Todo el mundo viene con el cuento de que "El regreso de Abba" es un disco que complementa a la primera novela de Marc Ros o que es esa novela el complemento del disco. Sea o no así, lo cierto es que ambos artilugios son exquisitos y atrayentes. Coloridos, densos y sobre todo, enteramente disfrutables. Si nos centramos en el disco, que es lo que en realidad debemos analizar dejando la novela para que cada uno la disfrute en la intimidad y sin pretender desvelar ninguna de sus claves, tenemos que reconocer que ambición no le falta, siendo un hecho que además con él han dado en el clavo consiguiendo quizá el mejor disco de la carrera de los catalanes.
El tema titular es puro pop. Exquisito en las formas y totalmente adictivo. El leit motiv de esta gran historia mayúscula que nos sumerge en el relato de Abba, protagonista de la novela, a la vez que nos incita a dejarnos llevar por el resto de los 22 temas que contiene este disco hecho a la manera de las clásicas óperas-rock de los setenta. Un perfecto estribillo, una intervención excelente de Kimberley Tell y un sonido potente y adictivo con el que es imposible no levantar el vuelo. "Mi Guerra" nos lleva de cabeza a Latinoamérica con sus aires de cumbia, mientras que "Mi vida es la música" se torna como la perfecta autobiografía del propio Marc Ros, protagonista casi absoluto de esta obra, aunque consigue llevarle a mejor puerto gracias a la mano de sus dos escuderos Jes Senra y Axel Pi. El final denso y electrónico con la contribución de Delaporte se torna glorioso. Seguidamente, "Abba y Mathieu" nos recuerda a algunos de los pasajes más inspirados de "El peor grupo del mundo", con su pop de vieja escuela.
Los pasajes instrumentales o interludios muy geográficos como "Cadaqués" o "Cap de Creus" encuentran su sitio entre la valiente "Portlligat", tanto por ser su primera canción publicada en catalán como por sus formas orientales. Y hay que reconocer que tiene un punto totalmente seductor en sus formas que hace que volver a ella sea casi terapéutico. Por otra parte, si este disco tenía que tener un single claro ese tenía que ser "Verano del Amor". Deslumbrante a la par que terrenal, sin olvidar su punto revolucionario. Colorido y provocador. Un auténtico lujo sensual con esos fraseos quebrados tan sugerentes de Marc Ros.
"Hugo del Desierto" es bailable a la vez que oscura (con referencia directa al surrealismo de Buñuel), pero en ella se pueden apreciar pinceladas incluso de los propios suecos a los que hace referencia el título general de la colección. Y qué decir de la delicadísima "Gracias a la vida" interpretada a medias entre los hermanos Ros. El clásico de Violeta Parra nos encoje el corazón y consigue el efecto balsámico que en su origen parece pretender. Un gran robado que define a la perfección el espíritu de esta colección de canciones.
Algunas composiciones nos llevan a las sonoridades de discos más experimentales del trío como "El fluído García", a la que podría remitirnos "Ritmo de Huesos", a la vez que emparenta con "Fascinado" sin ningún pudor. "Televisores Rotos" también vuelve la vista hacia atrás, a esos discos con los que Sidonie empezaron a sintonizar con la mayoría de nosotros, sin perder el descaro y la provocación que siempre les ha caracterizado. Evidentemente el trío no puede dejar atrás quiénes son y hacen bien, porque eso es lo que nos gusta de ellos, que asimilan nuevos sonidos y experiencias pero dándoles siempre su sello, permitiéndoles crecer a la par que arriesgan en cada envite.
El interludio de "Interior con chica al piano" nos devuelve al tema titular antes de dar paso a la oriental a la par que bailable "Ragaton", con el sitar muy presente. Una defensa de la mezcla mientras dejamos atrás los prejuicios y disfrutamos con lo que nos hace bailar, sirviendo igualmente con su letra de crítica al turismo de masas globalizado. Le sigue el goce semi lisérgico de "Nirvana internacional", nuevamente con múltiples referencias orientales y un exquisito mantra final.
Dos cortes transitorios (aunque tan sesudos como experimentales, sobretodo en el caso de “La Bailarina rusa con los ojos de Telescopio”) nos conducen hasta la sucesión de temas cortos al estilo de la cara B del "Abbey Road" de los Beatles, que comienza con "Gracias" y se va expandiendo con "Buenas vibraciones" (al estilo del "Pet Sounds" de los Beach Boys), "L.S. Domenech", "Códecs" y "Ataque de ansiedad" como colofón. Las olas del mar vuelven a sonar como al principio del disco para despedirnos con la instrumental que cierra el ciclo con Abba como protagonista de una obra potente, adictiva, sugerente, mística y, ante todo, mágica y trascendente. La colección de canciones más personal, y tal vez definitiva, de Marc Ros y Sidonie. Todo en ella está hilado y medido al milímetro, consiguiendo un efecto sorprendente si acompañamos la experiencia de la lectura de la novela del mismo título: sonidos en bucle, atmósferas, personajes, incluso la sugerente portada obra del artista chileno Matías Krahn, quien les sugirió también incluir la versión de “Gracias a la vida” alrededor de la cual gira el disco en sí mismo.
¿Disco conceptual u ópera-rock? ¿Novela o LP? Todo alrededor de “El Regreso de Abba” puede conjugarse de la forma que deseemos. Es un sugerente manjar en tiempos grises que inunda de color nuestra rutina y que nos invita a dejarnos sanar por el poder de la música y por las evocadoras vidas de los personajes que lo habitan. “Turn on, tune in and drop out!!!”