He de reconocer que, cuando planteé la posibilidad de hacer esta entrevista, me emocionaba la posibilidad de encontrarme con un tipo como Txarly Usher, un músico que, a la hora de hacer canciones, siempre ha mostrado una hiperactividad desbordada. Una hiperactividad que el virus, y su consecuente parón para los músicos, ha desatado ya de una manera imparable, ya que a lo largo del pasado año, Txarly ha sacado tres discos con sus respectivos proyectos activos: RadioCrimen, Txarly Usher y Los Ejemplares y el reencuentro con Peibol en Opium Tea. Así que, lo que tenía claro antes de ir a hablar con él, era que la charla iba a ser larga porque había mucho que comentar. Lo mejor de estas conversaciones largas es que, cuando te encuentras con una persona tan interesante, el tiempo vuela, pero lo malo es cuando terminas la entrevista, miras la grabadora y dices “¿cómo cojones voy a transcribir (y sintetizar) todo este material?”. Así que, lo que he hecho ha sido no intentar resumir, sino hacer un retrato lo más fidedigno posible para que no se pierda ni un ápice de lo que es ahora mismo Txarly Usher, el músico… pero también la persona, un gran tipo, por cierto, que ha hecho que todo sea mucho más sencillo. Sólo espero de verdad que el que lo lea disfrute tanto de la entrevista como yo he disfrutado haciéndola.
Para empezar y hablando del monotema, ¿Cómo lleváis lo del coronavirus?
Txarly Usher: La verdad es que no quiero darle muchas vueltas al tema, pero creo que las cosas no van a volver a ser igual en muchos aspectos.
¿Vais a hacer bolos en esta situación?
Txarly Usher: Radiocrimen hemos tomado la decisión de no tocar en estas condiciones, pero ha sido una decisión consensuada tras un arduo debate interno. Al final, es una banda que tiene una necesidad muy grande de tener contacto con el público y sentir a través de ellos. De todas formas, lo importante es someterlo todo a decisiones asamblearias y luego dejar que todo sea un ente vivo con posibilidades de cambios, pero va a ser muy difícil adaptarse a los nuevos tiempos, sobre todo cuando vienes de conceptos tan extremos.
Con Los Ejemplares, sin embargo, sí vemos la posibilidad de tocar, pero nos vemos con el hándicap de que Rafa Balmaseda vive en Gipuzkoa y no podemos ni ensayar.
¿Y por qué con el proyecto de Txarly Usher y Los Ejemplares sí veis factible tocar?
T.U.: El grupo nace a la par que el virus; cuando teníamos preparada la grabación, tuvimos que suspenderla y, al final, lo hicimos después del primer confinamiento. Pero todo esto tampoco es algo que me preocupe demasiado, viendo cómo lo está pasando todo el mundo, porque es una banda que todavía tiene la efervescencia del recién nacido y estamos en pleno período de euforia… de creación del “monstruo”. De hecho, ya estamos preparando material para un segundo trabajo y la grabación de un EP en medio para seguir latiendo y mostrar vida de alguna manera. Es una banda en desarrollo de crecimiento y, cuando se pueda salir a tocar, ya va a ser de una manera madura y con un buen repertorio.
El golpe duro, sin embargo, ha sido para Radiocrimen porque era una banda que ya venía con una aceleración y estaba bien engrasada, teníamos una programación para 2020 y 2021 que ya sabemos casi seguro que se va a cancelar. Una vez más estamos en el vagón de los perdedores y lo único que nos queda es seguir trabajando en la sombra, y que el rock and roll siga latiendo en las catacumbas, que es donde siempre hemos estado. Lo que nos da más rabia es que, después de muchos años de trabajo, algunos habíamos conseguido hacer de esto una forma de vida y la parte importante eran los directos.
¿Crees que lo único que se puede hacer es esperar a que pase todo esto?
T.U.: La verdad es que llevábamos peleando desde jovencitos y este hachazo, a algunos, ya nos ha pillado un poco mayores e igual ha llegado el momento de que nos mantengamos al margen o no estemos en la primera línea, porque esta vez el enemigo es más fuerte y encima es invisible. No parece que vaya a desaparecer, y lo que me preocupa es que esa maquinaria que está negando el virus en determinados sitios acabe adaptándose a un goteo de muertes porque el sistema lo puede absorber.
¿Piensas que en esta “crisis” hay sectores, como el de la cultura, que están siendo ninguneados?
T.U.: … Y la hostelería también es otro sector que está sufriendo muchísimo. Lo que pasa aquí es que el negacionismo está asentado en los puestos de poder, el sistema es el negacionista, porque para ellos, en su órgano de producción no hay virus: son quienes permiten tener grandes superficies abiertas, quienes no paran los transportes públicos, quienes nos obligan a trabajar y a ir a los centros educativos, quienes no paran la máquina productiva del capitalismo y que, en cambio, criminalizan el sector del ocio porque, para ellos, somos molestos… por eso somos la cultura invisible. Para ellos los individuos no somos importantes, lo que hay que hacer es mantener esa maquinaria en funcionamiento y punto.
¿Es imposible tener espíritu crítico dentro de un sistema en el que, si no estás de acuerdo con todo lo que te dicen, encima tú eres el “negacionista”?
T.U.: Nosotros no negamos que exista el virus, ni mucho menos… todos hemos visto algún caso cercano pero, si hay que parar, paramos todos y luego empezamos de nuevo… pero todos. Por eso te decía antes que ellos son los negacionistas.
De todas formas, en cuanto a lo de “negacionistas” o “no negacionistas”, siempre se ha tendido a bipolarizar, que es lo más fácil para evitar que haya pensamientos colectivos alternativos, pero tienen que existir puntos críticos ajenos a esos dos grandes frentes donde nos quieren posicionar una vez más.
En fin… casi prefiero cambiar de tema, porque es una oscuridad tan absoluta que mejor no hablar más sobre esto.
Tienes razón. Hablemos de música… Empecemos por Opium Tea. ¿Por qué decidís volver a trabajar juntos seis años después de vuestro anterior trabajo?
T.U.: Opium Tea no es una banda al uso, es como una especie de cuarto que tenemos Peibol y yo para reunirnos. Nuestra amistad empieza a la vez que nuestra colaboración musical en la época de MySpace y todo eso, porque él es de la Bizkaia profunda y no es una persona que conozcas de ver en los bares, sino que lo conozco a través de aquellas redes. En aquel momento, él ya estaba utilizando herramientas que los demás todavía no veíamos para hacer rock and roll pero, a la vez, con una vena muy punk, que me llamó mucho la atención. Desde el primer momento, encajamos muy bien y entablamos una gran amistad.
Cuéntanos, entonces, cómo son los inicios de este proyecto.
T.U.: Yo siempre intento coger las cosas buenas y el potencial de la gente que tengo cerca. En este caso, empezamos a trabajar cuando yo estaba haciendo cosas en solitario y empiezo a pedirle ayuda para hacer algunas cosas. Peibol tiene su pequeño estudio casero y, al igual que yo, trabaja de manera muy frenética, que es una característica de todas las personas con las que saco proyectos adelante… son personas que tienen que llevar la misma velocidad que yo, que soy una persona hiperactiva. Él, como Peibol, ya tenía sus trabajos editados, haciendo una música más puramente electrónica con influencias industriales de bandas como Nine Inch Nails y Txarly Usher, en ese momento, era mi lado más íntimo, una música que casi toca el folk clásico, siempre con esa aureola oscura que me arrastra. Pero Peibol hace cosas que ve que no tienen cabida en su sello personal y es cuando me empieza a derivar una serie de propuestas, hasta que reunimos unas cuantas canciones que están a medio camino de nuestros respectivos proyectos y lo juntamos en Opium Tea, que nos parece que puede ser un nuevo camino para sacar todo eso. Lo que más nos importaba es que las canciones no se quedaran en el cajón, porque las personas hiperactivas sufrimos mucho cuando hacemos cosas y no ven la luz, porque sentimos como que el día no ha merecido la pena.
Así que, sacamos esa colección de canciones y ahí se queda la cosa porque Peibol es todo lo que yo no soy respecto al sentimiento de expresar lo que haces sobre un escenario. Yo tengo ese grado de exhibicionista que me arrastra a disfrutarlo en los directos y Peibol es todo lo contrario y, salvo alguna excepción de jovencito, nunca ha tocado en directo. Por eso Opium tea se queda ahí, pero yo he seguido recurriendo a su talento siempre que lo he necesitado y tenemos un contacto permanente de amistad, y no hay día en que, de una forma u otra, no hablemos.
… Hasta que llega 2020 y retomáis el proyecto.
T.U.: Eso es, llega el gran marrón, los locos años 20 (risas)… y todos caemos en esta especie de coma inducido, y volvemos a esa reunión en ese cuarto especial con mucho tiempo para fabricar cosas. La gran diferencia entre el primer disco y éste es que lo que hemos hecho ahora ha sido más meditado y las canciones se han creado pensando en un proyecto conceptual, algo que siempre me ha parecido muy cómodo a la hora de crear porque, al hacer un trabajo nuevo, lo más complicado suele ser buscar la columna vertebral del proyecto.
Así que, en el momento que tenemos ese nexo conceptual, que esta vez nos habían puesto a huevo, decidimos, de alguna manera, darle un giro muy personal, teniendo en cuenta que acababa de grabar el disco con Los Ejemplares, cubriendo de esta forma mi vena afterpunk, y con Radiocrimen, aunque estaba parada, la locomotora está lista para volver a arrancar en cuanto se pueda. Aunque todas mis facetas estaban cubiertas, me atraía la idea de recuperar lo de Opium Tea y retomar con Peibol esos hilos electrónicos que ahora me están interesando cada vez más.
Cuéntanos cómo surge la idea de hacer esta especie de homenaje a grupos como Eskorbuto, Dead Boys, The Clash…
Era como intentar que cada tema, aparte de la conceptualidad que le estábamos dando por el tema de “Mundo muerto”, donde ya vemos ese primer guiño, tuviera un pequeño retazo de ese punk de nuestra juventud y que, de alguna manera, estén presentes, aunque sólo lo sepamos nosotros, aquellos Eskorbuto, Dead Boys, RIP, Dictators… algo que, seguramente, cuando los puristas lo escuchen dirán “Menuda puta mierda”, pero nos da igual porque es nuestro trabajo y es cómo lo vemos. No es un tributo a estos grupos, pero todo eso está ahí, vuelve a ser una pieza tremendamente intimista, pero esta vez con un “batiburrillo” de lo que han sido nuestras vidas en este aspecto.
Hablando de los puristas del punk (o de cualquier género), ¿no es hora ya de que abramos la mente y dejemos que la música evolucione hacia donde tenga que hacerlo?
T.U.: Lo que tiene que primar en cualquier caso es la libertad absoluta para que cada uno manipule la materia como le plazca. De todas formas, nos guste o no, nuestra situación es de veteranos. Los que hemos dejado atrás la cuarentena hace tiempo y estamos ya en esa especie de “cementerio de elefantes”, tendemos a dogmatizar sobre el punk y eso nos convierte un poco en “viejitos ridículos”. Yo nunca me atrevería a aleccionar a nadie sobre lo que es punk o no porque, si nos ponemos fundamentalistas, cualquiera que tenga más de 30 años debería estar muerto (risas).
En ese sentido, nos encontramos en una posición en la que ya nos la tiene que traer floja todo porque nada es tan importante y, si me gusta el punk, da igual que lo pinte de negro, de rosa o de fosforito… me gusta lo que me gusta y ahí están mis referencias. Otra cosa es que, de pronto, aparezca alguien de forma comercial, patética y babosa en una de estas televisiones estatales, con una chupa de pinchos y se te revuelvan las tripas, porque esa misma gente, hasta hace poco, nos ha señalado y hemos sufrido rechazo social por nuestro aspecto. Pero ¿a alguien que tiene una carrera musical más o menos dilatada, que le dé por hacer punk con una escoba y un xilofón le vamos a criticar desde el bar porque es poco punk? Sería ridículo.
Lo que sí que he notado en este disco es que la producción está mucho más trabajada que en el anterior. ¿Puede ser a causa de la propia evolución de la tecnología en estos años que han pasado?
T.U.: Todo está hecho por Peibol en su casa y él no ha parado de devorar cultura en todo este tiempo. Hay gente como nosotros que llevamos en “autoconfinamiento” mucho tiempo y Peibol, por sus inquietudes, cuando viene a Bilbao, viene para comprar discos y libros y, además, está muy puesto a nivel técnico en toda esa tecnología para hacer música con esos aparatos que para nosotros son un mundo desconocido.
Él va evolucionando a la par que la tecnología y lo que ha conseguido, a nivel de producción, en su casa, es tan digno o más que lo que se puede conseguir en cualquier estudio medio. He estado en sitios en los que pagaba 1.000 euros al día y nunca me he quedado tan a gusto con el trato de mi voz como con él. Y todo eso se nota en el resultado final del disco y supongo que también habrá influido que aquél era una recopilación de ideas que teníamos y en éste ha sido todo mucho más ordenado.
La única versión que habéis incluido en el disco es la adaptación del "Safety Pin Stuck in my Heart" de Patrik Fitgerald. ¿Por qué elegís esta canción?
T.U.: Esa es la única canción que se sale de esa línea conceptual y la verdad es que descubrí a Patrick Fitzgerald gracias a mi chica; ella tiene más cultura musical que yo porque, prácticamente a partir de Bad Religion, me negué a escuchar nada más y me perdí cosas interesantes como Rancid, por ejemplo. Así que ahora, a través de mi chica, descubro bandas y éste es uno de esos temas que me pareció espectacular, así que me puse a escarbar y no encontré en Internet ninguna versión en castellano, lo que me motivó aún más para hacerlo.
También tengo que reconocer que me daba vergüenza decir que no conocía a este tipo, pero bueno… es imposible conocerlo todo.
Pues no te avergüences porque, si te sirve de consuelo, yo lo he descubierto ahora gracias a vosotros…
T.U.: Sí, ya estoy viendo que mucha gente de nuestra generación no lo conocía y la verdad es que me quito un peso de encima, e incluso siento un puntito de orgullo si sirve para darlo a conocer. Siempre que hacemos versiones, mi prioridad absoluta es mantener la estructura fonética de la canción y que lo que digas llegue y enganche al que lo escuche, y creo que eso se ha cuidado especialmente. En otras entrevistas que hemos hecho, Peibol insiste mucho en destacar que este disco está hecho con mucho mimo, en él no hay nada al azar y todo lo que se hace tiene un sentido, tanto en la música como en los textos; lo que quiero decir es que yo no titulo una canción “Ciudad de Mexico” si no es porque, a través de esa verdad, lo que quiero decir es como si estuviera contando, uno por uno, a todos esos amigos o familia que he conocido allí, en una conversación con mezcal por medio, lo que siento por ellos y lo que me han hecho sentir.
Siendo un disco conceptual sobre un tema tan amplio, ¿se ha quedado corto o teníais una lista cerrada de canciones de las que no queríais saliros?
T.U.: Creo que he sido yo el cabrón castrador que dijo: “Ya está, hasta aquí”, porque Peibol ha cogido una dinámica de ponerse a parir muchísimas músicas y yo reconozco que, dentro de ese culo inquieto que me mueve desde pequeño, con el mismo entusiasmo e intensidad con el que inicio un trabajo, de la misma forma me entran ganas de hacer otra cosa. Así que hay un momento en que yo tengo la necesidad de que este disco vea la luz y ya estoy hablando con Andima de Demons Records, que ha sido otro gran descubrimiento de esta pandemia, ha sido como encontrar un mecenas en la antigua Venecia… él ha sido quien nos ha sacado este disco y el de Los Ejemplares. Además, todo se ha hecho de una manera fluida sin tener que venderle nada y sin prometernos el oro y el moro…. Por suerte, vemos que existe todavía un tejido alternativo que, para nosotros, es la salvación.
¿Y crees que esta vez presentaréis estos nuevos temas en directo?
T.U.: En eso ando, intentando meter a Peibol el gusanillo (risas). Sí que hemos hablado de empezar haciendo un streaming, porque puede ser una manera de hacer una especie de directo y así ver cómo nos vemos los dos con esto: él enfrentándose al público y yo cantando de una manera diferente porque, cuando sales con una banda y muchos watios a un escenario grande, es como salir con un ejército y te sientes muy fuerte, porque estás arropado por unos animales a tu lado.
En este caso, Peibol me lleva ventaja y él es el que me está animando a mí mandándome mucha música y videos, sobre todo en géneros más oscuros, que van en dueto: una voz y una persona que va con los aparatos, un formato que, ahora mismo, podría ser incluso más válido que una banda al uso y que, para mí, hasta hace poco era una aberración y no me veía subiéndome a un escenario así… y eso que lo he hecho con Carniceros, pero sí que es verdad que, cada vez que he tocado con bases grabadas, el no sentir la fuerza del bombo en la espalda y el no sentirme arropado por unos músicos me cohíbe mucho y me cuesta expresarme en directo así. Pero hay que hacer algo, porque, si no, vamos a acabar muertos y no podemos esperar.
Los que estamos en esto sabemos que, para poder iniciar una carrera con todos los elementos para ser apoyada y poder difundir tu trabajo, tienes que llevar esa propuesta al directo porque, si no, poca gente va a confiar en tu trabajo desde las discográficas, por lo menos en la manera como conocíamos el negocio hasta ahora.
T.U.: Cuando la vida para en seco, como ahora, la verdad es que me sobra tiempo y creo que no había dormido tanto en mi vida; todo es porque no tenemos carretera y, en el momento en que tú ya no pasas los fines de semana fuera de casa, los días se convierten en una eternidad. Lo que sí hago, por una cuestión de metodología de trabajo es que, cuando empiezo con un proyecto, me centro en ello y no tengo ojos para nada más… creo que esa capacidad de concentración, que yo aprendí de los niños, es uno de los grandes secretos para sacar lo máximo de uno mismo.
¿En una situación normal crees que estaríamos hablando de este nuevo disco de Opium Tea y del proyecto de Los Ejemplares?
T.U.: De Opium Tea, casi seguro que no pero, como te decía antes, Los Ejemplares ya estaba naciendo a finales del 2019, porque yo venía arrastrando esa necesidad de creación de temas afterpunk para el que tenía Soma 101 hasta que el bajista se va a Berlín a vivir y nos quedamos huérfanos; justo en ese momento, Rafa Balmaseda también se queda sin banda y lo que hago es incorporarlo a lo que quedaba de Soma 101, que éramos Orkatz, el guitarra, y yo, y así nace Txarly Usher y Los Ejemplares.
Esa necesidad de tener algo al margen de la banda que ya camina sola, que es Radiocrimen, ya la vengo arrastrando desde la época de Carniceros del Norte y, en aquella ocasión, convivimos relativamente bien, aunque hubo algún concierto que se perdió… esos son riesgos que tienes que asumir cuando te metes en este berenjenal del “loco mundo de los culos inquietos o hiperactivos”. De cualquier forma, para poder llevar bien todo esto, lo importante es ser claro desde el inicio… y esto vale para cualquier cosa en la vida.
Por si fuera poco, también se ha reeditado el disco tributo a Parálisis Permanente de Los Carniceros del Norte…
T.U.: Sí, aquí entra en escena Ángel de Snap, otro de los grandes tipos que hemos conocido y que lleva muchos años editando grandísimos discos. Este año consiguió hablar con Bam Bam, nuestro contacto en México, que se había quedado sin el vinilo y llegaron a un acuerdo para reeditarlo. En todo momento nos ha dado todas las facilidades para hacerlo como quisiéramos e incluso existe la posibilidad de reeditar en un futuro algún trabajo más de Carniceros, que es una de esas bandas que pueden trascender más incluso sin existir, por pura nostalgia, o por ese halo de “grupo de culto”. Hicimos bien en parar, cuando notamos que empezábamos a sufrir un desgaste por repetición, por decirlo de alguna forma.
¿Es complicado vivir de la música?
T.U.: Desgraciadamente, y esto no es por la pandemia, vivimos en un estado en el que no hay un circuito real de rock and roll, sí que hay salas… o había, y hay infinidad de bandas; pero no estamos en un país en el que podamos vivir del rock and roll de una manera mínima… ya no digo digna, que cuando te pregunten a qué te dedicas puedas decir “soy músico, hago rock and roll”.
Por ejemplo, cuando tu llegas a México la policía te para para preguntarte en qué grupo tocas, allí los músicos están reconocidos como un oficio que se respeta muchísimo, pero por desgracia, aquí no se ha creado ese tejido necesario para que el rock and roll se convierta en un oficio, cosa que ya existe en otros países de nuestro entorno como Francia o Alemania donde, si eras músico, hasta hace poco tenías el apoyo para tener la posibilidad de seguir siéndolo.
¿Por qué crees que aquí no existe ese apoyo?
T.U.: Pues, de nuevo, tenemos que hablar de la capacidad productiva de cada sector. Este es un sector que, si no se riega desde pequeñitos, convertirlo en industria productiva nos llevaría décadas, y por eso es más fácil ignorarlo y quitarte la idea de que vayas por ese camino. Aquí lo que se busca es la producción rápida, porque yo voy a estar aquí cuatro años y en este tiempo lo que tengo que hacer es construir hoteles, muchos bares, y que venga un señor de fuera que deje mucho dinero.
Si consiguiésemos que, al igual que se miman ciertos deportes o disciplinas, se mimara esa cultura que, a día de hoy es invisible, no tendríamos problema, porque hay muy buenas bandas e incluso podríamos convertirlo en una fuente de ingresos importante. Estás viendo que los grandes macrofestivales dan beneficios en los sitios donde se celebran… pues crea tus propios cabezas de cartel… ¿Qué pasa? ¿que los ingleses nacen con un don especial? Pues no, lo que pasa es que ves un documental de allí y una señora te está hablando de los Beatles y de Elvis con una normalidad con la que aquí sólo se habla de la Pantoja… eso está bien, también es folklore local, pero desde hace muchos años tienes una simiente de rock and roll que no acaba de nacer y que tenía que tener un lugar especial.
Por ejemplo, aquí tenemos aquello que se llamó Rock radical vasco, que se podía haber convertido en algo importante si se hubiera cuidado, y eso es folklore, no seguir matando animales. El folklore es algo vivo y si, por ejemplo, ahora hay aquí una explosión de trap entre los chavales y consiguen que tenga una repercusión importante, tendremos que adoptarlo como nuestra nueva forma de folklore vasco. Ahí tienes también el punk de la margen izquierda, a día de hoy hay un peregrinaje hacia todo aquello que hicieron dos yonkis con talento… y lo digo con mucho cariño, porque la historia está llena de yonkis ilustres; Pero Eskorbuto tuvieron una repercusión internacional saliendo de las cloacas y sin ningún tipo de apoyo… es más, con patadas.
No entiendo cómo no se den cuenta de ese potencial que socialmente puede ser bueno para la comunidad, ¿de verdad no os dais cuenta de que si ponéis el nombre a una calle o una plaza de vuestro pueblo vais a conseguir que vayan cientos de personas a hacer peregrinaciones y a dejarse el dinero? ¿Tenéis que poner nombres de vírgenes, santos y toreros? ¡Poned nombres de músicos!