Por: Pepe Nave
La misma Heather McEntire cuenta buena parte de su biografía en las entrevistas para explicar cómo ha llegado hasta el estado de ánimo que ha marcado la grabación de este disco, por ello mejor empezar por ahí. Educada en una familia de granjeros devota de la Iglesia Baptista, en el sureño estado norteamericano de Carolina del Norte, habituada a las faenas de campo y a asistir a la iglesia todos los domingos y a escuchar country comercial en las emisoras de radio de la zona, guarda en secreto que sexualmente le atraen las mujeres. Es durante el primer año en la universidad en la pequeña ciudad costera de Wilmington donde empieza a tomar su propio camino. Por una casualidad, se convierte en DJ en la cadena de radio universitaria y empieza a descubrir, vía sus colegas, el punk o el rock alternativo, formando ella misma parte de bandas de dichos estilos, hasta llegar a Mount Moriah, que tiñen su rock de folk sureño. Curiosamente es Kathleen Hannah de la mítica banda punk Bikini Kill la que viéndola ensayar en solitario la anima a iniciar su carrera por su cuenta, retomando la música de su niñez.
Su bien valorado primer trabajo, "Lionheart", con letras autoafirmativas, supone toda una salida del armario en su entorno familiar y de amistades. Sin tiempo a disfrutarlo, se embarca como corista en la banda de Angel Olsen en una gira que dura prácticamente dos años y pone tierra de por medio. Cansada, estresada y con ganas de volver a casa, decide establecerse en la abandonada granja familiar junto al río Eno y retomar las tareas de campo y de reparaciones domésticas que le gustan y le relajan. Decide también aparecer por la parroquia los domingos, ya que si bien ella ha llegado al punto de rechazo de la religión organizada, le sienta bien la paz y el calor que dice encontrar allí. Aunque hay personas cercanas que no vieron con buenos ojos su declaración, se siente acogida. Por si faltaba algo en ese proceso de reconstrucción de sí misma, se enamora.
Con ese estado mental empieza a componer las nuevas canciones y junta a su banda para darles forma. Es donde se da cuenta que para preservar el espíritu de las mismas, es mejor grabarlas en tomas en directo con toda la banda, dejando fluir a los músicos y realizando pocas modificaciones; pocos overdubs. Decide producirlo ella misma junto con el guitarra de su banda, Luke Norton, y la ayuda de la ingeniera de sonido y músico Missy Thangs.
"Hands for the Harvest" nos acerca a su granja solo con unas notas de piano y su voz anunciando suavemente las primeras acciones -“Amanece temprano, enciende el fuego, cultiva las hileras, entrega el diezmo”- en tono espiritual y cadencia lenta, la pedal steel guitar se sumará al teclado para aportar emoción, aunque con la sola voz de McEntire ya bastaría.
El álbum tiene continuidad y sigue un hilo conductor pero para nada suena monocromático. Si "Footman’s Coat", un medio tiempo folkie con buenas guitarras y banjo, coquetea casi con la canción pop, "High Rise" la devuelve a las baladas country que escuchaba por la radio, en ambas los versos se vuelven menos explícitos y más poéticos que en la apertura.
Un ritmo de batería a lo "Be my baby" de las Ronettes le aporta solemnidad de "torch song" a "River’s Jaw", y algo de eso hay porque entre los versos dedicados al río Eno, como el título del álbum, pide “a todos los vientos, mantened bien alto el himno”. Musicalmente circula por los ambientes que The Handsome Family aportaron a la cabecera de la serie True Detective, si hay nueva temporada aquí tienen un hit rotundo, una de las canciones del año sin duda.
Los recuerdos de su infancia en el profundo Sur, con la omnipresente iglesia y las cruces en llamas del racismo como decorado, suenan de forma casi onírica en la delicada "One Eye Open", antes de sacar las uñas contra el consumismo y la cosificación de la mujer en "Final Bow", medio tiempo de americana con la guitarra eléctrica poniendo los acentos y con un estribillo con bonito gancho melódico.
"True Meridian" se mece a ritmo de lento vals coronado con un gran solo de guitarra de Norton antes del interludio instrumental de aire místico y atmosférico de "Sunday Morning", que precede sin discontinuidad a la penúltima del álbum, que tras desperezarse del aura mañanera, se sube a un ritmo de batería como de locomotora que arranca suavemente, manteniendo la compostura y con una melodía de las que le gustarían a Stevie Nicks. Y es que, si bien la ambientación de las canciones es claramente folk, incluso country a veces, su forma de cantar no se ata tanto a las raíces y al quejido sureño, lo que hace que pueda sonar más seductora para oyentes ajenos a la música americana.
Punto y aparte merece la versión de Led Zeppelin que cierra el disco, "Houses of the Holy", una originalmente roquera que transforma en una balada cercana al narcótico legado de Mazzy Star, solo que la voz de registro más alto de H.C. le da un vuelo especial que la acerca a un majestuoso cántico religioso. Según confiesa en una entrevista, aunque es fiel a la letra de los Zeppelin, pretende darle un giro al sentido con su interpretación. Según ella, en la original el tipo protagonista intenta seducir o camelar a una chica con palabrería para llevársela al huerto y sin embargo, ella trata de que suene a pedir permiso a esa chica para que acceda a la cita. La batería cesa a falta de un minuto y el recitado en tono más tenue de los últimos versos acompañado de un punteo de guitarra y una nota mantenida de órgano, nos acompañan al final sigilosamente, como marchándose sin hacer ruido.
Si queremos prolongar el estado de calma, serenidad y belleza que nos ha invadido durante poco más de media hora no tenemos más que volver a darle al play.