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James :“All the Colours of You”



Por: Javier Capapé

Hace ya veinte años del abandono en falso de la actividad del combo de Manchester y casi cuarenta desde sus inicios, y los mancunianos vuelven a la carga. De hecho, salvo el paréntesis que supuso su parón entre 2002 y 2007, no han parado de lanzar discos de calidad y de estar presentes en escenarios de medio mundo. Su fórmula, que siempre ha combinado de manera magistral las tonadas pop de poderosos estribillos con una pizca de experimentación y actitud rock, se transforma levemente para su decimosexto álbum de estudio en una suerte de colección de frescas píldoras luminosas con destellos de electro pop. No pierden su ancla en el mejor indie británico, pero se visten de cierta modernidad saliendo de su zona de confort con la producción del galardonado Jacknife Lee, conocido por sus trabajos con U2, R.E.M., Snow Patrol, The Killers e incluso Taylor Swift.

“Sweet 16” (como llama Tim Booth a este disco claramente influido por la pandemia) es, como su propio nombre indica, un collage de emociones que “reflejan los colores de estos tiempos locos”. James han conseguido con estos once cortes la perfecta definición de canción terapéutica, ya que todas ellas se tornan en compañía indispensable con la que afrontar pérdidas, hacer balance de nuestra vida, reivindicar un planeta mejor o protestar ante las diversas injusticias que nos rodean. De esta manera la temática aborda desde la política y la imagen que proyecta EEUU al mundo (centrándose en la crítica a los años Trump), al cambio climático o las pérdidas de nuestros seres queridos debidas a la pandemia del COVID-19.

El álbum comienza con la suavidad de “ZERO”, una canción que aborda desde sus primeros versos el tema de la muerte con serenidad y aceptación. La voz del carismático Booth se impone en primer plano, y así se quedará en todo el álbum, dominando más que en ningún otro anterior. Los instrumentos van entrando poco a poco sostenidos por un teclado envolvente a cargo de Mark Hunter, que gana mucha presencia en todos los cortes. Un medio tiempo que no sale de su tintineo leve y que define algunas de las claves del disco, como la ya mencionada voz en primer plano o las sonoridades más espaciales y con cierto regusto electrónico. Lástima que la canción no termine de explotar como muchos de sus himnos, pero para eso está el tema titular. “All the colours of you” nos atrapa con un inicial riff de teclado salido de otro planeta, aumentando las revoluciones en cuanto llega el estribillo. Ritmo marcado y estribillo coreable marca de la casa. En definitiva, un sencillo infalible que se centra temáticamente en el auge de los supremacistas blancos y en el odio y la división social que ha generado en EEUU la administración Trump, país en el que reside Booth desde hace unos años y que ha inspirado también “Beautiful Beaches”, que se centra en la imagen de los incendios que asolaron California en 2018. Este tema es un estallido de color. Adictivo e intenso. Los ritmos programados mandan, pero rápidamente se impone un bajo percutivo y los toques justos de guitarra eléctrica que nos llevan a uno de sus mejores estribillos de la última década. La marca de Jacknife Lee se hace notar mucho en este sencillo, retrotrayéndonos incluso al “Take the Crown” de Robbie Williams, producido también por él mismo. El puente, dominado por un solo de teclado, deja clara su preeminencia por encima de las guitarras de Saul Davis o Michael Kulas. Pierde impacto el final, en el que el tema se desvanece entre ritmos intrascendentes, conduciéndonos a “Wherever it takes us”, más electrónica y lanzada casi como una proclama desde la comandancia política de su cantante. El estribillo tiene forma de himno y el puente está comandado por un episodio con una voces angelicales en contraste a la garra impresa aquí por la voz principal.

No hay que dejar de lado en esta primera parte del disco a “Recover”, otro de los sencillos previos al lanzamiento del disco el pasado 4 de junio que se abre paso con un ritmo pregrabado y presencia nuevamente de riffs de sintetizador. Un medio tiempo contenido y conmovedor, con un Tim muy convincente y la presencia de Andy Diagram para ensalzar con sus leves toques de trompeta una canción memorable. Una de las más personales del conjunto, donde tratan la pérdida del suegro de Tim Booth a causa de la pandemia con el añadido de vivir este proceso con un océano de por medio.

La segunda parte del disco comienza casi con sonoridades del Bristol de los noventa. “Hush” contiene una intro envolvente y larga que nos va introduciendo en un medio tiempo de nuevo con poderoso estribillo, como queriendo hacernos ver que puede haber cambios sutiles entre estas canciones y las de sus discos anteriores en clave mas rock, pero que la esencia es la misma. De hecho, su carismático bajista Jim Glennie afirmaba que este trabajo le hacía estar “orgulloso y sorprendido a partes iguales”, ya que Jacknife Lee les había llevado a “un nuevo lugar muy emocionante en el que, después de todos estos años, todavía seguimos desafiándonos a nosotros mismos y a nuestros fans”. Ese orgullo por el trabajo bien hecho no es baladí y es que estas canciones gozan de una solidez abrumadora. El propio Booth presentaba el disco con estas palabras: “Con toda la mierda que pasó en 2020, ésta fue una concepción milagrosa y otro gran salto adelante para nosotros. Grabado en una realidad extraña y disipada, es un álbum de verdad, sin relleno y está a la altura de lo mejor de nosotros”. Ahí está la clave. No hay rellenos. Como ocurre con la excelsa balada de “Miss America”. Con los justos ingredientes, pero dando en el clavo, ofreciéndonos una reflexión nuevamente sobre la imagen de EEUU utilizando la alegoría de un concurso de belleza. “Miss America” gana a cada escucha porque sus intenciones son honestas. Da en su justa medida y se hace grande. A continuación son las escobillas acariciando la caja suavemente por parte de su percusionista David Baynton-Power las que abren la potente “Getting myself into”. Una de las más intensas y concisas de todas las canciones escuchadas hasta ahora, que aún con su garra comedida consigue atrapar y mover instintivamente nuestros pies con su ritmo jovial.

La recta final impone ritmo y decisión con “Magic Bus”, que nos deslumbra. Es frenética a la par que elegante. Unos renovados y versátiles James en estado de gracia con un final digno de corear en mil y un festivales. Otra canción casi perfecta es “Isabella”, donde brillan los riffs de guitarra bajo una base contundente. Su oscuridad inicial se torna brillante cuando llega el estribillo y el cielo se abre. Uno de sus mejores sencillos, a la altura de los más reconocibles éxitos de su época dorada, encabezada por discos como “Gold Mother”, “Seven” o “Laid”. Me atrevería a decir que por canciones como ésta James merecen ese lugar destacado en el olimpo del indie-rock británico. Una banda que siempre ha facturado éxitos infalibles, enormes, con estribillos de infarto, pero lamentablemente no entendida por todos. Y es quizá por ese aura de malditismo que nos gustan más.

“XYST” cierra el disco con una base magnética que desprende cierto eco sintético de “The lion sleeps tonight”. Escuchamos un solo de guitarra crudo en mitad del tema, de los pocos del disco. La base es sólida y la voz de Tim vuelve a ser la que conduce un final muy acorde en rítmica, sonoridad y talante con el resto del disco. Un disco colorido, con una pátina magnética, muy procesada, casi ambient por momentos y definitivamente más cerca del pop de masas que del rock británico de los noventa que definió a la banda de Manchester. Pero este viraje de timón les sienta fenomenal y consiguen firmar uno de sus discos más sobresalientes desde su retorno en 2007 (con permiso de “Hey Ma” o “Le Petite Mort”). Una banda que, tras múltiples idas y venidas de sus miembros en la formación, tras casi cuarenta años a sus espaldas y dieciséis discos en su haber, pueda afirmar que su último álbum es uno de sus mejores lanzamientos, es algo inaudito y demuestra el enorme talento de unos músicos brillantes.