Por: Juanjo Ordás
"Exilio Topanga" es el primer poemario de Bunbury. Que nadie espere letras de canciones, entrevistas o cualquier otra cosa relacionada con su faceta musical. Esto es poesía pura y dura, en la que a ratos se aprecia la influencia de colosos como Allen Ginsberg. Pero lo curioso es que en este libro Bunbury se muestra más desnudo que nunca, jamás se ha mostrado tan directo como en "Exilio Topanga", nunca ha enviado un mensaje tan claro. Tenemos a un creador, a su visión de la realidad y lo que ocurre cuando la pasa por el filtro poético moderno, de versos libres cargados de información, figuras e ideas. Bunbury muestra un muy buen manejo de la cadencia de la palabra, consigue equilibrio y tensión.
Precisamente, esa tensión es una constante a lo largo del libro. En resumen tenemos a un hombre y su familia que han decidido mudarse a una nueva casa y mientras lo hace salvaguarda en las páginas sus impresiones del mundo que le rodea. ¿Quiere el autor escapar de ese mundo? Casi que se contenta con estar alejado de él más que fuera de él, quizá consciente de que aún quedan vestigios de un pasado que estuvo bien pero al que tampoco echa de menos y de que el futuro algo bueno traerá. Gracias a su postura, mirando de frente pero desde esa distancia que pretende encontrar. En "Exilio Topanga" hay grito e ironía, dolor y humor, serenidad y cierta sana locura. La cuestión es que atrapa y deseas saber cuál será la reflexión del autor sobre lo siguiente que se cruce en su existencia diaria. ¿Un boletín de noticias? ¿Un programa de televisión? ¿El panorama urbano? ¿Una colina sin rastro indígena? ¿Un felino que busca hogar? Una escaparate constante de lo divino y lo humano, porque aunque parece que lo primero, lo divino, no tiene lugar en el libro, lo cierto es que se filtra en forma del amor y la ilusión. Con todo lo distópico que encierra, "Exilio Topanga" es un intento de encontrar el interruptor de la luz en una habitación que se ha ido quedando a oscuras a lo largo de una tarde lluviosa. Los poemas son las manos de un autor palpando la pared, seguro de que en algún lugar se halla el botón que vuelva a iluminar la estancia, porque no es momento de esperar al nuevo día, sino de crear el confort de uno y los suyos.
Al final, uno se queda con la sensación de que las piedras en el camino no eran más que eso, piedras. Y que de alguna manera, el autor ha triunfado aunque haya sido por el mero hecho de observar qué es lo que socialmente está ocurriendo, saberse afectado y ponerse en movimiento para en encontrar remedio o algo que se le parezca. ¿Merece la pena acompañarle en la gesta? Claro que sí. Sin duda, al elegir un enfoque moderno y un tanto ácrata a la hora de escribir, Bunbury ha conseguido zambullirse en el medio con una facilidad que quizá no ha sido tal, pero que le sienta muy bien.