Por: Oky Aguirre
Al mismo tiempo que C. Tangana se dedica a sacar el mejor disco de su carrera, para revolucionar, otra vez, el mundo de la música, ahora con “El Madrileño”, uno siente cierto malestar cuando se le sitúa en pedestales que no le corresponden. Sí; hablamos de folclore. El que resulta ha reinventado, si nos fiamos del criterio de los mismos medios de siempre, con las mismas propuestas de siempre y contando con las mismas voces de siempre. Los tentáculos de Babilonia son alargados...
Por fortuna aún quedan pequeñas hachas para cortar árboles grandes, como dijo Bob Marley en su canción “Small Axe”. Los Hermanos Cubero, desde Guadalajara, pertenecen a ese tipo de artistas necesarios para hacer frente al poder establecido, utilizando siempre con valentía guitarra y mandolina como armas arrojadizas, dotando a las olvidadas tierras castellanas el mismo valor que se le pueda dar a Kentucky o Texas, adaptando géneros arraigados como jotas, seguidillas o romances a su impecable conjunción de géneros como country, bluegrass o rockabilly. No es la primera vez que Enrique y Roberto aparecen en nuestra revista, a la que llegaron con aquél sobrecogedor “Quique dibuja la tristeza”, con canciones llenas de dolor pero también de alegría, de esas que nos hacen más soportables las ausencias de alguien querido.
Tres años después, sacan nuevo disco. Perdón; sacan nuevos discos: “Proyecto Toribio” y “Errantes Telúricos”. El primero es un homenaje al violín que rondaba hace tiempo en sus mentes, ese instrumento tan imprescindible en el folk como el cambio de Dylan hacia lo eléctrico. En este caso, Enrique y Roberto rinden honores a Toribio del Olmo, personaje crucial de tierras alcarreñas, de la comarca de Algora, la que recorría de pueblo en pueblo a principios del siglo XX para llenar de “otra” vida a sus habitantes. Si España tuviera que acudir a un Mundial de violines lo haría sin duda como favorita, junto a las selecciones de Irlanda o Escocia, siendo Los Cubero los que ahora nos lo recuerdan en este álbum sin voces en el que han contado con los mejores violines de nuestra geografía, que nada tienen que envidiar a los Chieftains en interpretaciones de las dos “Jotas de Algora”, una con María San Miguel, del Atlantic Folk Trio y la otra con Paula Gómez del grupo Triguiñuelas. Lo mismo que con el “Fox Trot”, donde un catalán como Jaime del Blanco nos traslada a los mismos pantanos de Louisiana, con su violín al borde del colapso, mientras comemos cangrejos de río. El “Pasodoble de Algora”, con Javier Román El Niñu, podría haber sido cualquier pieza perteneciente a películas de Fellini, donde no sabes si lo que suena tan dulce es un vals o música de circo. Agueda Sastre, Begoña Riobó y Blanca Altable completan este viaje a La Alcarria a la americana que te acercará a lugares insospechados, donde no existen fronteras que delimiten la música, ni americana ni española, aunque no te lo creas. Se llama hillbilly y se remonta a los Apalaches. Más Folclore, imposible. Bueno sí, en “Errantes Telúricos”, el disco que les afianzará dentro del panorama musical español e internacional, con los pies puestos en la tierra sin aires de grandeza ni búsqueda de notoriedad con el apoyo de artistas ya manidos, sino con la audacia de contar con los que sienten, quedando palpable que estos dos hermanos no han mendigado para contar con los mejores artistas sino que han sido los artistas los que se han adaptado a su esencia en contar canciones, donde las letras son tan importantes como la música, dejando la pasión y el compromiso a sus exquisitos colaboradores, como Amaia, esa “triunfita” de voz angelical que en “Efímera” demuestra que ya ha pasado la edad del pavo, compartiendo su don con mandolinas. Christina Rosenvinge en “La Rama” y diciendo “resalada”, compartiendo rimas con la voz aguda de Enrique es un regalo, como contar con Rocío Márquez y su forma de transmitir en “Canción para un principio, canción para un final” o la presencia siempre agradable de Carmen Paris.
Ya metidos en faena, la versión que se hacen en “Así llegué a Granada” con Grupo de Expertos Solynieve del "That’s How I Got to Memphis" de Tom T. Hall, es un monumento al country en castellano. Aunque la verdadera raíz de este disco ya esencial son las letras que forman “G.U.A.D.A.L.A.J.A.R.A”, en la que junto a Hendrik Röver y los Míticos GTs, se inventan uno de los estribillos más originales y pegadizos que se han parido de aquí al Mississippi. Luego ya vienen las excelencias, con un Nacho Vegas descomunal en “Canción para un Entierro” y Josele Santiago dándonos buenas vibraciones en “Problemas a los Problemas” cantando “Nunca ha sido fácil abrir la senda; deja que te diga cómo va el tema”. Es una gran pista para tomar el buen camino.