Por: Javier Capapé
Hace unas semanas nos llegaba “Babel”, tercer disco de la banda cordobesa Embusteros. La electrónica predominante en sus dos discos previos queda relegada a un segundo plano, mucho más sutil, otorgándole el protagonismo en esta ocasión a las guitarras afiladas y la actitud rock.
Con un pie en Second, su referencia más evidente, buscan esta vez sonidos más pausados y medios tiempos pero sin olvidarse de su energía característica. “Babel” es fruto de su tiempo. Compuesto durante el confinamiento, lo que hace que su temática principal sea la falta de comunicación y la soledad, junto a la necesidad de la mayoría de compartir lo vivido, de buscar lo que han sido nuestras propias vivencias en el reflejo del otro. José Caballero produce nuevamente, tras “Pequeño Universo”, estas doce canciones, que han sido grabadas en los estudios Neo de Aranda de Duero, aunque muestran un claro paso adelante con respecto a las que recogía ese disco. Si “Pequeño Universo” era querencia rock con sonidos electrónicos, “Babel” es una clara apuesta por el rock ávido de facturar intensos himnos.
El grupo cordobés (ahora convertido en quinteto) no reniega de sus referentes, es más, ahora que se inclinan claramente por el rock asoman sus dejes a Supersubmarina o Miss Caffeína sin ningún pudor. En la voz de José Espín (también bajista y compositor de Embusteros) se puede reconocer el timbre refinado de Marc Parrot, pero en sus formas intenta acercarse inintencionadamente a Mikel Izal. Y más allá de su voz, este “Babel” es un festín de connotaciones del mejor rock, lleno de detalles, dejes en los fraseos vocales o certeros riffs con cierto aire reconocible, destilando potencia desbocada que pinta mucho mejor todavía en directo, aunque como ellos mismos afirman esta colección de canciones ha sido concebida para ser escuchada en casa, dedicando tiempo a las letras y a su escucha reflexiva, más que para su disfrute plenamente orientado al directo.
Las guitarras de Germán Muñoz y Rafa Urbano se imponen desde el principio con “El Baile”, una canción que muestra la garra desde el minuto uno, como ocurre con “Lo Imposible”, donde las guitarras comparten protagonismo con un teclado envolvente y se impone un estribillo redondo, que encontraremos en muchas más canciones del lote como seña distintiva. Para hablar de relaciones claras entre sus músicos de cabecera, en la melodía del puente de esta canción encontramos una cierta alusión a “Zona de Confort” de Lori Meyers, pero no por ello el tema desmerece, al contrario, se muestra vivo, sin esconder aquello que define a esta banda, su buen gusto por poner un pie en el mejor rock patrio cuando muchos esperaban que hubieran optado por el camino electrónico emprendido anteriormente. Y a pesar de los cambios, o tal vez gracias a ellos, no pierden su esencia de banda festivalera, con estribillos que parecen himnos y con un gancho y actitud encomiables.
“A Contraluz” se inicia con un riff que recuerda a “Extrema Pobreza” de Ferreiro. La colaboración con Ainhoa Buitrago le da suavidad a un medio tiempo con fuerte estribillo, en la línea de Sidecars, definidos también por ese contraste entre estrofas más abajo y estribillos arriba. La solidez rítmica hace su aparición más certera en “La Milla Verde”, al igual que ocurre con “La Calma” que, lejos de lo que indica su título, se impone con rabia, destilando su pasión por el mejor Tarque. “Mayor Tom” es el tema espacial que todos los grupos quieren tener, con alusión directa a Bowie en su título y plagada de frases hechas del rock rematadas con los coros del “Symphathy for the Devil” en el puente. Siguiendo con “La curva del odio” o “Prohibido”, no podemos negar su potencia y elegancia, y concretamente esta última puede tildarse de revolucionaria.
Antes de afrontar la recta final del disco estamos claramente atrapados por su sonido y por nuestra cabeza no pasa dejarlo a medias, a pesar de vivir un momento dominado por el formato single. Embusteros se muestran adictivos, claramente un paso más allá de otras bandas jóvenes con las que se les podría emparentar como Morning Drivers o Tailor for Penguins. Su éxito es todavía discreto y tienen mucho que trabajar en los escenarios del norte y este del país, pero son más sólidos que otras muchas bandas festivaleras nacidas en los últimos diez años. Bien es cierto que aunque los cordobeses lanzaron su primer disco en 2017, llevan más de diez años como banda (su primer EP “Un Mundo de mentira” data de 2012) y ese recorrido les ha hecho afianzar su propuesta mucho más allá de modas presentes en grupos más jóvenes. Tal vez sea éste el momento que estaban esperando, donde están perfilando su sonido definitivo con pasos consistentes y seguros de seguir el camino correcto.
No se olvidan de atracar en otro de sus grupos de cabecera cuando llega “La Prueba y el Error”, que encajaría como un guante en el repertorio reciente de Viva Suecia. “Dosmilveinte”, con un título en clara alusión a este pasado año fatídico, es la aproximación a los sentimientos del confinamiento o su repaso personal a todo el 2020 (incluidas sus pericias como grupo viviendo todo tipo de dificultades). Una de las más emocionantes por el contenido y la realidad expresada de un grupo abriéndose paso. Su verso “si todo sale mal” ha podido mutar en una especie de repiqueteo continuo que llama a sobreponerse ante los obstáculos y que les ha llevado a convertir este disco en su mejor baza y en el que más alegrías puede darles. Un año para olvidar que les ha regalado el mejor disco para vivir el presente y quedar en el recuerdo como su mejor legado hasta la fecha.
Tras la reflexión y la emoción llega el descaro con “Única”, con una rítmica más desenfadada en una línea que entronca con los murcianos Varry Brava, terminando en clave íntima con “Septiembre”, que crece mientras avanza para terminar explosionando como un artefacto pirotécnico en el cierre de un festival soñado.
Las referencias de las que se nutren son un hecho. Embusteros no las esconde y a lo largo de estas líneas las hemos ido desgranando irremediablemente. Pero no son su talón de Aquiles, al contrario, les refuerzan como banda sabiendo aprovechar lo mejor de las mismas pero dándoles un aire nuevo, personal. Porque por muchos grupos con los que podamos emparentar a los cordobeses, su personalidad está bien definida y se hace más sólida a cada escucha. Ahora solo queda abrirse más camino, tocar y tocar para llevar lo más lejos posible este “Babel”, que recorrerá escenarios de Valladolid, Ponferrada, Córdoba, Málaga, Granada, Salamanca, Sevilla o Madrid en una gira por salas entre octubre y diciembre de 2021. Este es su objetivo ahora mismo, que lleguen a muchos más rincones y se haga justicia con uno de los discos más intensos de esta cosecha.