Por: Albert Barrios
Cada nuevo disco supone un reto para una banda, un trascendental cruce de caminos en que la buena o mala elección de la ruta puede marcar su futuro. Después del más que notable “Passwords” (2018) los angelinos Dawes se vieron en la tesitura de escoger entre seguir con la nueva propuesta sonora, más moderna y popera, o volver al calor del hogar (sonido Laurel Canyon, "singersonwriters", etc.) que significó su gran hito de 2015, “All Your Favorite Bands”. Pues bien, para este nuevo álbum han decidido jugar haciendo trampas : han mezclado su sonido más clásico y el actual para crear una propuesta ganadora.
Con este séptimo disco de estudio han decidido consolidar su proyecto a largo plazo, incorporando nuevas vibraciones al sistema más equilibrado. Producido por el omnipresente Dave Cobb en los estudios RCA de Nashville, “Good Luck With Whatever” consolida definitivamente a una de las bandas que mejor ha sabido aunar tradición y modernidad.
Abre cargada de nostalgia “Still Feel Like A Kid”, con un gran riff de guitarra y unos expansivos coros pop. “Good Luck With Whatever” es marca de la casa (mientras no exista la continua repetición, uno de los mejores halagos que se le puede hacer a un grupo), con la voz de su líder Taylor Goldsmith en primer plano, una inicial semi tranquilidad y después atacando con un exuberante estribillo repleto de musicalidad y ritmo. “Between The Zero And The One” es un inmejorable ejemplo de cómo poner al día el rock americano de guitarras que dominaba a mediados de los ochenta en USA (de Petty a Mellencamp pasando por Bob Seger), mientras que en “None Of My Business” se escuchan ecos del Springsteen de ”Born in the USA” y en “Free As We Wanna Be” del "Boss" más grandilocuente, del que bebió de la ampulosidad callejera y de Roy Orbison para parir “Born to run”.
“St. Augustine At Night” es una de las grandes canciones del disco, una autobiográfica balada sobre las dinámicas de familia y la identidad personal, regada de melancolía y dolor (Taylor Goldsmith cita el suicidio de su hermano mayor). En “Who Do You Think You're Talking To?” la batería de Griffin Goldsmith y el bajo de Wylie Gelber dotan de groove (esencial en la música de Dawes) a todo el conjunto, mientras que en “Didn't Fix Me” es el piano de Lee Pardini el que manda, a la manera de Roy Bittan o Benmont Tench, sin estridencias ni malabarismos, dotando a toda la canción de ese plus que a veces pasa desapercibido y que la eleva de manera exponencial.
Con la ayuda de Jim James se despiden con “Me Especially”, un medio tiempo de manual, con solo de guitarra, apuntes de teclado y un coreable estribillo a la manera de los Eagles más melosos. “Good Luck With Whatever” es un álbum intenso y sincero, nacido de una justificada y perdonable trampa, un fotograma de madurez de una banda en búsqueda del perfecto equilibrio, y de ese Santo Grial que es la mezcla de tradición y modernidad…