“Estas canciones son como vómitos en los que voy sacando lo que tengo dentro”.
Por: Sergio Iglesias
“Puta” es el explícito título del último disco de Zahara. Un disco en el que, con la ayuda de su terapeuta, y haciendo un intenso trabajo de exorcismo, la artista de Úbeda, consigue expulsar los demonios que durante años han estado habitando su interior. Con el apoyo de Martí Perarnau, su fiel escudero musical en los últimos tiempos, ha creado un disco sorprendente que, bajo una apariencia electrónica, oculta un espíritu punk que, se va haciendo más evidente a medida que escuchamos las canciones que pueblan este catálogo de la miseria humana, en el que Zahara da una lección de valentía y de honestidad a la que, por desgracia, no estamos acostumbradas en el mundo de la música.
Para comenzar, ya has hablado en muchas entrevistas de cómo surge “Puta”, pero me gustaría saber si ha sido tan duro como parece sacar todo esto o si, por el contrario, ha sido sencillo por las ganas que tenías de echarlo fuera.
Zahara: En principio, no había una decisión de hacer algo así, tan intenso y tan fuerte. Sí que desde el año pasado yo quería contar mi historia y, en ese sentido, Martí ha sido un gran alentador, porque es muy amigo mío y sabía todo lo que yo había sufrido y lo que estaba viviendo y me animó a plasmarlo en canciones.
Además, justo había leído un libro titulado “Las chicas son rockeras”, que habla, precisamente, de historias de músicas y cómo les afecta en su profesión este mundo machista, y cómo muchas artistas cantan en sus canciones las vejaciones que sufren. Yo quería que el disco se llamara “Puta” y pensaba que iba a hablar más de estas historias que aparecen el libro que de la mía propia; pero, cuando llegó el confinamiento, la manera en que yo tengo de intentar gestionarlo es haciendo canciones que no hablan del encierro, sino de la cárcel que ha sido mi propia vida durante estos años. Y así es como van saliendo todos los temas del disco.
¿Sin confinamiento habría salido igual este disco?
Zahara: Lo que quiero destacar es que el disco sale gracias a la ayuda terapéutica que recibo desde un año antes de escribirlo. Esto sí que fue determinante, porque es lo que me acompaña y lo que me abre y me pone a flor de piel, pero es el estar aislada y sin giras lo que saca a la superficie y pone en primer plano, de una manera más rápida, todas mis vivencias y mis carencias.
Supongo que el encierro habrá sido especialmente duro para la gente de vuestra profesión, que pasáis fuera de casa tanto tiempo…
Zahara: Claro, ya no es sólo por lo obvio, que es que echaba de menos mi vida y que necesitaba las giras. Aparte de esto, lo que no estaba viendo es que estos conciertos lo que generaban era un tipo de amor que estaba compensando mi falta de amor propio. Así que, cuando desaparecen los bolos, además de no tener lo bonito de tocar, tampoco tengo el afecto del público, que estaba llenando los huecos con el amor que yo no sabía darme. Estaba como anestesiada y sufriendo esas faltas de la intensidad que me daban las giras.
¿Ha sido complicado plasmar todo eso en letras tan potentes como las que te han salido?
Zahara: Pues no te creas, porque eran letras que llevaban tiempo gestándose en mi cabeza, y el hecho de haber empezado con la terapia hizo que todo estuviera ahí. Estas canciones, más que una búsqueda, son como vómitos en los que voy sacando lo que tengo dentro.
¿Crees que la gente estaba preparada para un disco de Zahara tan bestia y con una esencia, digamos… tan punki?
Zahara: Sí, sí, sí, ¡es super punki! Y, de hecho, por eso acabó teniendo esa portada. De todas formas, este disco, una vez que hago las dos primeras o tres canciones, ya lo compongo de una manera ordenada y con una necesidad narrativa; aunque partan de vómitos, esos vómitos salen con una intención, hasta que observo la obra completa y la llevo a cabo.
Lo curioso es que, aunque voy a terminar compartiéndolo, en ningún momento tengo la sensación de que lo vaya a escuchar alguien. No pienso ni en mi público, ni en si lo van a entender, ni en si va a funcionar… yo lo hago y punto. Y, como yo siento que estoy haciendo lo más honesto que he hecho en mi vida, eso es lo que me da la tranquilidad, porque pienso que lo que estoy contando es tan de verdad, que eso será lo que conecte con alguien… si es que conecta.
Mis fans han ido evolucionando y haciéndose mayores conmigo y creo que lo que les gusta es cómo me expreso a través de mi música, más allá de que los sonidos sean iguales o no que lo anterior que he hecho.
¿Cómo has trabajado la composición en este disco donde, a diferencia de tus trabajos anteriores, no hay instrumentos tradicionales, sino que todo se basa en la electrónica?
Zahara: Lo he hecho de distintas maneras, porque hay canciones que, ya influenciada como estaba por Kae Tempest, artista que hace spoken word, me apetecía experimentar con que Martí me enviara una base de acordes bonita y sobre eso ponerme a relatar; de ahí salen, por ejemplo, “Ramona” o “Canción de muerte y salvación”, en las que le pido a él la parte armónica para crear sobre eso y desprenderme de mis propias estructuras, saliendo de lo que estoy acostumbrada a hacer.
Luego hay otras que, aunque la primera rueda de acordes nace de la guitarra, enseguida Martí y yo las pasamos al mundo sintético, a las cajas de ritmos, los sintetizadores… y, desde ahí, vamos trabajando la composición directamente con el sonido. Esto es algo que, para mí, ha sido fundamental para el disco, ya que íbamos produciendo las canciones a la par que se iban creando y todo formaba parte de un todo. Yo, hasta ahora, había sido una compositora de voz y guitarra o piano, haciendo los temas fijándome en la estructura, y ahora me he dado cuenta de que la canción está en muchos sitios y que se puede romper la estructura y que todo está al servicio de lo que quieres contar.
Zahara: La electrónica es un descubrimiento para los que venimos de otros estilos. No sé tú, pero yo venía de esa ignorancia y esos prejuicios hacia la electrónica que veía como algo frío, sin alma y repetitivo. Pero, lo que descubres cuando te adentras en la electrónica, es que está vivísima y que cada artista lo puede interpretar de una manera, y que el mundo de los sintetizadores y de las cajas de ritmos y de la deconstrucción de la música y de los sonidos, es igual de interesante y válido y está lleno de matices. A mí la electrónica me fascina y me ha abierto un mundo de posibilidades que antes no estaba.
¿No es un poco como de gente mayor eso de decir cosas como “es que la electrónica no es música” (que, por cierto, he de reconocer que yo he dicho muchas veces)?
Zahara: (Risas) Totalmente. Lo único que podemos hacer es aprender porque, si no, sólo nos vamos a limitar; esa vejez de oído perjudica al que la tiene y abrirse y descubrir cosas es maravilloso… joder, es que te juro que me pongo Caribou y me emociona y me toca de una manera que jamás pensé que la electrónica podría hacerlo. Es que al final, ya no es en sí un género, está en todo pero también es una herramienta super útil para hacer música.
Volviendo a las letras de las canciones, hay varias que creo que se deberían enseñar en los colegios y en los institutos, pero hay una que, por su temática, me llama poderosamente la atención, como es “Sansa” (“De todos los hombres que me han maltratado, tú, que no me has rozado, has sido el que más me ha destrozado. Tú, que no me has tocado, has sido el único que me ha matado”), donde hablas del maltrato psicológico, tan peligroso o más que el maltrato físico…
Zahara: Para mí era muy importante hablar de ello porque, aunque en el disco se ve y en muchas entrevistas he hablado de abusos, para mí, el maltrato psicológico es el gran olvidado de los traumas, porque es el que provoca un estado de vulnerabilidad que posibilita los otros maltratos.
Cuando tú estás completamente anulada como ser humano, todo pasa… el maltrato físico, obviamente, es muy grave porque puede acabar en asesinato, pero el maltrato psicológico puede acabar en suicidio. De hecho, es muy raro que haya un maltrato físico sin un maltrato psicológico previo, porque el maltratador primero va a debilitar mentalmente a su pareja para anularla y convertirla en lo más parecido a una ameba que, al no reaccionar ante nada, cuando llega la primera agresión, simplemente la asume como algo natural. Obviar o menospreciar el maltrato psicológico es gravísimo porque, además, lo que genera habitualmente ese tipo de abuso es la incredulidad en tu alrededor y te sientes desprotegida y abandonada.
¿Estamos en una sociedad tan fría y deshumanizada en la que lo único que cuenta son las cifras, y en este caso, sólo medimos el maltrato por el número de mujeres asesinadas, obviando todos los demás abusos?
Zahara: Obviamente, el asesinato es lo más terrible y debería hablarse ya de terrorismo machista, pero habría que ampliar el foco en la gravedad del maltrato psicológico porque, al final, el maltratador depende de la humillación de la persona que tiene al lado para sentirse bien ¿qué tipo de sociedad somos cuando normalizamos todo eso?
Me parece extraordinaria también la letra de “Dolores” esa copla en la que, tirando de los tópicos de canciones tradicionales como “Ojos verdes”, “La falsa moneda”, “La bien pagá” o “Te lo juro yo”, hablas del machismo y la violencia machista que han sufrido nuestras madres y abuelas a lo largo de los años…
Zahara: Para mí, es una de las canciones más importantes que he hecho en mi vida, por el ejercicio que supuso para mí salirme, aún más, de mi género habitual, haciendo un viaje al pasado. Desde la profunda admiración y respeto que siento por la copla, quise crear un tema en el que hablo de esta idea de mujer en la que se refleja una generación que representa la propia historia de la copla y las copleras… esta contradicción de mujeres que se supone que eran más libres que cualquiera pero que, a la vez, con sus letras tenían que reflejar el adoctrinamiento machista salvaje, el “quédate en tu casa, mujer, porque si no, te castigará Dios…”. Aunar todo eso en una canción era como un reto y, precisamente por lo que me costó hacerla, me siento muy orgullosa de ella.
…Y una vez que la mujer puede salir de casa para trabajar, también se encuentra el machismo en el trabajo, algo que tú has vivido y que reflejas en “Merichane”. Hablando de tu profesión, ¿sigue habiendo machismo en la música?
Zahara: Me gustaría decirte que no, pero no puedo. Muchas cosas han cambiado como, por ejemplo, el hecho de que estemos hablando tú y yo ahora mismo. Que seas un hombre que viene de una escena musical más tradicional y que podamos estar hablando de este disco, creo que ya es un avance brutal, no creo que hace diez años me habría entrevistado ningún hombre… te lo digo así, y además, quiero agradecértelo, porque una cosa es que yo haga una crítica, y otra que sea ciega ante la realidad y que no alabemos y pongamos en su sitio los cambios positivos que se están dando… así que, de verdad, muchas gracias.
Por otra parte, el propio hecho de que yo haya publicado un disco como este también es un cambio importante, pero el problema es que me sigo encontrando comentarios del tipo de “claro, es que lo ha hecho todo Martí” … te repito que yo soy la primera que reivindica la importancia de Martí en este disco, pero no creo que me tengan que quitar todo el mérito, y eso me lo he encontrado dentro de la escena, no en un foro ni en twitter; o cosas como “le va bien porque es un disco de mujeres y nadie lo va a criticar”, ¡es que ya es el paternalismo del paternalismo! (risas).
Pero bueno, dentro de que este disco está teniendo las criticas más bonitas de mi vida, y que me estoy encontrando las cosas más bellas y el respeto más brutal por parte de los y las periodistas, sigo encontrándome cosas como el hecho de que yo no pueda subir al Instagram una de las fotos que salen en el disco de rarezas del box set porque salgo en bragas y con el pecho al descubierto, mientras que, si esa misma foto fuera de un hombre, no habría ningún problema. Hoy en día, el cuerpo femenino todavía pertenece a todo el mundo menos a las mujeres… lo pueden utilizar en la publicidad o en el cine, pero yo no puedo mostrar mis tetas en Instagram, porque es contenido inapropiado. Así que ahí seguimos, hay pequeños hitos conquistados pero todavía quedan muchas cosas por hacer.
Zahara: Pues, teniendo en cuenta la situación, el simple hecho de poder tocar lo considero un privilegio, y creo que poder hacer los conciertos está por encima de las condiciones en que se hagan. Está claro que no son las condiciones ideales ni la forma de dar conciertos que más me gustan… y más con un repertorio como este, en el que el final es una rave de electrónica de 25 minutos, en el que yo estoy encima del escenario pegando botes y me encantaría que el público estuviera haciendo lo mismo… pero, como te digo, prefiero esto que nada.
También veo que, como cada vez hay más gente vacunada, se percibe cierto optimismo y confío en que, cuando se acabe el verano, sigan los conciertos con la seguridad que yo he visto hasta ahora, e incluso que se puedan hacer más cosas.
De todas formas, te digo que hay cosas que me gustan de esta situación como, por ejemplo, tocar temprano y la intimidad que tenemos en el camerino para tener mi momento con la banda, no echo nada de menos el bullicio antes del concierto. La calma, el respeto del público y que la gente esté atenta a lo que hacemos también me gustan mucho.
No obstante, aparte de los músicos, si hay alguien que ha sufrido esta situación, ha sido el sector de los técnicos y técnicas, de los que poco se ha hablado a lo largo de este año y pico…
Zahara: Desde luego. Yo, al final, además de ser artista, soy mi sello y soy compositora y tengo una fuente de ingresos que me ha permitido mantenerme durante el confinamiento, pero los que son sólo músicos de bandas contratados y, sobre todo, los técnicos se han visto totalmente abandonados.
Esto nos ha servido para ver las carencias del sistema y para ver cómo la cultura sólo interesa cuando sirve para distraernos en nuestras casas. Soy realista y no aspiro a tanto como tienen en sitios como, por ejemplo, Berlín, donde los clubs de música están protegidos culturalmente… pero es que me mata de tristeza este abandono en el que vivimos.
Yo asumo que no les importa la cultura, pero lo que tengo claro es que lo que sí les importa es el dinero… pues preocupaos por la economía que produce la cultura tanto directa como indirectamente y, aunque sólo sea por eso, hacednos caso.