Sala Mozart del Auditorio, Zaragoza. Jueves, 20 de mayo del 2021.
Texto y fotografías: Javier Capapé
Por un momento creí que la pesadilla había terminado. Mientras gritaba con el puño en alto, mientras me levantaba de mi asiento impulsado por sus himnos irresistibles, mientras nos mirábamos entre los presentes para cerciorarnos de que todo estaba fluyendo como en nuestros mejores sueños. Hasta viendo las caras de todos los componentes de Love of Lesbian se adivinaba satisfacción plena. Emoción por sentir lo más parecido a un concierto normal en esta gira de presentación de "V.E.H.N." recién comenzada. Si el concierto del pasado jueves arrancó de forma más tímida y recogida por el hecho de realizarse en la gran sala Mozart del Auditorio zaragozano a medio aforo (restricciones víricas mediante) no hubo que tardar mucho para que los motores se calentaran y todo fluyera.
Las primeras canciones que sonaron fueron las mismas con las que arranca el último disco de los catalanes, en una ejecución comedida pero precisa y con un sonido excelente que dejaba escuchar las fantásticas letras de Santi Balmes a la perfección (ventajas que ofrece el sonido de una sala así). Cuando rápidamente llegó la primera sorpresa de la velada entonando "Noches reversibles" intuí que éste no iba a ser un concierto como los que anteriormente he presenciado en la era post pandemia. "Bajo el volcán" subió la temperatura, como ocurrió con "El sur", donde eché de menos a mi paisano Enrique Bunbury, aunque el tema se mostró igualmente punzante y certero. Todavía faltaba un punto extra para la explosión, para lo que hubo que esperar a respirar la cotidianeidad que destila "Sesenta memorias perdidas", a la terapéutica y siempre necesaria "1999" o a la combatividad de "Segundo asalto", en la que agradecí enormemente su versión más eléctrica, ya que hacía varias giras que no la disfrutaba así, en todo su esplendor. Signo inequívoco de que en este round las canciones se muestran contundentes, no en versiones más sencillas, cosa que podría dar pie a ocurrir debido a la situación reorientada que vivimos en la mayoría de los conciertos de este 2021. Love of Lesbian no han venido a mostrarse tibios. Destilan decisión, contundencia y verdad. Son como los LOL de siempre y nos encantan. Aunque nuestro corazón esté fatal de la puta cabeza, siguen siendo nuestro fiel cable a tierra.
Entre las diecinueve canciones que sonaron en Zaragoza también hubo tiempo para un guiño al minimalismo, provisto de acústica, marimba y mandolina. Momento para la delicada "El mundo", donde una de las pantallas que poblaban el escenario se convirtió en protagonista al hacer danzar a nuestro globo terráqueo bajo la armoniosa melodía vocal de Santi Balmes. Seguidamente el color inundó el escenario con el rescate de "Los colores de una sombra", antes de que el concierto diera un giro de 180 grados y comenzara verdaderamente el espectáculo lesbiano que todos deseábamos, pero que no estábamos seguros de poder vivir.
"IMT" nos hace levantarnos al instante de nuestros asientos. Su fuerza desbocada nos atrapa al instante. Desde la organización de la sala miran la reacción de todos los presentes y parece que compartan nuestro gozo, porque no hay avisos para que cesemos en esa reacción espontánea que hubiera sido totalmente natural en un concierto de los de antes, pero que ahora se vive como un auténtico desafío. La histeria se desata con "Club de fans de John Boy". Ya nadie queda sentado. Toda la Mozart es una fiesta, y el ambiente no baja el calor ni las revoluciones, ya que a esta explosión de identidad lesbiana le sigue el pulso acertadísimo de "Cuando no me ves". Un recuerdo que vivo en presente, porque todo este impasse que suponen estas tres últimas canciones que he mencionado no se va de mi cabeza. Vuelve una y otra vez. No puedo, ni quiero deshacerme de esa sensación."Allí donde solíamos gritar" sonó con un significado renovado. Como bien dijo Balmes, tras el confinamiento el significado de la misma había tomado un sentido totalmente distinto y creo que sobran las explicaciones. Así la sentimos todos, como un reclamo y uno de nuestros mayores deseos. El de volver a esos sitios, esas salas, recintos y festivales donde solíamos y donde volveremos a gritar. Casi sin darme cuenta el tiempo pasaba y se vislumbraba el final, pero antes de terminar, quedó tiempo para volver a la emoción de "Planeador", uno de sus emblemas, perfecta muestra de lo que aúna la música de Love of Lesbian: pulso y grandes melodías mezcladas con letras que ganan a cada escucha y que siempre se prestan a abrirse a las experiencias propias de cada uno de sus oyentes. Algo parecido a lo que ocurre con su nuevo clásico "Los Irrompibles", de nuevo con todo el público en pie, rendido a su gancho y sus dardos infalibles.
"Cosmos" arrancó los bises, pero volvimos a flotar y abrir los brazos (como hace Balmes cada vez que le notamos vibrar con una de sus canciones) gracias a "Belice", como ejemplo del lugar soñado al que escapar, donde, como dice la canción, conseguimos evadirnos con la mente. Con la mente o con esas proyecciones y maravillosos efectos de luz que nos brindan en esta gira. Un escenario en varios niveles, con Oriol Bonet casi rozando el cielo, y recurriendo al color y la luz para dar sentido a cada una de las canciones interpretadas.
Como casi en cada concierto de los de Sant Vicenç dels Horts, hubo mucha comunicación con su público (especialmente acertada cuando las palabras salen de la boca de Julián Saldarriaga). Hicieron mención a su técnico de sonido, confinado en el momento del concierto, recordándonos de esta forma que esto todavía no ha acabado. Nos sumergieron en algunos de los significados de sus canciones y nos invitaron a dar ese tan necesario paso, ese que nos invita a saltar cualquier frontera, las de la tierra y las que hay en cada uno de nosotros. Se reafirmaron en lo mucho que les gusta cantar en castellano, hicieron mención a las críticas que podrían caerles por no tocar tal y cual canción y nos regalaron humor y pasión, dos de los pilares que mejor les definen. Pero ante todo nos hicieron sentir en un concierto lo más parecido a la anterior realidad posible. Nos hicieron flotar, sentir el flow. "Vivos a muerte", sería la expresión.
Puedo asegurar que varios días después aún sigo ahí. Intento que no se me olvide nada. Revivirlo en mi interior, porque me lo regalaron todo. Ninguno de los que lo presenciamos pudimos reprimir levantarnos del asiento. Saltamos, gritamos, lloramos, nos emocionamos con los que teníamos sentados más cerca, bailamos juntos… Fue increíble sentir las miradas. Y entre los siete músicos que poblaban el escenario se palpaba también la emoción por vivir un concierto como los de antes. Así nos lo dijeron. Fue sanador, como un sendero que recorre muchos de los sentimientos que casi solo puedo vivir con su música y los hace realidad. Quizá fuera éste de verdad el primer paso en serio del cambio. Como reza una de sus últimas grandes canciones "que la vida sea al fin nuestra obra de arte". No lo dudemos: vivamos, sintamos nuestra verdadera obra de arte, pero será mucho mejor, seguro, si la vivimos dentro de este viaje épico.