Por: Javier González
Fotografía 1: Ramón Collado
Fotografía 2: Javier Rosa
Malasaña sigue siendo el barrio predilecto para los rockeros madrileños, un lugar que pese a haberse gentrificado y estar copado por un patente aire de postureo, guarda en sus calles la magia de antaño, conservada en buena medida gracias a lugares míticos, repletos de historia, que han marcado la existencia de varias generaciones dotando de un pulso vital único a la ciudad y siendo refugio de personalidades variopintas que han logrado dejar huella en nuestra cultura.
Si uno piensa en el barrio, rápidamente acudirán a su memoria garitos míticos en los quemar madrugadas: “Tupperware”, “Free Way Bar” o “La Vía Láctea” serán algunos de ellos, los tres tienen el nexo común de estar relacionados familiarmente con un tipo de lo más interesante como David Krahe.
David es un tipo inquieto, gerente del mítico templo musical de la calle Velarde desde el año 1995, miembro fundador de Los Coronas y Corizonas, ex road mánager de Sex Museum, escudero de Josele Santiago en solitario y actualmente guitarrista de Los Enemigos; padre, marido, atlético convencido, amante de su Malasaña y rockero militante al que semanas atrás conseguimos liar para a través de su historia personal nos hiciera un recorrido musical por estas más de cuatro décadas de historia de “La Vía Láctea”, donde por extensión se cuenta la evolución de ese lugar tan concreto, entrando de lleno en aspectos sociológicos y matices vitales de un conglomerado de calles cuya historia va más allá de la música, llegando a marcar con carácter a la ciudad con su espíritu rebelde. Un barrio, Malasaña, donde la religión oficial es la música y se profesa en cada esquina, donde todavía hoy, fieles a su historia combativa, sobreviven contra viento y pandemia algunos de nuestros mejores y más carismáticos antros rock.
¿Qué tal? ¿Cómo ha ido todo este año?
David: ¿Siguiente pregunta? No quiero saber nada de este año.
A ti te pilla en dos de los bandos más perjudicados. Regentas un garito mítico y además eres músico. ¿Doblemente ingenioso o doblemente jodido?
David: No soy muy ingenioso, no es una de mis cualidades, así que como no me voy a reinventar de la noche de la mañana, me temo que estoy doblemente jodido. Ha sido un año desastroso. En la parte que tiene que ver con los grupos y conciertos no ha sido la peor porque he llegado a tocar algo en verano de 2020, poco, pero algo hemos tocado. En los meses en que “La Vía Láctea” estaba cerrada pudimos hacer algunos bolillos, que si bien no te resuelven la parte económica absolutamente nada, psicológicamente te dan la vida. De lo contrario, te ahogas.
Provienes de una familia eminentemente musical. ¿Cuáles son tus primeros recuerdos musicales?
David: Son de mi padre, que se dedicaba a la música desde muy jovencito de manera vocacional y tocaba muy bien la guitarra. Desde adolescente fue autodidacta, cantaba muy bien y montó un dúo de música con Rosa León, se llamaban Rosa y Jorge. Llegaron a debutar en TVE y daban conciertos regularmente. Mi padre tenía relación artística con mi tío Javier Krahe, quien debutó muy tarde, ya siendo un treintañero. Hacían canciones juntos, mi padre componía la música y mi tío Javier se ocupaba de los textos, algunas de sus composiciones salen en “La Mandrágora”, una de las más conocidas es “Nos Ocupamos del Mar”. Hay gente que al ver que en los créditos pone J. Krahe/J.Krahe, piensan que es una errata y que es solo de mi tío. Las primeras andanzas musicales de mi padre se remontan a finales de los sesenta y principios de los setenta. También tocó con Moncho Alpuente en Las Madres del Cordero. Mis recuerdos son de muy niño porque yo soy del setenta. Mi padre era muy fan de los Rolling Stones, siempre tocaba sus canciones y las cantaba en casa. Había un disco que le encantaba, “Exile on Main Street” (1972), sonaba en casa continuamente. Es doble y la portada es un collage de fotos muy pequeñas en blanco y negro. Dentro hay varias tiras de fotos de los Stones como las que te sacas en un fotomatón. Así que mi padre se fue a un fotomatón y se hizo unas fotos en plan cachondo y las pegó con mucho cuidado en la parte interna del disco como si él fuera un integrante más del grupo. Yo de canijo le veía en el disco y en casa le escuchaba tocando las mismas canciones que salían en el disco, así que yo llegaba al cole y cuando me preguntaban a qué se dedicaba mi padre les decía que mi padre era músico y que tenía un grupo que se llamaba Rolling Stones. Mi padre era un auténtico Rolling Stone en el sentido figurado, era un pieza de mucho cuidado. Así que en el fondo mi yo niño tenía razón, lo decía con la ingenuidad de un niño, pero la realidad me acabó dando la razón. Afortunadamente en los colegios de 1975 nadie sabía quiénes eran los Stones, si no, hubieran pensado que estaba loco.
Lo que sí estuvo ahí siempre fue “La Vía Láctea”, el sueño hecho realidad de tu tío Marcos. ¿En qué momento comenzó a convertirse en un garito de referencia?
David: Recuerdo los comienzos, aunque no le das la trascendencia que tenía en aquellos años. Tengo recuerdos de ir por las mañanas, cuando mi madre iba a ver a mi tío, su hermano. Mi madre ya había trabajado en bares con anterioridad. La primera experiencia que había tenido mi tío con el mundo de los bares fue siendo un chaval, él era del año 46 y en el 68 abrió una discoteca en Sigüenza, donde todavía se percibe el poder de las fuerzas vivas de verdad: ya sabes, la iglesia, el ejército y la guardia civil. Abre “El Mo-lino”, la única discoteca por aquel entonces de la provincia. Fue algo conflictivo, ya que para la mayoría del pueblo aquello era un centro de perversión; se cerró en el año 90. Allí llegó a pinchar Kike Turmix porque mi tío se llevaba a gente del equipo de Madrid. Mi madre era menor que mi tío, era una de las fundadoras de un local de la calle Libertad, “La Vaquería”, que era propiedad de varios socios. Ella era muy amiga de Emilio Sola y trabajó en el primer periodo del local. “La Vaquería” se abrió a mediados de los años 70 y al poco tiempo se cerró porque pusieron una bomba, en la misma calle había una sede de un grupo de extrema derecha. El local era el lugar de encuentro de la contracultura de esa época: hippies, melenudos, gente de izquierdas y rara era la noche en la que alguien no se quedaba a dormir en el local. El caso es que una noche estalló una bomba que habían dejado dentro y debió de ser un milagro que no muriera nadie. Piensa que mucha gente a cierta hora no podía volver a casa. Todo eso está contando de maravilla en el ensayo de Germán Labrador “Culpables por la literatura”, hay una foto flipante de los fundadores en la fachada del local y salgo yo con 5 o 6 años con toda la tropa. Con todo esto quiero decir que mi relación familiar con la hostelería viene desde muy niño. Todo ese acerbo, junto sus viajes al extranjero, es el que le sirve a mi tío Marcos para abrir “La Vía Láctea“ en el año 79, un lugar alejado de la clásica hostelería de café tertulia porque él buscaba un rollo más innovador y con un toque subversivo. Así que mis recuerdos principales son los que tengo yendo a los locales donde trabajaba mi madre: “La Vaquería” o también “El Armadillo” que estaba en Augusto Figueroa, previo a “La Vía Láctea”, también lo abrió mi tío Marcos con otro tío mío, Ricardo. Hay cuadros de “El Armadillo” que están en “La Vía Láctea”, uno concretamente es de mi padre que además de músico se manejaba de maravilla con los pinceles.
“La Vía” arrancó en un Madrid gris y eclosionó en un Madrid luminoso. ¿Qué te contaba la gente de aquellas noches que tú no viviste?
David: “La Vía Láctea” que recuerdo era de día y jugando a los marcianitos, al “Space Invaders”. Mi tío, nada más verme aparecer por ahí me ponía cien partidas gratis. Las noches de la primera época no las viví porque era muy pequeño, aunque vivíamos muy cerca, en el mismo barrio.
Sin embargo, musicalmente nunca te he tenido por un loco de la música de “La Movida”, digamos que tienes unas querencias más sixties, souleras, garajera-punk. ¿Qué te enamoró de aquellos sonidos?
David: No vas desencaminado. De serie venía muy marcado por las personas que modularon mi relación con la música. El primero, claro está, es el influjo de mi padre como músico, además mi casa era punto de encuentro permanente de otros músicos. Nosotros vivíamos en Embajadores, concretamente en el número 106, frente a una gasolinera y al lado de la cafetería “Manila”. Muy cerca estaban unos locales que se llamaban Faico, creo que anteriores a Tablada, que serán del 77 más o menos. Burning ensayaban allí, mis padres y Pepe Risi eran buenos amigos, les unían muchos vínculos entre ellos la música y las drogas. Risi era un tío con una personalidad arrolladora, un tío muy especial y un músico muy talentoso que a mí me fascinaba, te marcaba en tu selección natural a la hora de hacer cribas musicales. Después de mi padre, otra de las personas que me marca mu-cho musicalmente es Alberto García-Alix, otra relación sentimental de mi madre, de las más importante de su vida. No era músico, pero con sus pasiones tiene la misma capacidad de persuasión que para captar imágenes o atrapar conceptos y el rock and roll clásico es una de ellas.
Qué casualidad, estoy leyendo “Moriremos Mirando” de Alberto en estos días.
David: En ese libro Alberto cuenta muy bien cómo fueron esos años, la vida con mi madre y conmigo. También tiene fotos maravillosas de esa época. Tuvieron una relación del 76-81, antes de que estuviera con Ana Curra. En mi casa se escuchaba a Carl Perkins, Chuck Berry, Gene Vincent, Eddie Cochran, Elvis… continuamente. Trajo el rockandroll a mi vida siendo un niño, evidentemente luego tú te vas forjando tu propia personalidad. Alberto y mi madre me llevaban a menudo a los conciertos que se hacían en el teatro Martín, recuerdo ver a Crazy Cavan, me fascinaban. Otro concierto imborrable fue el de Robert Gordon como telonero de Ian Dury. Yo quería ver a Robert Gordon, pero solo tocó media hora y me agarré un buen rebote, de pronto aparece Ian Dury en el escenario y arrasa. De la escena española nunca me llamó mucho la atención gente como Alaska, pero sí Los Pistones, donde tocaba Ambite, amigo de Alberto, tenían un primer disco brutal. También Gabinete Caligari, a los que vi tocar con once o doce años varias veces, debían de ser sus primeros conciertos. Era en un local que se llamaba “El Salero”, uno de los socios era Ulises, el saxofonista del grupo. Allí también dio sus primeros con-ciertos Antonio Bartrina, que fue mi primer profesor de guitarra, con Malevaje.
A finales de los ochenta comienzan tus famosas pinchadas en las cabinas de los garitos malasañeros. ¿Qué bandas sonaban en aquel momento en el barrio?
David: Como pinchadiscos yo he sido un lactante musical de Kike Turmix. De Kike todo viene con un sabor bastante fermentado. Durante el verano del 88 empiezo a pinchar por las tardes en La Vaca Austera, un local que abre Monti, años antes ex – encargado de locales como “La Vía Láctea” y el “King Creole”. Yo cursaba COU, y la propietaria del local le fichó para desarrollar el concepto y la orientación de lo que se convirtió en La Vaca Austera, antes se llamaba Carcoma. Monti era un tipo muy brillante, un desastre absoluto en los números, pero inmensamente creativo y un gran relaciones públicas. Traslada allí la idea de “La Vía Láctea” de que haya un pinchadiscos distinto cada día de la semana. En “La Vía” había uno o dos residentes y muchos invitados o gente que tenía su día fijo. Monti desarrolló “La Vaca Austera” y al año se marchó de España por no sé qué tipo de problemas. Dio la vuelta al mundo, llegando desde Rusia a Guatemala, y allí se instaló y montó una carnicería que también se llamaba “La Vía Láctea”. Toma ya. Los pinchadiscos de La Vaca en aquellos años eran Poch, Josele Santiago, Ladis Montes, Kike Turmix… no recuerdo muchos más, la verdad. Monti se puso en contacto con mi primo Marcos y conmigo para pinchar allí porque los dos teníamos mucha sintonía y nos molaba el mismo rollo musical. Como no teníamos muchos discos, el Turmix, cuando tenía un aprieto, me decía: “David, tengo que irme al pueblo a ver a mi madre. Si me controlas a los gatos, les echas de comer y cambias la arena, te dejo mis discos para pinchar”. Sabía de sobra que tendríamos cuidado con los vinilos. Kike Turmix no te daba nada a menos que le dieras diez veces más. Así que me dejaba las llaves de su casa en Molino de Viento número cinco. Yo iba, cuidaba de los gatos y me tiraba allí las horas muertas, investigando. Radio Birdman, qué será esto… Los Barracudas, esto creo que mola. Aprendí latín. Fue mi universidad. Así fueron surgiendo las oportunidades. Los colegas se acercaban a verte y Angel Aparicio, que era encargado de “La Vía” y curró mucho con Kike Turmix, lo vio rápido. Angel es otra persona que representa uno de los momentos más activos, creativos y brillantes de la historia de La Vía Láctea. Gracias a eso me dieron la primera oportunidad para pinchar allí por la noche. Fue el 17 de Agosto de 1988, al día siguiente hubo un incendio desastroso en “La Vía Láctea”, salió en tosa la prensa de aquel entonces, y yo curré la noche anterior, vaya estreno.
Aquella era una Malasaña muy garajera, pero no sé si antes, durante o a raíz de aquellos comienzos tuyos…
David: Eso fue gracias a gente como Kike Turmix y Ángel Aparicio, ambos eran muy garajeros. Una de sus insignias era la portada del primer disco de 13th Floor Elevators. Trajeron bandas como Sonics, Creations, Shadows of Night, todo el garaje de los sesenta y el revival de mediados de los ochenta de los Chesterfield Kings y los Lyres. Introdujeron todo el rollo garajero que sonó en Malasaña durante muchos años. En La Vía están juntos un par de años aproximadamente, 85 y 86, y Kike se va luego a pinchar a “El Agapo”. El último día de Ángel en La Vía fue el día del incendio, allí perdió parte de su colección de discos y un archivo fotográfico enorme. Tardó tiempo en recuperarse del golpe anímico, lo hizo ya como primer programador musical de la sala “Siroco”, que creo que abrió hacia el año 90.
Aquel periodo legó bandas únicas… Sex Museum, Pleasure Fuckers, Los Enemigos…
David: Sex Museum y Los Enemigos ya existían, los Fuckers se fundaron en el 87-88. También estaban Los Desperados, donde tocaban los hermanos Martín, Guille fue pinchadiscos de “La Vía”. Fíjate si paraban allí. Antes del año 85, los pinchadiscos más importantes fueron… Pepe Ugena, promotor musical y dueño de Record Runner, su socio, Ricardo Rodríguez, Diego Manrique, también estuvo Nacho Campillo, Luis Mario Quintana, Javier Bólido que es de la transición garajera… En 1985 ya entran los cachorros de esa generación, me refiero a Kike Turmix y Ángel Aparicio. El Turmix después se va a “El Agapo” y es entonces cuando Guillermo Martín se queda de pinchadiscos principal. A partir del incendio se incorpora Manolo Calderón de cabeza de cartel. El incendio fue catalizador de cambios tanto en la dirección como en la programación, ya que ellos cogen las riendas de la orientación musical de La Vía. En Febrero del 90 hay otro cambio radical, porque Guille, Manolo y Luis Mario se van al “Louie Louie” y entro yo a pinchar a diario.
Por cierto, Diego A. Manrique era otro de esos dj´s míticos de “La Vía Láctea”, muchos gallos para una única cabina. ¿Había más hermandad o conflictos en aquellos días?
David: Diego A. Manrique es un pinchadiscos de los más importantes de los inicios de “La Vía”, está retratado con todo el staff original, donde sale mi tío retratado con un rifle. Depende. Seguro que había conflictos puntuales y mucha rivalidad. Los pinchadiscos tienen un instinto adoctrinador, llegar tarde al descubrimiento de una banda no te da mucho prestigio. Hay que marcar un camino distinto. Lo he visto con Chema Rey y Diego Manrique, ambos burgaleses. Lo he visto con Kike Turmix y Guille, eran colegas, pero Kike le reprochaba poner siempre lo mismo y todo muy light. Por eso acabó en “El Agapo” que dentro de Malasaña tenía un concepto de bar más zurrón. Allí sonaban mu-cho MC5 y los Stooges. De ahí para arriba con Motorhead, etc…
Más cercano al estilo del “Nueva Visión”.
David: El Nueva era muy ramoniano, aunque Los Ramones se escuchaban en todos los bares. Se escuchaban en “El Malandro”, “El Agapo”, “La Vaca Austera” y “La Vía Láctea”, que hasta la apertura del “Louie Louie” eran los locales más importantes de Malasaña en esos años.
¿Cuál era la estética del barrio marcados por el final de las luces de neón de “La Movida” y la ya patente marca de las drogas?
David: De niño vivíamos en la calle Embajadores y en el año 75 nos trasladamos a Malasaña, a la calle Marques de Santa Ana, primero en el 10 y luego en el 25. He disfrutado de la agitación del barrio desde una posición privilegiada, también de los despropósitos, ya que Malasaña ha estado muy vinculada al mundo de las drogas y la violencia durante mucho tiempo. Hay que reconocer que en esa época no era un barrio seguro. He visto escenas muy desagradables que no tendría que haber visto ni yo ni ningún niño. Malasaña sufre un cambio muy fuerte a partir del año 1995, coincidiendo con el plan de rehabilitación del eje de la calle Fuencarral. La plaza del 2 de Mayo se rehabilita urbanísticamente. La consecuencia es que no se podía aparcar en la calle, se eliminaron las aceras. Hay fenómenos muy curiosos y positivos que son consecuencia directa de esa remodelación, por ejemplo, se desplaza todo el trapicheo de drogas a otras zonas adyacentes. El Dos de Mayo se vuelve una plaza atractiva para todo el mundo, habitada mañana, tarde y noche. Desaparecen los camellos y los yonkies, que dan muy mala imagen del barrio y aparece el fenómeno del botellón. Siempre se ha hecho botellón, toda la vida, pero de un modo distinto, más individual. El concepto masivo se padece gradualmente a partir de 1995. Las obras de rehabilitación duraron muchos meses así que dio tiempo a que se asentara la costumbre de beber al aire libre porque las calles estaban cortadas al tráfico y lo que al principio era una anécdota acabo incrustado en la rutina de la gente más joven.
Era una época de vivir de noche, de mucho rock, apariencia de desfase, conciertos en cada esquina y mucha heroína en las calles. ¿Es cierto el mito?
David: Justo yo he vivido los años de transición del tipo de vida más tradicional a los años de la gentrificación. Es un vecindario que se siente representado por el peso de la historia del barrio. En los años 70 y 80, cuando yo era pequeño, el barrio cambiaba radicalmente por la noche. Por las mañanas no veías una cazadora de cuero, veías abuelos, gente humilde, currante. A mediados de los 90 Malasaña se vuelve atractivo para las nuevas generaciones de la bohemia que habita Madrid, muy distinto a décadas anteriores, cuando el barrio estaba poblado eminentemente por gente mayor. A partir del año 95, se veían escritores, directores de cine y músicos que no solo van a tomar algo arrastrados por la noche, se dan cuenta de que es un barrio que mola, barato y que lo están arreglando. Luego Malasaña siempre ha tenido una relación conflictiva con el poder, a mitad de camino entre la gentrificación de entonces y la subversión al poder de toda la vida. Moncho Alpuente lo contaba muy bien, muy lúcido y tenía un dominio de la retó-rica aplastante. Recuerdo escucharle hablar del Madrid histórico, su familia era de la calle del Pez, habían tenido un negocio allí, conocía la historia y las pulsaciones emocionales del barrio al milímetro. Contaba que en Malasaña ha habido tabernas para echarse unos bailes desde tiempos de Felipe IV. Por lo visto se lo intentaron cargar en la calle San Vicente Ferrer, debía de ser muy golfo, pero a pesar de ser una conspiración promovida por una parte de la nobleza se le echó la culpa a la gente del barrio y todo acabó en una represión brutal, con una orden de cortarle una mano a todos los varones mayores de once años. Moncho también fue el animador de una campaña malasañera contra las restricciones al consumo del tabaco, lanzando una canción coral, "Todos por el humo". Era una batalla que había que pelear, aunque supiera que estaba perdida de antemano: se trataba de defender la libertad del individuo. Otro ejemplo de los contrastes es Esperanza Aguirre, vecina de un barrio en el que la mayoría de sus vecinos votan a las antípodas ideológicas del partido que ella representa. Malasaña es un choque continuo.
En paralelo comienza tu actividad musical junto a Los Coronas, allá por el año 1992. ¿Qué te impulsa a montar un combo instrumental?
David: La culpa es de Fernando Pardo, amigo mío desde antes del año 1991 poco antes de montar Los Coronas. Fernando había hecho un intento de banda instrumental con dos miembros de Pleasure Fuckers, Mike Sobieski y Barnaby Bowles, éste último actual director de Mercury Wheels, y José Bruno, batería de Sex Museum. Dan algún bolo, aunque la cosa no acaba de cuajar. Mike era mi profesor de guitarra en aquella época. Fernando pinchaba en “El Agapo”, mi pareja curraba allí. Yo también pinchaba allí en aquella época y tocaba en una banda de punk-rock. Uno de mis músicos favoritos era Link Wray, que fue guitarrista de Robert Gordon, ya te he dicho que me flipaba desde niño. Le compré un amplificador a Fernando, conectamos, había visto a Sex Museum en directo y me molaban mucho. Fernando y yo nos hacemos colegas rápidamente, pronto nos damos cuenta de que tenemos gustos musicales muy similares. El venía de la tradición musical mod, muy distinta a la de los rockers, que generalizando eran muy cerrados, los mods no, eran mucho más abiertos. Dos universos en choque por cosas que no tenían nada que ver con lo musical. Fernando era de estética mod, parka, botines y trajes, pero con chapas de Stray Cats o Chuck Berry, ya que musicalmente le flipaba el rock and roll clásico. Mientras que en el “King Creole” no veías a un rocker con una chapa de The Jam, porque simplemente no los conocían. Fernando y yo entablamos relación, Link Wray hace de pegamento. Nos vemos a diario a la luz de interminables partidas al “Jungle Run”, un pinball flipante de millones de luces que había en una esquina a la entrada del “Agapo” y decidimos montar una banda. Me dice que tenía un proyecto con el batería que era “El Niño”- José Bruno- y el bajista que era Pablo Rodas, así que empezamos a hacer canciones.
¿Cuál es el secreto para estar recorriendo cuatro-cinco décadas al frente de un garito
con lo que quema la noche?
David: Empecé a pinchar en el 88 y estamos en el 21, aunque sea trampeando un poco las fechas, he surcado cinco décadas distintas. Te puedo decir que me he dejado mi hermosa melena currando de noche y solo me he dejado mi hermosa melena porque siempre he tenido mucha voluntad y me he cuidado mucho. No he cometido excesos con el alcohol o drogas. Sobre todo porque he visto en primera persona las consecuencias del abuso del alcohol y otras drogas desde muy niño. He perdido a mis padres por eso. A mi padre no, murió en un accidente de moto, pero sí a mi madre. Yo les llamo la gene-ración perdida. Hace años escribí un artículo sobre mis recuerdos de niño hablando de un montón de personas brillantes que habían quemado su vida muy jóvenes, lo llamé “Los persuadidos”. Toda mi infancia me ha dado una información muy valiosa sobre las consecuencias del abuso de las drogas. El uso que hagas de ellas es distinto. No quiere decir que no haya probado las drogas, las he usado como forma de diversión muy coyuntural y de forma muy light. ¿La hostelería y la música?…creo que quizás uno de los motivos por los que he aguantado es por el equilibrismo entre las cosas buenas de los dos mundos. También estudié filología alemana, haciendo uso del derecho a la pereza, tardé más años de la cuenta, lo que me permitió profundizar. Hacía todo a la vez, estudiar, tocar y llevar un bar. Me he beneficiado mucho de todo ello. En el año 90, Cristina Lorenzo era la encargada de “La Vía” y me ofrece pinchar. Yo era un chaval de 19 años que venía con un rollo musical nuevo, sonidos distintos y la insolencia propia de la edad. Lo que ponían Guille y Manolo Calderón era más clásico, mientras que yo venía con cosas del sello Sub Pop, SST, Crypt, etc, sin abandonar la identidad musical de siempre. Mi tío no quería tener un problema con la familia y no quería correr riesgos, piensa que tenía 19 años y no quería que me volviera loco. Como él tenía la última palabra, dio el ok con la condición de que si yo dejaba de estudiar mi relación con “La Vía Láctea” se acababa. Nunca dejé de estudiar, pero te confieso que había años que me matriculaba de cuatro y no me presentaba a ninguna. No podía. Tocaba, pinchaba y era el road mánager de Sex Museum, lo fui de 1992 a 1995. En esa etapa Sex Museum tocaban fácilmente cuatro días a la semana, de las bandas que más tocaban del panorama alternativo de entonces. No podía ir a clase y apenas me presentaba a los exámenes, pero tampoco hacía el gilipollas. No dejé de estudiar, ni me dejaba de matricular y hubo años que me tocaba pagar de mi bolsillo terceras y cuartas matrículas, pero me comprometí con mi tío y acabé la carrera.
Eres parte de una extensa gama de garitos hermanos, “La Vía”, el “King Creole, más tarde “Free Way” y el “Tupper Ware”, no sé si hablarte de una endogamia rockera, Malasañera, con bandas y garitos entrecruzados…
David: La relación “Free Way”, “King Creole” y “Vía Láctea” es evidente, todos fueron montados por mi tío Marcos. El “King Creole” y el “Free Way” representan distintas etapas del mismo local.
¿Es cierta la leyenda urbana de que es un pub traído mueble a mueble de Australia?
David: Cuenta la leyenda que lo trajeron de Australia, pero no es verdad. Mi tío le dio una vuelta al concepto del “King Creole”, quería quitarse el estigma de la mala imagen del rockero conflictivo. Fue un local que funcionó muy bien, pero antes hemos hablado de que Malasaña tuvo una época con mucha violencia. En aquellos días paraban por allí una banda llamada Los Franceses, eran rockers, gente muy violenta, algunos muy malos con delitos de sangre a sus espaldas. Para quitarte a esa gente de encima tienes que escudarte en un equipo de gente capaz de ponerse muy seria si hay que hacerles frente. Fueron años duros y violentos. Mi tío estaba tan cansado de los problemas que se generaban en torno al local que los beneficios no compensaban y decidió hacer borrón y cuenta nueva. Cerró el local y planteó una reforma. A raíz de la adjudicación de los Jue-gos Olímpicos a Sídney todo lo australiano adquiere connotaciones muy positivas, así que se le ocurrió montar una cervecería australiana e inventa un concepto con algo de verdad y mucho de marketing. De ahí viene el logotipo y el eslogan: “I am here for the beer”. Y la cerveza por excelencia del local era la Fosters australiana. Detrás de todo estaba la cabeza de mi tío. La relación con esos locales es directamente familiar. La del Tupper es conyugal, es de Cristina, la madre de mis hijos, y sus hermanos.
¿Cuándo te haces cargo de “La Vía”?
David: Me hago cargo de “La Vía Láctea” en el 95, los años anteriores soy la mano de-recha de Cristina Lorenzo, la encargada hasta entonces de La Vía. Es un momento de cambios sustanciales: nace mi hija Sarah y la misma semana pierdo a mi madre, dejo de ser tour manager de Sex Museum… la vida me cambia por completo.
Camino del siglo XXI, casi cuando Los Coronas comienzan a acariciar el éxito con- “Surfin´ Tenochtitlan”, hablamos de 2006. ¿A qué crees que se debió?
David: Ese disco se graba a raíz de girar por México. Nos alojamos en la Plaza del Zócalo, donde está la catedral de México, construida con las ruinas de Tenochtitlan, con las piedras de sus restos y sobre el yacimiento de la antigua ciudad. No sabría decirte si es solo un factor el culpable. Uno de ellos, sin duda, es consolidar la formación más estable y creativa de la historia de Los Coronas. Loza ya llevaba tocando unos cuantos años en el grupo, pero Javi Vacas entra a formar parte de Los Coronas poco antes de grabar ese disco. Las sinergias que logramos entre todos, unido al giro que queremos darle al grupo empiezan a dar resultado. Veníamos de grabar “Caliente, Caliente” como trío, Loza, Fernando y yo. El disco tiene un efecto catalizador en el sonido del grupo. Ahí introdujimos por primera vez el sonido de la trompeta de Óscar Ybarra, que se hace mucho más presente en “Surfin Tenochtitlán”.
Y ahí fue cuando el diablo os tentó en mitad del desierto...
David: Sobre el 2009 ocurre otro detalle que nos ayuda mucho. Nos pilla en un momento creativo brutal, tenemos la formación más estable de siempre, solo ha cambiado el trompetista, se incorpora Yevhen Riechkalov, nuestro trompetista ruso. Era la formación ganadora. Javi venía con una energía muy potente, no solo a nivel creativo sino en otros aspectos. Fernando y yo nunca fuimos demasiado exigentes con ciertas cosas, nos llamaban de cualquier lado y tocábamos gratis, pagando a los demás y nosotros sin cobrar un duro con tal de dar algunos conciertos. Javi le dio un giro más exigente en lo profesional, tenía una agenda de contactos brutal, además venía de tocar en La Vaca Azul, con Amparanoia y de recorrer de cabo a rabo el circuito del blues: las giras del “sin comer, sin dormir y sincomilpesetas”, a talego por concierto. También nos ayuda mucho un acuerdo con I Wanna Management, la agencia de Víctor y Pepe. Había mucha energía creativa y teníamos el empuje de Javi Vacas y el crecimiento de la mano I Wanna. Hay una baza que aprovechamos también, llamamos la atención de Little Steven, guitarrista de Bruce Springsteen. Nos hace una oferta por el catálogo de Los Coronas y le decimos que no, eso llama la atención de los medios de comunicación. No le decimos que no por chulería, ni mucho menos, porque nos tiramos meses negociando. Hablo con John Luongo, que es quien lleva todo lo relacionado con Wicked Cool, el sello de Little Steven. Al chequear los movimientos del sello veo que está parado. Fichan los grupos que le molan a Little Steven aprovechando que éste se recorre el mundo mientras está de gira con la E Street Band. Nos llaman de la oficina de Steve Van Zandt y nos invitan al concierto que va a dar Bruce Springsteen en Madrid. Nos reunimos con Steve Van Zandt en su camerino poco antes del concierto y lo primero que nos pregunta es quiénes son los dueños de los masters de nuestros discos. Cuando le contestamos que son nuestros se le abren los ojos: lo ve muy claro, música instrumental y dueños de todo. Nos dice que habláramos con John Luongo, el mánager de su sello. Económicamente la oferta por la compra de los derechos y el master de nuestros discos no estaba mal. Lo vamos pensando y al poco tiempo nos vamos a tocar al “South by Southwest” de Austin, donde también estaba él, y coincidimos con los Boss Martians, una banda americana que son buenos amigos nuestros porque también han estado en la escena de surf instrumental. Allí nos enteramos que Little Steven también los ha fichado para el sello pero que su disco está en un cajón sin ser publicado. Hablo con Luongo y le digo que económicamente la oferta nos parece bien, pero que queremos vincular el acuerdo a la publicación física de nuestros discos en EEUU y el resto del mundo. Justo ahí comienza a sonar muchas veces “but, but, but”. Le dije que si no era así se olvidara de nosotros porque hay una moneda que vale más que su dólar y es nuestro prestigio. No hay acuerdo si no se publican los discos. Teníamos la sensación de que había más interés en los derechos editoriales y de sincronización que verdadero interés en apostar por el grupo en el mercado americano.
Otra de tus facetas es la de acompañar a Josele Santiago en sus conciertos.
David: Tuve la oportunidad de hacerlo un par de veces en momentos muy puntuales, durante la gira de “Las Golondrinas”. En un momento dado Josele me pregunta si podía hacer unos conciertos para sustituir a Pablo Novoa. En esa época yo ya tenía serias dificultades para poder cuadrarme con mi trabajo en “La Vía Láctea”, así que le dije que no. Hubo otro acercamiento y tampoco pude. A la tercera vino la vencida, Nico Nieto, sustituto de Novoa, deja la banda porque le llaman Hombres G para una gira de 80 conciertos. En tres meses de curro Nico pagaba su hipoteca. Josele se ve agobiado y nos pilla en un momento en que Sex Museum acaparan el calendario de conciertos, así que yo estoy liberado. Le digo que sí, no puedo negar tres veces a Josele. Empiezo a tocar con él en 2005 y hasta ahora.
¿Te sientes más como escudero en Los Enemigos o como cabeza visible?
David: En Los Enemigos somos todos cabezas visibles, en el sentido estricto y literal. Somos todos muy calvos. (Risas)
Entiendo entonces que todo quedó aparcado por esta nueva aventura.
David: Se quedó todo en “stand by”, algo que ha alterado el calendario de todos los demás proyectos. Es inevitable. Tocar con Josele en solitario se compagina bien con Los Coronas y Corizonas, ya que estos últimos funcionamos muy bien en festivales. Hasta ahora siempre nos hemos juntado para grabar y tocar puntualmente, pero nunca hemos hecho giras largas ni se han hecho muchas salas. Pero cuando surge la oportunidad de tocar con Los Enemigos al principio me plantean una sustitución, miro el calendario y voy para adelante. Al final debuté con Los Enemigos un 23F en Las Palmas… Luego Josele me dice que tiene canciones nuevas y que quería grabarlas, hablo con Javi, Loza y Fernando y les digo que si grabo con Los Enemigos es otro grado de compromiso. A mí me apetecía muchísimo hacerlo, pero sin tensiones ni conflictos y tampoco quería hacer las cosas a medias. Entonces se junta con que Los Coronas decidimos hacer uno de nuestros clásicos barbechos y como en ese momento Corizonas no estamos tocando por-que estamos preparando la grabación de nuestro tercer disco, entienden perfectamente que tendría que darle prioridad a “Bestieza”.
En ese momento, ¿cuál era la situación de compromisos con otras bandas?
David: Eran los últimos conciertos de la gira “Señales de Humo”, la idea si acaso era reactivar Corizonas. En la segunda mitad de 2019 Los Coronas hicimos todos los con-ciertos que teníamos previamente cerrados y paramos en el mes de octubre. Nunca hemos querido saturar ni alterar los calendarios de los proyectos que compaginamos: Sex Museum, Los Coronas y Corizonas. Durante mucho tiempo se han simultaneado con facilidad las agendas de Sex Museum y Los Coronas, aunque ellos eran la banda que más tocaban. También es verdad que en esa etapa yo andaba muy liado en “La Vía”, no tenía gente de confianza y tarde muchos años en tener un grupo de trabajo que me permitiera salir a tocar fuera continuamente. Hasta ese momento era todo muy natural. Poco a poco el crecimiento de Los Coronas va a más, la gente lo demanda, y tuvimos que empezar a racionalizar el tiempo que le damos a cada proyecto. Darle cierto orden, programar fechas de las giras de salas y festivales, así como los correspondientes descansos. Al plantear el calendario de presentación de un disco vemos que nuestra capacidad para defenderlo es de dos o tres años. Si salen cosas durante ese intervalo se supeditan al proyecto que está en activo en ese momento. Tenemos tres grupos que rotan. 2019 era el año natural de Sex Museum y su último trabajo hasta la fecha, mientras que Los Coronas paramos meses antes de la pandemia. En Septiembre de 2019 grabamos “Bestieza”, el disco salió el 6 de marzo de 2020 y se puso número uno en las listas de ventas una semana antes del confinamiento, después llegó todo el mogollón…
El nuevo disco de Corizonas tiene una apariencia muy cañera, tanto a nivel de textos como en la propia crudeza de los temas, de las guitarras… ¿Es la realidad de todo el álbum?
David: Sí, es un disco que conecta más directamente con el primero que con “Nueva Dimensión Vital”, que fue el que marca el paso al castellano. Musicalmente este es más de banda de guitarras. En “NDV” damos dos pasos de golpe respecto de nuestro primer disco: un cambio en el idioma y al mismo tiempo una evolución del sonido del grupo, quizá fueron demasiados cambios de golpe para nuestra audiencia. Actualmente la principal diferencia es que la banda es un quinteto formado por tres integrantes de Los Coronas, Javi, Loza y yo, y dos de Arizona Baby, Javi y Rubén. Fernando se marcha en los primeros ensayos, muy al comienzo. Supongo que vio sus prioridades, giras y producciones y dijo: “Aquí hay guitarras de sobra, tirad vosotros”. El disco lo hemos grabado durante el confinamiento, hablo del confinamiento más estricto. Aunque previamente habíamos podido grabar algunas maquetas en el local de ensayo, la mayoría de los temas se han grabado después, sin vernos en el local. Según iban saliendo las ideas, las grabábamos en los estudios domésticos de cada uno, con muchas llamadas de teléfono y mail. Ha habido mucho ensayo y error, una manera distinta de trabajar, producto de las necesidades. O buscas soluciones o te quedas parado. Por suerte todos tenemos equipo suficiente para grabar en casa en buenas condiciones.
¿Por dónde pasa la enésima vuelta de tuerca del mejor garito de Malasaña?
David: En cuidar a nuestra gente: un grupo de currantes insuperable que se ha dejado la piel en el peor momento y a nuestros incondicionales, sin cuyo apoyo no habríamos sobrevivido. Hay que mantener fuerte la imagen del local, son 42 años de noches memorables, hay que conservar intacta nuestra identidad musical que es uno de los principios fundacionales de La Vía: de lo bueno lo más conocido y de lo más conocido solo lo mejor. También habrá que darle una manita de pintura a las paredes de vez en cuando para prolongar nuestra batalla con los idiotas que tienen que estampar su nombre por donde pasan y mantenernos lo más alejados posible de cualquier tipo de moda, porque la moda es lo único que pasa de moda, su esencia es pasar y La Vía Láctea vino para quedarse y ver pasar por sus puertas a una generación detrás de la siguiente.
Vamos a cerrar si te parece. ¿Qué futuro le auguras a tu eterna unión musical con los garitos?
David: El que controla el presente, controla el pasado, y el que controla el pasado, do-mina el futuro. Si lo enganchamos con el primer verso de “Siete Mil Canciones”, “el futuro fue, desapareció”… y el verso de Paul Valery: “El futuro ya no es lo que era”, le ponemos un broche de oro a la entrevista.