Por: Javier Capapé
Fotografías: Ana Benito
Los “Pilares” nos dejaron algunas sorpresas en forma de conciertos más que interesantes, a pesar de que los actos festivos iban a ser más comedidos. Ese fue el caso de la reconversión de la “Gira Silente” de Jorge Drexler (que tuvo que pararse de forma abrupta el año pasado debido a la pandemia), que puso su broche final en Zaragoza el miércoles 13 de octubre.
La última gira del músico uruguayo le ha tenido ocupado por los escenarios españoles entre junio y octubre de este año, antes de que el artista vuelva a recluirse para grabar nuevo material con el que dar forma a su próximo disco, tal y como comentó al publico zaragozano que llenaba el recinto al aire libre del Jardín de Invierno del Parque José Antonio Labordeta en la capital del cierzo.
La noche era fresca, pero las canciones nos transportaron e hicieron que el ambiente se caldeara rápidamente. A pesar de haber pasado varios años sin escuchar su música en directo, volver a verle fue reconectar con unas canciones eternas, siempre infalibles y encaradas con mucho gusto. Escuchar “Milonga del moro judío”, con la que arrancó el concierto, o “Al otro lado del río” (que dedicó a Mercedes Sosa, confesando que le hubiera encantado que ella la hubiese cantado) hacen que nos sintamos en casa, al calor del fuego. Seguros y reconfortados.
De la misma manera que las canciones de Drexler son una conexión directa con la tierra y la tradición, el músico asume riesgos, no se queda quieto, y verle en directo de una gira a otra cambia por completo su perspectiva. Tan pronto podemos encontrarle solo con su guitarra como con una numerosa banda o en este caso en formato trío, junto a Borja Barrueta a las percusiones y Meritxell Neddermann a los teclados. Una formación que encaró con gusto canciones clásicas del músico dándoles algún nuevo toque pasado por un poco de funky, como ocurrió con “Inoportuna”, o acercándose al RnB al interpretar “Guitarra y vos”, en la que Drexler se atrevió con el bajo, algo que también hizo para afrontar “La trama y el desenlace” y “La edad del cielo”, que estremeció enormemente bajo los suaves coros de los asistentes.
No se olvidó Drexler de que lo suyo es la canción de autor y los aires latinoamericanos al cantar la grácil “Asilo”, la balsámica “Sanar” (que dedicó a los sanitarios) o la jubilosa “Los transeúntes”, donde se dejó notar el virtuosismo a los teclados de la joven Neddermann, que también nos conquistó con su delicadeza a los coros en “Toque de queda”, canción con un doble sentido evidente tras los últimos veinte meses. El mismo que se consiguió con “Polvo de Estrellas”, con la que inevitablemente nos vinieron a la cabeza todos aquellos que nos han dejado en este tiempo (“Una vida lo que un sol vale”). A pesar de que pueda parecer que lo suyo es la guitarra de palo, como demostró por ejemplo en “Pongamos que hablo de Martínez”, predominó en escena el uso de la eléctrica para dotar a las canciones de mayor versatilidad. Se acordó de todo su equipo y les dedicó la maravillosa “Salvapantallas” (uno de los rescates de sus primeros discos más celebrados) así como el concierto de despedida de esta gira tan especial que le ha devuelto a los escenarios tras un parón que se estaba haciendo demasiado largo. Para celebrar este final allí estaba en los controles su amigo y productor Carles “Campi” Campón, cada día más presente en discos tan populares como los últimos de Vetusta Morla o Xoel López, que nos brindó un sonido claro y brillante, dando espacio a los silencios y los detalles.
Uno de los puntales de la filosofía de este músico es lo que reza su canción “Movimiento”. La premisa de no dejar nada quieto, el gusto por el riesgo y los desafíos o la satisfacción que pueden generar los cambios. Y eso es lo que ha definido siempre su música, que no ha parado de estar en movimiento, que no se ha conformado con una fórmula que le haya dado cierto éxito, que ha exigido a aquellos que le siguen, pero que igualmente les ha regalado el gusto por descubrir siempre algo nuevo. Porque su música no es estática, valora los silencios al igual que la innovación, se regodea en lo clásico a la vez que abraza la modernidad. Y es que mucho de eso desprenden canciones como “Bolivia”, “Silencio” y por supuesto “Movimiento”, que también sonaron el pasado miércoles, al igual que “Telefonía” o “Sea”, felizmente coreadas por todo el público.
Hubo risas, concesiones y sorpresas en un repertorio que terminó derivando más hacia sus primeros discos que a centrarse en los dos últimos más experimentales. Por supuesto que hubo tiempo para sus imprescindibles (pocas canciones pueden suponer un mejor broche final de comunión con el público que “Todo se transforma”) e incluso para presentar su más reciente creación, esa “Guerrilla de la Concordia” a modo de góspel que bordaron sus escuderos y que nos dejó su consistente poso con una de sus letras más acertadas y que más invitan a la acción de su extensa discografía: “Armémonos de valor hasta los dientes, amar es cosa de valientes”. Y es que eso es lo que demuestra siempre nuestro uruguayo más universal: ser un valiente. Porque pone por delante de todos sus proyectos el amor y la pasión por lo que hace. Los vive intensamente y es capaz de transmitirlo como pocos saben hacer con su público. Un acierto volver a apostar por el directo de Jorge Drexler, que siempre sorprende, que siempre transforma y que siempre invita a permanecer atentos y en movimiento porque “si no quieres que algo se muera no lo dejes quieto”.