Xoel López: El rayo que te alcanza



Sala Mozart, Auditorio de Zaragoza. Viernes, 05 de marzo del 2021.

Texto y fotografías: Javier Capapé

He visto a Xoel López en directo en múltiples formatos: como enérgico mod en Deluxe, como asaltante de estaciones con la única compañía de su guitarra, en un explosivo formato de trío o con banda, combinando ritmos latinos y soul. Siempre reinventándose, siempre apostando por ir un paso más allá y ofrecer a sus seguidores algo nuevo. Y precisamente eso es lo que pude presenciar el pasado viernes 5 de marzo en la sala más emblemática del Auditorio zaragozano. Una banda reformada con protagonismo femenino que permitió al gallego ofrecer su mejor versión, la que viene presentada en el que puede ser su disco más granado hasta la fecha (y eso que el nivel que imprime Xoel a todas sus obras es altísimo). El rayo que no cesa, el que nos alcanza sin remisión, se hizo presente entre todo el público zaragozano llenándonos de energía y esperanza por ver esa luz que legará más pronto que tarde e inundando el escenario de tonos y colores diversos, pero donde predominó por encima de todo lo rítmico y desenfadado, pero no por ello menos profundo. Porque el rayo de Xoel no nos roza de soslayo, penetra hasta nuestro yo más profundo y cala hasta dejarnos absolutamente renovados, con la sensación de encarar el presente con mucha más luz tras los noventa minutos de comunión plena con su música. Eso es lo que fue para todos los presentes este concierto tan esperado (pospuesto desde el pasado mes de noviembre). Como rezan algunas de sus canciones, fue “antídoto” para tiempos difíciles junto con la sensación de pisar “tierra” firme con la que volver a construir nuestro futuro, que no por ser diferente tiene que ser peor.

Sonaron cada una de las diez canciones de “Si mi rayo te alcanzara”, dejando claro que el presente de Xoel López es el fruto de su mejor versión, seguro de que el camino recorrido le ha conducido sin dudarlo a este resultado. Diez canciones a las que no les falta de nada, que nos hacen subir a lo más alto y caer sin llegar a despeñarnos, emocionarnos como si fueran vivos relatos de experiencias propias, mover nuestros cuerpos impulsados por la alegría interna con la que encarar las adversidades, y en definitiva, sentirnos libres y confiados. Pero además de estas diez canciones dejó el justo espacio para su pasado, recalando en algunas de sus piezas esenciales, como esa “Tierra” que no puede dejar de conmovernos cada vez que la escuchamos, erigiéndose como una de las mejores composiciones escritas en castellano, o en las más experimentales “A serea e o mariñeiro” (el tema en gallego más coreado en la piel de toro) o “Balas”, donde da rienda suelta a toda su energía desbocada mientras las teclas son aporreadas por su banda en un éxtasis sonoro digno de unos pocos privilegiados en esto de transmitir sobre un escenario.

Una de las cosas que más sorprende en esta gira, que no pueden dejar pasar de largo si se les brinda la oportunidad, es el atípico formato de banda que se nos presenta. Las guitarras aparecen con cuenta gotas (y siempre encaradas por el propio Xoel), la batería es sustituida por un kit de percusión minimalista pero totalmente efectivo, el bajo eléctrico desaparece (benditas programaciones) y todo el peso recae sobre los teclados de su mano derecha Charlie Bautista y sobre las fantásticas mujeres que ocupan el lugar central de su escenario: Alice Wonder, Ede y Teyou, que se hacen cargo de voces y más teclados. Un formato diferente a la par que exigente y efectivo. Un formato con el que Xoel se siente comodísimo, con el que se le ve más suelto que nunca, más confiado y seguro y, sobretodo, mucho más enérgico y vitalista. Es evidente que el coruñés disfruta de cada momento, pero su banda también, dando señas de su buen entendimiento musical durante todo el espectáculo.

“El Destello” abrió la velada con sus aires electrónicos, que pronto dejaron paso a la vitalidad de “Vampiro Blanco” más la canción que da título al disco. Entrando con la artillería de su más reciente trabajo estaba claro que Xoel López quería demostrar lo seguro que se siente con estas nuevas canciones y la confianza que tiene puesta en ellas. De hecho, uno de sus temas recientes más emblemáticos no se hizo esperar y con Ede entrando en el juego al frente del escenario encararon mano a mano la sugerente “Alma de Oro”. La mirada a su pasado más reciente llegó de la mano de la hipnótica “A serea e o mariñeiro” o “Cometa”, afrontada con la voz solista de Alice Wonder, ya que, como el propio Xoel confesó, la canción ha adquirido una nueva dimensión mucho más acertada desde que la escuchó interpretada por la joven artista. Junto a ella también cantó a dúo “Pez Globo”, otro de los temas más experimentales de su último disco, dando paso a la rítmica “Dancehall”, antes de que la emoción contenida brotase con “Joana” y se esparciese por todo el patio de butacas. Pocas canciones interpretadas casi a capella pueden sugerir tanto. Absolutamente incontestable. Como lo fue la efectiva “La Espina de la flor de tu costado”, su tema más escuchado en todas las plataformas digitales en este momento gracias al tirón de Netflix y la serie “El desorden que dejas”, de la que es canción de cabecera y a la que agradeció estarle dando tantas alegrías.

Con casi todo el nuevo disco desgranado era tiempo de ir adentrándose en algunos de sus clásicos, aunque de su época de Deluxe no pudimos escuchar ningún rescate. “Tierra” hizo que toda la Sala Mozart se convirtiera en un mar de olas mecidas por el batir de los brazos del público, que nos transportaron como si estuviéramos en pleno océano Atlántico, y “Balas” consiguió que estallara en gozo todo el respetable (aunque no más que el propio Xoel regalándonos una de las interpretaciones más potentes de la noche), pero se contuviera en sus asientos a pesar de la dificultad que conlleva resistirse a una pócima de este calibre. Seguidamente Teyou se hizo cargo del dúo de “Catarata” con un derroche vocal de aúpa antes de que volviéramos a menear las caderas desde los asientos con “Ningún hombre, ningún lugar”. Se echó de menos alguna canción que ha sido imprescindible en sus conciertos como “De piedras y arena mojada”, que fue sustituida por un nuevo clásico como “Lodo”, una de sus últimas canciones bandera que en este momento que vivimos se hace más necesaria que nunca, invitándonos a salir de las sombras mientras tenemos la certeza de que del lodo brotarán las flores más altas.

La retirada a bambalinas llegó demasiado pronto a tenor del ambiente de fiesta de las grandes que se estaba creando en el auditorio. Todos parecíamos olvidar las restricciones. Ni siquiera parecía que estuviéramos en un concierto post-pandemia. La música fluía y la energía nos hacía olvidarnos por un momento de todo lo que quedaba fuera de esta sala y estas canciones. Y así llegó una versión de “Patagonia” con aires espaciales que se desprendían desde las teclas de Charlie Bautista para rematar la misma en una versión coral a cuatro voces (demasiado atrevida para mi gusto). Eso sí, el final de fiesta llegó con algo de bachata, merengue y aires afro-latinos entonando “You can call me Al” de Paul Simon antes de arrancar con esa maravilla que es “Tigre de Bengala”. Una canción que no deja indiferente, que tiene el poder de hacer que tus pies se muevan de forma automática y se desaten. Por no decir que consigue iluminar nuestra mirada mientras advertimos esos versos reveladores que afirman que “los aciertos son errores del pasado y los errores un camino que abrazar”. Pocas consignas tan acertadas como enseñanza en nuestro día a día. Y es que eso es lo que puede decirse que son los conciertos de Xoel López: grandes enseñanzas, como sus canciones. Además de permitirnos ver que esa luz, que ese rayo que no cesa, está ahí, al final de este túnel del que con esta música, que es bálsamo y el mejor antídoto, es mucho más fácil salir.

Quedaron ganas de más, de seguir viviendo una experiencia cercana a la felicidad plena que sentíamos con un concierto antes de que la luz se apagara hace ahora ya un año (aunque parece que hayan sido cientos). Pero Xoel consiguió que se hiciera realidad, y no solo un deseo intangible, esa felicidad que pocas cosas pueden darnos con tanta entereza como la música.