lee eran una más de las bandas de culto en la jungla sonora de la costa Oeste. Por eso “No way out” y “Old times” suenan como si estuvieran tocando con ellos como teloneros, o viceversa, en cualquier punto de la década de los sesenta, y “You make me feel alright” nos hace desear volver a ser hippies y dejarnos arrastrar por el colchón de teclados, acústicas y percusiones mientras la marihuana nos sumerge en el delicioso pozo sensorial del que nunca debimos salir. Delicioso momento, en otras palabras.
Hay que valorar a grupos como Stay en la justa medida que dan canciones con la perspectiva y la efectividad de estas once piezas maravillosas. Tal vez pocos y pocas alcancen a ver la importancia que tienen músicos como estos, y aún menos a dedicarles las escuchas que merecen. Mientras tanto, los viejos sonidos de la música moderna que de verdad nos gusta nos acompañarán a muchos durante el tiempo incierto que, una vez más, está por venir.