Por: Javier Capapé
No se puede esperar un disco fácil en el último de Zahara. Desde el primer momento nos golpea. Nos inquieta e incomoda. “PUTA” provoca desde su nombre y portada. Pero si nos disponemos a adentrarnos en él, la incomodidad se respira en todo momento para hacer que nos planteemos cosas, para removernos. “PUTA” no solo es valiente, es una manera de meterse en lo más profundo de las vivencias de la ubetense. Vivencias que duelen y cuestionan. No solo muestra su vida, sino también las de muchos de nosotros y nosotras. Porque es un disco en femenino abierto a todos. Un altavoz contra la intolerancia, el abuso, el dolor y el miedo. En el que podemos reconocer múltiples realidades dolorosas y sentirlas en primera persona con la intención de no quedarnos quietos. No es un disco para aquellos que buscan algo agradable, porque esto es arte desde las cenizas, luz desde las sombras. Es construir algo sólido y resistente desde los escombros. Y se convierte en un viaje que duele y que es imposible que nos deje indiferentes.
Zahara ha conseguido que su sonido más dulcificado mute en una especie de nuevo pop electrónico desgarrado. Las computadoras, los loops y los ritmos pregrabados son la tónica general junto a una voz que por momentos molesta, por sus formas más cercanas al recitado y sin necesidad de pulirla en exceso. Y a pesar de estos ingredientes de digestión pesada el resultado es conmovedor. Único en nuestro panorama. Zahara se ha convertido en nuestra artista más valiente y transgresora, sin perder tampoco su capacidad de denuncia, convirtiendo este “PUTA” posiblemente en su mejor legado. Pura transparencia. En sus formas toda esa electrónica encaja a la perfección. Una artista que huye de clichés previsibles para hacerse grande y multiplicar lo recibido por todo lo que nos ofrece. No será un disco que muchos entiendan y quizá algunos lo utilicen para denostarla, pero resistirá el paso del tiempo y se convertirá en referente. En el paso definitivo hacia el trabajo hecho desde las entrañas para entregarse sin filtros. No hay que entenderlo simplemente como terapia o liberación, sino como la mismísima realidad.
La polifacética artista confiesa que ella misma no sabía que “acabaría exorcizando sus demonios con este disco, exponiendo sus manchas y dejando que se vieran sus imperfecciones”. Con este “PUTA” dice haber alejado de sí misma la vergüenza consiguiendo que cada canción le hiciera más libre, porque “PUTA” no solo es desasosiego sino también su propio camino de sanación. Todas estas declaraciones nos hacen ver que Zahara ha perdido todo el miedo y que este calificativo acompañado de su nombre ha perdido todo su significado. Y remata diciéndonos: “Esa incomodidad ya no es mía. Ahora tú que estás ahí, al otro lado, tendrás que decidir qué hacer con ella”.
La mano derecha de Zahara en los últimos años, el inquieto Martí Perarnau IV, asume los mandos de la producción, aclarando que la idea fue parir un disco con las herramientas de las que disponían en casa durante el confinamiento, es decir, con un portátil, un moog y un micrófono, que han sido finalmente los elementos claves del disco. La electrónica, que ya dominaba su proyecto conjunto _Juno, se hace totalmente presente aquí y se recrudece, buscando un sonido único, no escuchado nunca antes en nuestro país de esta forma y mirando de tú a tú a algunos de sus artistas internacionales de cabecera.
Todo lo que creíais saber sobre Zahara dará un vuelco en cuanto comencéis a escuchar “flotante”, el primer corte del álbum. Y si con los varios adelantos lanzados en los últimos meses ya nos habíamos hecho una idea del alcance del cambio de esta artista, descubrir el resto de canciones del disco nos permitirán ver que nada de lo que aquí se muestra está impostado, que el disco crece a pasos agigantados y que su crudeza es sinónimo de entereza y entrega sin condiciones. La mencionada “flotante” comienza casi desacompasada, con una forma de cantar incómoda y con dificultades para encontrar la afinación, pero atrapa con sus tres partes diferenciadas. De hecho en la segunda parte, a mitad del tema, parece que estemos escuchando un extracto de “El mal querer”, y en la coda final entronca con su anterior entrega, con los toques extraterrestres de aquel fantástico “Astronauta” y con unas formas en la voz que nos hacen reencontrarnos con esa Zahara más dulce, pero no por ello menos incisiva. Si “flotante” puede funcionar como carta de presentación de lo que nos va a ofrecer “PUTA”, “MERICHANE” pone todas las cartas encima de la mesa, repasando en clave de synth pop industrial todos aquellos episodios en los que nuestra protagonista ha sufrido en sus carnes lo más inmundo, aquello que marca la piel y el alma, pero que en su caso, gracias a este ejercicio de vómito exorcizante, le fortalece. Un hito. Una canción sin referencias que se erige como un pilar de muchas de las luchas que esta artista hace universales.
“Canción de muerte y salvación” funciona como reflejo del daño llegando a doler en su fondo y forma, en lo que es un spoken word tan crudo como certero. El respiro de “TAYLOR”, con formas más amables, se necesita tras tanto derroche de realidad, aunque no por eso es menos dura. Zahara proclama ahora que necesita abrigo y éste puede ser obtenido gracias al cálido efecto de aquellas canciones que sanan y acunan, como ha ocurrido con las composiciones de Taylor Swift para la ubetense en los últimos tiempos. “SANSA” supone el final de una primera parte densa e infalible. Con esta canción se acerca a Bon Iver utilizando incluso arreglos vocales similares pasados por la computadora. Más cristalina que las anteriores, pero con un mensaje igual de contundente (“tú que no me has rozado has sido el que más me ha destrozado”) en alusión directa al maltrato psicológico.
La segunda parte se inicia con el sad banger de “berlin U5” y esa necesidad del baile como redención, como requisito para tocar tierra y reiniciar. Todo se nubla mientras el baile reconforta. Llorar y bailar. ¿Hay algo más efectivo como terapia? Quizá sí, desahogarse y hacer cenizas las experiencias más dolorosas por pequeñas que parezcan. Muchas veces el dolor reside en lo más banal, como bien documenta “RAMONA”, que descarga un torrente de acusaciones morbosas en boca de la portera de su vivienda. Un ejercicio inspiradísimo y audaz contra esa necesidad imperiosa tan a la orden del día de meterse en la vida de los otros, como si opinar del vecino fuera el ejercicio más común del siglo XXI. “negronis y martinis” remite en su estructura a episodios anteriormente transitados por la cantante. Más pausada, algo que se agradece tras tanta experimentación urbana e industrial, aunque con la intensidad del corazón subida de revoluciones. No por más serena es menos contundente, conduciéndonos a la orgánica “médula”, que atrapa por su cadencia y su voz más dulce, ya que quizá sea la que cuenta con las voces mejor ejecutadas de todo el lote. A continuación Zahara nos ofrece una lucha contra los monstruos en los que podemos convertirnos ejemplificada en “joker”, tal vez la canción protesta más actual que podemos escuchar en este 2021. El cierre es para “DOLORES”, una copla con nombre propio que sirve de ejemplo para plasmar todo el sufrimiento de la propia artista en las carnes de una vecina que bien podría ser también la protagonista de este álbum. Como la propia Zahara. Paisanas tocadas por la misma mancha que cuesta en cicatrizar y para la que este disco quizá sirva de cura.
No es un disco acogedor, ni un disco reposado por el hecho de contar todas esas experiencias que tanto han marcado a nuestra protagonista. Es todo lo contrario. Un disco sanador desde las grietas que dejan marcadas en su piel estas vivencias. Un disco cargado de realidad y vida. Canciones que se abren en canal sin guardar nada. Canciones en mayúscula y minúscula. Con nombre propio. No es algo baladí. Es una manera de concretar actitudes, así como los protagonistas de estos episodios y sentimientos, y entregárnoslo todo. Haciendo que nos revolquemos, nos enfademos, lloremos o gritemos, en definitiva, que empaticemos con una historia que preferimos no haber sentido en nuestras carnes por su extrema crudeza, pero que nos hace acercarnos a ella y abrazar sus miedos, construyendo a partir de ese dolor. Ya nada volverá a ser lo mismo tras escuchar estas once piezas de un mismo puzzle que dibuja el pasado de Zahara. Porque lo que también deja claro este disco es que su presente y futuro está todo por escribir. Liberación total para empezar a vivir de nuevo.