Éste debería ser el treceavo disco del músico francés, de no ser porque él mismo pide en la nota de prensa de su discográfica que no se contabilice como tal, ya que lo considera simplemente como un cuaderno de bitácora de este aciago año, grabado en solitario en su casa, en un ocho pistas, con tomas en vivo y haciendo las letras sobre la marcha.
Antes de archivarlo en el apartado de música sobre la pandemia, hay que aclarar que el germen de estas canciones no tiene que ver con la misma, sino con la conmoción por el suicidio en septiembre de 2019 del veterano músico francés Philippe Pascal, líder de las bandas francesas Marquis de Sade y Marc Seberg, con el que había hablado de colaborar musicalmente. La primera reacción fue empezar a escribir sus sensaciones como fan, desde la juventud, de este artista, que finalmente han sido publicadas en forma de libro con el título de "Fleurs Plantées Par Philippe". Enfrascado en dicho proyecto le cogió el confinamiento y cuenta que un día trasteando con la guitarra le salían los acordes de una canción de Philippe con Marc Seberg, "L’éclaircie". Hizo una toma casera para sí mismo, pero al enseñarla a sus amigos, al mánager y a otras personas le comentaron la casual relación de la letra con la situación que hemos vivido todos y le animaron a grabarla mejor y subirla a plataformas musicales. La verdad es que ha quedado preciosa, solo con una guitarra acústica, un sintetizador de fondo y una letra que hace referencia a un momento de soledad tras una relación y lo largo y aburrido que se hace el metafórico invierno, emplazando a la calma y la paciencia, a buscar ese brillo de una nueva mirada mañana y si no, al día siguiente, o al otro.
Satisfecho con el resultado y sin más que hacer que permanecer en casa, se puso a componer y grabar, saliéndole una tanda de cuatro canciones que decidió publicar como EP en abril con el título "Le silence ou tout comme". En ellas deja de lado la guitarra y tira de sintetizadores y caja de ritmos, y aunque le influye la situación de encierro, no hace referencia explícita. Tanto las cuatro del EP como la anterior están en este nuevo disco.
"Papiers froissés" abre el álbum con quietud y esa tristeza tan característica en él, reflexiona sobre el comportamiento humano; somos papeles arrugados que cuando no sabemos hacernos reír nos dedicamos a herirnos. En la siguiente, "À la même place", el ritmo se hace protagonista. Es casi bailable aunque muy austera, su letra parece un retazo de novela negra, observa una misteriosa pareja dentro de un coche mirando al frente que aparece siempre en el mismo lugar. Cesa el ritmo para "Vie Étrange" que suena a réquiem y es que la dedica al cantante francés Christophe fallecido en abril por coronavirus, "qué vida tan extraña no habrá más palabras azules" repite en alusión a un éxito del fallecido. La cuarta del EP, quinta en el LP, "Un endroit mystérieux" cede al escapismo en forma de balada romántica de synth pop, ensoñando un recuerdo de juventud, cuando el amor no era ningún secreto en un banco de arena junto al río mientras los padres estaban a sus cosas. Los daños no eran irreparables entonces, según él.
Hasta aquí todo lo que se conocía antes de noviembre. Coincidiendo en mayo con el desconfinamiento, le apetece seguir con el método de componer y grabar, con lo que al juntar otras cinco canciones ya decide presentarlas junto a las anteriores en forma de álbum, cerrar el año, hacer borrón y cuenta nueva y prepararse para, si todo va bien, grabar un disco con todas las de la ley en 2022.
En esta nueva colección está más presente la guitarra, aunque el esqueleto sigue siendo electrónico. "Quand je rentre", que suena a una especie de blues sintético, narra una escena de tensión conyugal, uno que llega a casa tras un día duro y otro que espera tras la puerta con desconfianza.
La faceta de escritor de canciones sencillas y bonitas llega con la existencialista "Wagons de porcelaine", en la que canta que los días se enganchan a otros días como vagones de porcelana. Vuelta a un ritmo oscuro de post punk para "Les éveillés", abierta a diversas interpretaciones, apela a su pareja a mantenerse siempre despiertos ya que perder de vista al otro puede hacer que desaparezca. Cierra con "Sols d’automne", una preciosa canción de amor, con unos bonitos punteos de guitarra, y una de esas imágenes poéticas que nos suele dejar, cuando el otro se va, todo es como un suelo de otoño sin una hoja.
La dilatada carrera de Dominique A, siempre con trabajos notables o sobresalientes, y el hambre de carne fresca del entorno musical, provocan que no se preste excesiva atención a sus novedades, pero, como siempre, dar un paso al lado y tomarse el tiempo de escucharle siempre trae satisfacciones. Aunque sea en esta forma austera e improvisada. Él es como esos futbolistas con tanto arte que los aficionados dicen que merecería la pena pagar una entrada hasta para verlo en un entrenamiento.