Por: Amaia Santana
“Los Extraños eran los más extraños… y también los más adelantados”. Son palabras de Javier Corral “Jerry”, buen conocedor de esta atípica banda bilbaína, desde que pinchara en su programa su primera maqueta, “Sus peores grabaciones” (1986). Jon Zamarripa (voz, guitarra), Félix Senderos (bajo, coros), Jorge de la Herrán (teclados, voces) y Carlos Martínez (batería) formaban este cuarteto que pasó a llamarse Los Raros ante la ‘paranoia’ de su sello, Discos Suicidas, que temían problemas al no tener el nombre registrado.
Los Extraños eran ciertamente eso: extraños en un panorama musical dominado por el Rock Radical Vasco. De la psicodelia sesentera al punk siniestro, tan pronto pop como industriales, Los Extraños experimentaban, ensayaban duro y, sobre todo, se lo pasaban en grande. “El arrepentimiento básico es no haberla liado más gorda”, admite Jorge de la Herrán. Junto a su colega Carlos Martínez, son los dos únicos supervivientes a este magnético experimento musical, con el que sedujeron a la movida madrileña, a los frenéticos mods de Barcelona y a la amalgama de tribus de su tierra natal (reconocen, eso sí, que les llamaban más de Gipuzkoa que de Bizkaia).
A iniciativa del melómano incombustible Iñaki Gallardo, responsable del sugerente sello Decadencia Corporal, Los Extraños editan “Yo Confieso”, recopilatorio de maketas -sí, con k de punki-, rarezas, descartes y directos de Los Extraños a Los Raros. Doce cortes inéditos -y muy selectos-, que reflejan la riqueza estilística, la locura y la espontaneidad de este grupo único. Una rara avis que dejó de volar apenas alzó el vuelo. Así nacen los mitos.
¿Cómo valoráis la acogida del recopilatorio “Yo Confieso”?
Carlos Martínez: La verdad es que no esperábamos que después de tanto tiempo, unos recuerdos en el desván -que sacamos a flote gracias a Iñaki (Gallardo)-, hayan sido tan bien recibidos por la gente. Algunos vivieron estas canciones en directo, otros las descubren ahora. Con este disco completamos un ciclo y un vacío.
Jorge de la Herrán: Pensábamos que sería mucho más minoritario. De hecho, en las primeras entrevistas decíamos con la boca pequeña: “Esto no suena como lo haría con los medios tecnológicos de ahora…”. Pero nos dimos cuenta de que la gente no quiere la tecnología del siglo XXI. Quiere volver a los 80, busca autenticidad.
C: Ahora todo suena muy artificial, vivimos en la era de la tecnología. Al volver a escuchar estas canciones, la mayoría de ellas grabadas en directo, te das cuenta de su naturalidad. No se ha maquillado nada.
J: Es gracioso que cuando empezamos con la promoción de este disco, aparecieron un montón de grabaciones de vídeo de Los Extraños...
¿Aparecieron? ¿Dónde? ¿Qué pasó?
J: Teníamos todo guardado en VHS; sabíamos que Ana Serón (pareja del bajista de Los Extraños, Félix Senderos) había digitalizado todo, y me pasó ese material hace años, pero no había forma de encontrarlo… Y de pronto apareció, justo cuando tenía que aparecer.
C: En el momento idóneo, para impulsar la salida del disco. La gente que vivió esa época se ha encontrado con todo el pack: el disco “Yo Confieso” y todos los vídeos que hemos colgado en nuestro canal de Youtube.
J: Hay cada cosa… Como el vídeo del Premio de la Crítica de Café Panamá (TVE-Telenorte), con Carlos Tena (risas). Son recuerdos que estaban en tu cabeza y ahora los ves en Youtube… De pronto todo empieza a cuadrar de una forma magnética. ¡Y que la gente nos diga que sonamos “actual”, es la leche!
¿Cuál es la clave para que vuestro sonido haya envejecido tan bien (o que no haya envejecido en absoluto)?
J: Nosotros hemos mezclado diez estilos musicales y ninguno. Ya lo comentó Félix en una de esas entrevistas que hemos subido a Youtube: “Hacemos música de los 80 para los 90”. ¡Si en vez de los 90 hubiera dicho el siglo XXI, habría dado en el clavo! ¡Qué pena! Haber sido tan eclécticos ha propiciado que nuestra música se escuche con gusto ahora.
C: Félix era el mod de la banda, pero luego cada uno aportaba su estilo y sus influencias.
Nos podemos quedar solos poniéndoos etiquetas: psicodelia, garage, after punk, pop, rock, toques siniestros… Todo cabe en Los Extraños.
J: Nuestra música era un reflejo de nuestra vida: había días que los teníamos happy, otros días que nos daba la neura y hacíamos misa negra, otros en los que te apetecía caña y energía… Las personas somos así. Todo el mundo tiene superpoderes, sin embargo nos empeñamos en trabajar nuestras debilidades. Nosotros vimos que teníamos superpoderes y que éstos eran complementarios. En lugar de ponernos barreras, potenciábamos al máximo nuestros superpoderes. No éramos músicos, pero hacíamos grandes canciones.
¿Había algún grupo o elemento en común, que os aglutinara estilísticamente? ¿La Velvet, quizá?
J: Coincidíamos en muchas bandas. Teníamos influencias muy distintas, pero luego empezamos a coincidir, desde la Velvet a The Cure. ¡Yo no conocía a la Velvet hasta que dí con Los Extraños!
C: ¡Yo tampoco!
C: Yo también le pedía a Félix que me grabara cintas, ¡es que tenía una colección de discos de la pera! Mi acceso a la música era muy limitado: no tenía pasta para comprarme discos. Mi mayor fuente musical en aquella época era el rock duro, y algo de sinfónico, tipo Yes, Jethro Tull, Pink Floyd… Félix me grababa sobre todo garage ochentero: Lyres, Hoodoo Gurus, Nomads, etc. Era muy enriquecedor; yo era como una esponja, quería empaparme de cualquier banda que propusieran versionar.
J: Constantemente buscábamos sonidos que se salieran de la caja.
J: ¡Éramos unos auténticos alemanes, sí! (risas) Ensayar todos los días era fundamental, nos lo tomábamos muy en serio. Cuando realmente eclosiona el grupo es cuando se empieza a componer en el local de ensayo.
C: El otro día bromeábamos diciendo que hacíamos rock sinfónico, porque empezábamos a improvisar sobre un tema y nos tirábamos horas, no acababa nunca. Nos íbamos a casa y seguíamos dándole vueltas -solíamos grabar los ensayos en casete, de hecho, y nos los poníamos en casa tras el ensayo-. Al día siguiente, esa base se había convertido en una nueva canción.
“Cada uno tenía su rol en el grupo, no había peleas de liderazgo. Tocábamos para la canción, no para lucimiento personal”
Los Extraños comenzó como trío con Jon Zamarripa, Félix Senderos y Alberto Cardiel; ¿cómo os integrasteis en la banda?
J: Nosotros éramos los más jóvenes, y jamás tuvimos que pasar por ningún aro, al contrario: todo era proponer y construir sobre las ideas que aportábamos.
C: Cada uno tenía su rol en el grupo, no había peleas de liderazgo. Tocábamos para la canción, no para lucimiento personal. Incorporar los teclados influenció mucho, por ejemplo…
J: Cambió el sonido de forma radical, sí.
C: Incluso en la batería también. Cuando sustituí a Alberto, mi forma de tocar era más agresiva. Esta formación en cuarteto tomó más fuerza. Evolucionó de tal forma que ya no podíamos reproducir el sonido de las primeras maquetas.
J: De forma natural, poco a poco nos dimos cuenta de que los temas anteriores eran imposibles de encajar en el nuevo formato, pues incluíamos sonidos de todo aquello que nos gustaba o influenciaba, desde toques de música industrial hasta el más puro mod de los 60.
“De gira, la convivencia fue imposible. No discutíamos nunca y, de repente, uno era rocker y el otro mod, y se formaba la pelea histórica entre rockers y mods; fue algo surrealista”
Del local de ensayo a irse de gira, hay un abismo…
J: Cuando empezamos a salir de gira y movernos por España es cuando nos dimos cuenta de que saltaban chispas. Una cosa era ensayar, y otra, convivir.
C: Claro, no era lo mismo ensayar o tocar un finde e irte a tu casa, que estar una semana conviviendo: comer juntos, ir al hotel juntos, salir de fiesta juntos, horas y horas de carretera…
J: Esa convivencia resultó imposible. De repente, uno era rocker y el otro mod, y se formaba la pelea histórica entre rockers y mods (risas). Cada uno tenía sus preferencias: a uno le puede gustar dormir, y a otro… no dormir en toda la noche. Parecía que todos nos metíamos en el espacio de cada uno. No discutías con Félix en la vida y sin embargo de gira… fue algo surrealista.
C: Es una incógnita. Quizá ese segundo disco no se llegó a materializar como resultado de esos roces en las giras, quién sabe… Después de la última gira nos tomamos unas vacaciones… de las que nunca regresamos. Madrid fue muy intenso.
¿Qué recuerdos tenéis de esa gira por Madrid?
J: En Madrid era: concierto-entrevista-concierto-entrevista… Estuvimos en programas con los que siempre habíamos soñado, como “Diario Pop” de Radio 3. “¿Cómo será está gente?” “¿Cómo será Ordovás?”, nos preguntábamos (risas). Y de repente estábamos allí con él, y decía que estaba totalmente sorprendido “con esta banda de Bilbao”...
C: Recuerdo que tras un concierto vinieron a buscarnos ¡cuatro taxis! Uno para cada uno, nos llevaron a RTVE a hacer unas entrevistas.
C: Sí, algunos teníamos familiares allí y aprovechamos para ir a verles.
J: ¡Y más que nada porque la gira la había organizado Kike Turmix! (risas). Le dijimos que ya nos buscábamos la vida… ¡Es que Kike era la hostia! ¡Genio y figura! Estabas con gente de la movida, todo surgía de una manera tan natural que lo desmitificabas.
“Nadie esperaba que Cancer Moon iba a suponer el fin de Los Extraños. Jon quería experimentar, hacían cosas chulas, íbamos a sus ensayos. Nos parecía algo complementario”
Todo iba bien: conquistasteis plazas como Madrid y Barcelona, tenías firmados tres discos con el sello Discos Suicidas, el segundo ya en camino… Y entonces se acabó.
J: Cuando Josetxo (Anitua) y Jon empezaron a montar Cancer Moon fue algo totalmente natural; yo fui un montón de veces a su casa cuando ensayaban. Nadie esperaba que aquello iba a suponer el fin de Los Extraños. Jon quería experimentar, hacían cosas chulas. Me parecía algo complementario.
¿Desde el sello no os ‘presionaron’ para que grabarais ese segundo disco, que estaba casi a punto?
J: Sí, nos decían que grabáramos… ¡pero si buena parte de los temas estaban ya seleccionados! Estábamos encantados con los nuevos temas. A mí me tocó hacer de interlocutor con la casa de discos. En un momento de tensión, les dije: “Mira, vamos a ir cada uno a grabar su parte por separado, ¿qué os parece?” (risas). Entonces se plantearon rescindir el contrato. Era absurdo. Yo tenía muy claro que quería seguir, aunque no estuviera Jon. Se nos ocurrieron muchas ideas que nos apetecían, desde buscar otro guitarra a incluir una voz femenina. Nos planteamos incluso cambiar el nombre del grupo (otra vez). Total, que dejamos de hablarnos (risas). Y ahí se acabó la historia.
¿Os arrepentís de algo? ¿O hay algo que hubierais hecho de otra manera?
J: El arrepentimiento básico es no haberla liado más gorda. Siempre lo pensaba cuando llegaba a casa: “Joe, nos lo hemos pasado de puta madre, pero lo que más siento es no haberla liado más” (risas). Parecía que Bilbao necesitaba esto; y a la vez, necesitábamos salir fuera y ver que no éramos la rara avis. Ahí fue cuando empezamos a sentir otras sensaciones… Es una pena...
C: Cumplimos nuestra función. Crecimos mucho gracias a la labor de los fanzines de la época; organizaban sus fiestas y nos llamaban para tocar.
J: Mira nuestros coetáneos, Doctor Deseo. Se empeñaban en hacernos tocar juntos, ¡y éramos agua y aceite! Había buen rollo con ellos, pero musicalmente no teníamos nada que ver. Parecía que sólo existían dos sacos: el del Rock Radical Vasco y el de todo lo demás.
C: Y fíjate, ellos siguen, y nosotros, no…
J: No me dan mucha envidia, ¿eh? Con todo mi cariño y respeto (risas).
“Parecía que sólo existían dos sacos: el del Rock Radical Vasco y el de todo lo demás. Por eso se empeñaban en que tocáramos junto a Doctor Deseo, ¡y musicalmente éramos agua y aceite!”
¿Coincidisteis con grupos del denominado Rock Radical Vasco?
C: En el concierto de Zaramillo (87) tocamos con Pota Freska.
J: Ah, sí. A mí en el 88 me llamaron de Skalope, una banda de puro ska y RRV de Erandio. Querían que metiera unos teclados en su disco, y aquello me pareció muy divertido. Meter un teclado en el RRV era como insultar a los punkis. De hecho, a mí lo que realmente me apetecía era actuar con ellos en directo: tocar frente a un montón de punkis y que te echaran japos (lapos, en ‘bilbaíno’). Me apetecía como experiencia (risas). Toqué media docena de conciertos, incluyendo uno que se hizo en el pabellón de La Casilla (Bilbao), donde tocaron todas las bandas del RRV.
Con Skalope grabé dos discos; el segundo fue un directo en Zornotza. Recuerdo que, como nadie me traía una cerveza, me bajé del escenario a por una birra porque tenía la garganta seca. En ese momento, un espontáneo se subió y empezó a aporrear el teclado… y así quedó registrado en el disco (risas).
¿Cómo era la relación con vuestro público?
J: A nosotros nos daba la vida. Si ensayábamos todos los días, era para que la gente percibiera que había un curro detrás. Respetábamos mucho a nuestro público.
C: Gran parte de nuestros seguidores eran asiduos del Gaueko, o de otros locales de Iturribide (en el Casco Viejo bilbaíno), o de la Komplot en Donostia. Los incondicionales de estos sitios se lo pasaban pipa con nosotros.
J: En Barcelona por ejemplo eran todos mods. ¡Parecía aquello un concierto de Los Nikis! Todo el mundo se empujaba, saltaba… En cambio, en Bilbao, la gente era más parada, pero muy intensa. Notabas que te miraban concentrados, que disfrutaban. En Bilbao no había tribus urbanas que se reunieran en lugares separados.
C: En el Gaueko se mezclaba todo el mundo: rockabillys, punkis, de todo.
J: También veías mods, rockers, gente súper siniestra…
Volvamos a “Yo Confieso”. Confesad: ¿cómo de costosa ha sido la selección de temas?
J: Ha sido un parto muy largo y complejo. Pasamos del subidón de rescatar todos esos casetes (“¡Ostras! ¡Mira lo que ha aparecido!”) a: “Uf, hay que seleccionar…”. Es decir, ponerse de acuerdo, comprobar si tiene calidad técnica o no… Así, casete tras casete.
C: Cuando nos pusimos a trabajar en el proyecto, creo que ni el propio Iñaki (Gallardo) imaginaba que fuera a salir tanto material.
J: Cuando escuché la versión de “Peter Gunn”, por ejemplo, me pregunté: ¿pero cuándo hemos tocado esto? Fue una improvisación total, algo mágico. ¡Me dan escalofríos!
C: Es increíble cómo el tema va subiendo y subiendo… hasta que explota. Ocurría muchas veces: en las improvisaciones de los conciertos, Jon encontraba su fuente de inspiración. Como ya nos conocíamos y existía esa complicidad, con sólo mirarnos ya sabíamos por dónde tirar… Y surgían rarezas como “Peter Gunn”.
J: La idea fundamental era partir de esas primeras maquetas y hacer un recorrido hasta ese segundo disco. “Sex Appeal” fue otro de los temas que generó un cisma.
¡Temazo!
J: Cuando lo pinchó El Patillas (Radio 3), estuve llorando como diez minutos. Una canción tan compleja, con semejante historia. Llegamos a grabarla en estudio y todo. En este caso, fue Ana (Serón) quien dijo que este tema “no pegaba”. Para mí, incluir “Sex Appeal” era irrenunciable; no porque cantara yo, sino porque define precisamente esa evolución del segundo disco, en el que las voces se trabajaron de manera distinta. La gente decía que les recordaba a XTC o Magazine… No he escuchado a XTC en la puta vida (risas).
C: Cuando me llamó Jorge diciendo que había alguien interesado en publicarnos un disco, los primeros temas que me vinieron a la cabeza fueron “Sex Appeal” y “Escucha el silencio” -la versión con los bongos-. Tanto por la calidad de estudio como por su propio interés, por ser inéditos. “Sex Appeal” empieza con ese bajo hipnótico, luego cada uno aporta lo suyo, Jorge se anima a cantar… quedó de puta madre.
J: A Jon le gustaba ese rollo salvaje de la guitarra… Musicalmente, “Sex Appeal” es un puñetero riff de rock n’ roll que no tiene nada… y lo tiene todo. Lo que hicimos fue rodearla de una atmósfera súper salvaje. Incluso la propia letra, que estaba dedicada a Lourdes (Madow), aunque ella no lo sabía… (risas).
“Estamos convencidos de que tanto Jon como Félix estarían encantados con este proyecto. Hemos pensado mucho en ellos”
¿Cuáles fueron los criterios que primaron para esa (reñida) selección final?
C: Teníamos muchas canciones sobre la mesa. El primer criterio era la calidad técnica, que no hubiera errores de ejecución. Tras ese primer descarte, partimos de la premisa de que fueran temas inéditos, y que, en su conjunto, reflejaran un recorrido desde los inicios de Los Extraños hasta su final.
J: Hubo mucha tensión a la hora de elegir los temas. Al final incluso Ana (Serón) se apartó del proyecto. A pesar de todo, estoy convencido de que tanto Jon como Félix estarían encantados con el proyecto. Sólo por el cariño que hemos recibido de la gente, ha merecido la pena.
C: Yo conocí a Los Extraños primero como público. Fui a ver a Eddie and the Hot Rods, en la sala Yoko Lennon’s de Bilbao, y abrió el concierto este extraño trío. Casualidades de la vida… Para mí, formar parte de Los Extraños ha sido una experiencia brutal.
J: Es algo que nos ha marcado a lo largo de nuestra vida.
Tras los recuerdos que han avivado esos casetes, ¿os planteáis volver a tocar?
C: Cuando se disolvió Los Extraños, estuve tocando en otro grupo, en Rabia. Fue bastante intenso; tocamos con Parabellum, Tahúres Zurdos, Los Suaves… Después dí clases de iniciación a la batería para niños.
J: Sí, ¡dio clases a mi hijo! Él le preparó para el homenaje a Zamarripa. Toqué dos temas de Los Extraños (“Mao”/“Irreal”) con mis tres hijos. ¡Se me enchina el cuero cuando lo recuerdo! (risas). En ese homenaje nos dimos cuenta de que no estábamos tan oxidados como pensábamos. Al margen de esto, estuve involucrado en el proyecto personal Bela Lugosi. Aquello sí que era misa negra... pero no era lo mismo. Acabé muy quemado de la música, estoy bastante desconectado. Con todo, si hay un proyecto cañero, volvemos a tocar. Es decir, si nos llaman del BBK Live para telonear a los Cure, ¡joder! ¡Pues lo hacemos encantados!
Los vatios de La Unión, Tina Turner y la SGAE
Balmaseda. Años 80. Un frontón a rebosar espera a La Unión y a su mítico “Hombre Lobo en París”. Los Extraños abren la velada, pero entre bambalinas la tensión se corta con una Opinel no. 8. “Estábamos haciendo la prueba de sonido cuando nos dicen que no nos dejan el equipo”, recuerda el teclista Jorge de la Herrán, a quien se le escapa un inicial “¡Joder con el Rafita…!”, cuando le pedimos que nos cuenta la anécdota. “Oye, que somos unos pringaus de aquí de Bilbao, no tenemos ni equipo de sonido”, replicaron. Bernabé, concejal y promotor del evento, tomó cartas en el asunto: “Voy a solucionar este tema”. A lo que el manager de La Unión puntualizó: “(Los Extraños) tienen que tocar con la cuarta parte de vatios que La Unión, está en el contrato”. “¡Que le den por culo! ¡Voy a traer los vatios que me salgan de las narices!”. Así, el equipo de sonido llegó in extremis y, sin prueba de sonido y con unos técnicos como resolutos aliados -sabían del apuro que habían vivido “los locales”-, Los Extraños salieron a escena… y dieron “¡un conciertazo!”. “¡Otra! ¡Otra! ¡Otra!”, vociferaba el público entregado, ante La Unión, que miraba impaciente el reloj, “¡que nos toca ya!”. A De La Herrán se le enchina el cuero y le brillan los ojos al recordar la efeméride: “Todavía recuerdo a la chica con la que ligué aquel día, lo tengo como un mito, ¡un mito de ilusión! Estábamos tan mosqueados que salimos a por todas. Fue uno de esos días mágicos”.
Cuando Tina Turner tocó en la Plaza de Toros de Bilbao, por el contrario, no hubo tanta magia. La burocracia la rompió. Los Extraños iban a telonearla, pero la SGAE se interpuso y pidió los papeles a la banda bilbaína. Como no estaban registrados ni nada que se le pareciera, se quedaron con las ganas. Sólo podían tocar bandas “registradas”. No era su caso: aún no habían grabado su primer disco. “No fuimos ni de público”, confiesan.
Yo Confieso: Maketas, rarezas, descartes y directos de Los Extraños a Los Raros está a la venta en tiendas de discos especializadas, en formato de vinilo y CD.
Editado por el sello vasco Decadencia Corporal y fabricado en Sarbide Music, Johnny Liverpool es el responsable de la edición de sonido y Niko Vázquez (MCD) se ha encargado del diseño gráfico.