Por: Javier Capapé
Tras solo doce meses desde el último lanzamiento de la banda de Las Vegas, The Killers vuelven a estar de actualidad, pero esta vez saliéndose por la tangente, ofreciendo una nueva colección de canciones que poco tienen que ver con su predecesor "Imploding the Mirage". Donde ese destilaba pildorazos de pop vitalista y épico, "Pressure Machine" se presta más como un ejercicio de estilo confesional, con aires al "Nebraska" de Springsteen, con una intención menos grandilocuente de lo que nos tienen acostumbrados, pero sin perder en exceso su épica. Precisamente esa referencia citada al genio de New Jersey es lo más definitorio de este disco del grupo de Brandon Flowers, que podemos leer en clave de homenaje a la par que complemento al colorista disco hermano publicado el verano pasado. Está claro que las circunstancias derivadas de la pandemia han hecho reflexionar a Flowers acerca de su pasado y futuro y le han inspirado estas once nuevas composiciones mucho más pegadas a la realidad que en anteriores ocasiones. Aunque quizá sería mejor afirmar que están pegadas a la realidad de su cantante, ya que los protagonistas de las mismas no son tanto luchadores y perdedores como en la obra de Springsteen, sino más bien ejemplos, algunos de ellos dramáticos, de vecinos del pueblo donde se crió Flowers, en Nephi (Utah) que se dejan escuchar en forma de breves monólogos cual interludios entre canciones.
Desde el inicio con "West Hills" quedamos rendidos a su particular universo cargado esta vez de sonidos acústicos cercanos al country, pero sin perder su querencia hacia U2 o su admiración hacia Springsteen. La canción se arrastra con su suave mandolina para incrementar su potencia conforme avanzan las estrofas. Éste es un disco denso en sus textos, cargado de historias entre sus líneas, algo que se deja notar en la forma de cantar con cierta cadencia a la enumeración por parte de Flowers desde este primer tema. Dave Kenuing reaparece de nuevo con sus desgarrados solos desde este primer corte, en su retorno a la banda tras el paréntesis desde "Wonderful Wonderful". Así, de nuevo como cuarteto, la banda afronta el disco más personal de su cantante. No nos hubiera extrañado nada que lo hubiera publicado como solista, pero sabe que el tirón de su grupo le dará mucho más juego después de haber probado con resultados muy mejorables su experiencia pasada con "Flamingo" y "The Desired Effect".
"Quite Town" es más ligera, aunque en ella sobresale la armónica dándole un aire mucho más rural, que nos acerca al medio oeste norteamericano. En ésta asoma más claramente la épica de festival a la que nos tiene acostumbrados la banda, pero de una forma más discreta, como queriendo detenerse en los detalles, como los de esas acústicas que entran con fuerza en los estribillos o en su solo de teclado. "Terrible Thing" se sostiene a guitarra y voz y deslumbra al creernos sin impostura a un Brandon Flowers maduro y en estado de gracia, de nuevo con una armónica que no desentonaría en "The Ghost of Tom Joad". "Cody" se torna tan grácil como potente, con una sección rítmica contundente a cargo de Vannucci y Stoermer, pero que deja de nuevo el protagonismo a la historia narrada hasta que la guitarra de Keuning te golpea y te pone en pie.
Los arreglos acústicos del riff de "Sleepwalker" combinados con su poderosa línea de bajo la convierten en una de las más atrayentes del lote, además de contener una de las líneas vocales más melódicas. Canciones como ésta les hacen alejarse algo más del tono country predominante en el disco para abrazar algunos de los momentos de gloria pop de "Sam's Town" y el envite les queda perfecto, aunque seguidamente el cambio de tono es radical cuando aparece la voz tenue de Phoebe Bridges en "Runaway Horses" aportando más dramatismo si cabe a un nuevo tema que se mueve cómodamente en su cadencia acústica.
"In the car outside" es adictiva, potente, llena de garra, desde su ritmo machacón a sus cristalinas guitarras eléctricas y sus toques de sintetizador, apenas apreciados en el resto del disco, dibujando cierto paralelismo con algunos de sus temas más sembrados de su lejano debut "Hoy Fuss". Aunque pueda parecer lo contrario, la emoción no se pierde ni por un instante en "In another life", como ocurre en el grueso del disco, aunque aquí se vista con más garra, tal y como ocurría en su predecesora. "Desperate things" muestra un suceso de abuso doméstico que encoge el alma apoyado por los toques de mandolina y los suaves aunque cortantes arpegios de guitarra. Suave es también el tema titular "Pressure machine", que se arrastra conducido bajo la melodía de Flowers, regalándonos un estribillo que desprende belleza por todos sus poros, junto a un violín final estremecedor, para terminar sobrecogidos ante la emotividad de "The getting by" que te mece mientras te conduce a un cierre a la altura de un disco soberbio.Producido de nuevo por Jonathan Rado (Foxygen) y Shawn Everett, como hicieron en su anterior álbum, este séptimo disco de estudio de The Killers supone el estreno en la discografía del cuarteto en ese terreno que bucea en historias más cargadas de realidad. Aquí no abundan los héroes sino los supervivientes y por primera vez parece que en la ambición de la banda prevalece el claroscuro emocional por encima de su grandilocuencia colorista anterior. Todo un acierto en aras de su madurez compositiva y sonora.
¿Es "Pressure Machine" la particular reconciliación de Flowers con su infancia? ¿Es un ejercicio de estilo puntual o una reubicación de la banda norteamericana en terrenos más convincentes y menos cubiertos de pomposidad? ¿Es fruto de la reflexión interna provocada por el confinamiento o un intento de sonar más creíbles que nunca? Sea lo que sea o pretenda ser, "Pressure Machine" nos regala momentos brillantes, apenas transitados antes por una banda tan popular, pero que les otorga cierto grado de credibilidad puesto en duda anteriormente con discos como "Day & Age" o "Battle Born". Solo queda esperar para ver si este cambio de timón se queda en algo pasajero o deja huella indeleble en su historial. Evidentemente no será su disco más celebrado y quizá pase algo desapercibido en estos tiempos de consumo rápido, pero su intención sincera y sus inspirados toques de genialidad serena nos devuelven definitivamente la confianza en The Killers por encima de épica y excesos.