Por: Kepa Arbizu
En el arte, como en tantas otras facetas de la vida, el hecho de mantener una identidad propia, o simplemente dejarse guiar únicamente por el propio designio sin sucumbir a los mandatos de tendencias ni de patrones establecidos, suele abocar a no obtener un fácil encaje a la vista de los demás. Por eso, y a pesar de que Grant Lee Buffalo compartían ese nervio épico tan ligado al rock noventero, su indudable revestimiento clásico colocó su envidiable propuesta en un nada convencional territorio que a la larga les ha apartado de ser señalados con la relevancia de la que su calidad les hacía merecedores. Una situación que en esencia resulta extrapolable a la carrera actual del que fuera su líder, Grant-Lee Phillips, que bajo su nombre cumple con el recientemente editado una decena de discos dibujando un nítido recorrido, pese a sus claras señas identificativas y a la alternancia de derroteros seleccionados, relacionado directamente con la tradición del sonido americano. Escena de la que también parece en demasiadas ocasiones olvidado pese a poseer un bagaje de un talento incuestionable.
"Lightning, Show Us Your Stuff", título de su nuevo álbum, es otro excelso capítulo de esa vindicación personal del paisaje musical clásico, en este ocasión retratado sin necesidad de recurrir a los impulsos eléctricos y dejándose sostener por los brazos de un ambiente marcado por la melancolía en su forma y un tono intimista en su calado conceptual. Una condición que si bien puede pasar por antitética frente al contenido más airado y social de su predecesor ("Widdershins"), también puede ser entendida bajo una vocación completista a la hora de afrontar desde lo subjetivo y cotidiano ese contexto global ya plasmado. Porque si el estadounidense siempre ha destacado en su faceta de letrista, su condición lírica parece explotar en estas composiciones, que funcionan como ese en apariencia imperceptible manto de lluvia que sin embargo demuestra con el paso del tiempo su verdadera capacidad para empapar. Simbolismos atmosféricos nada gratuitos teniendo en cuenta su constante aparición a lo largo del trabajo, sobre todo a la hora de plasmar esa lucha entre la búsqueda de la luz en cada nuevo amanecer frente a la perpetua tormenta con que tienden a teñirse los pensamientos.
Si algo destaca por lo tanto en toda la extensión del disco es la imposición de una atmósfera claramente delimitada, lo que no se traduce necesariamente en un conjunto lineal ni repetitivo, y eso a pesar de que todas las piezas comparten unos ingredientes comunes que le sitúan en sintonía con otros especialistas de la transcendente contención como son Bill Callhan o Mark Kozelek. Por eso, un tema como el cuasi apocalíptico "Gather Up" destaca precisamente por esquivar esa disciplina, rasgando la delicadeza imperante a base de arreones con los que configura un blues pantanoso a lo Tom Waits o Gurf Morlix. Pero es precisamente eso, la excepción frente a la sutil bruma que se cierne sobre el resto de la colección, como la red instrumental repleta de detalles, incluida la novedosa y reiterada aportación de los metales de Danny T. Levin , que se teje en la sigilosa pero contundente "Ain't Done Yet". Inaugural tema, con tintes a los más melódicos Wilco, en el que también queda presentado el estructural contencioso anímico, en este caso simbolizado en esos buitres empeñados con posarse sobre nuestro día a día.
A partir de ese exquisito arranque las canciones irán trenzando todo un conjunto que quedará tapizado por un acento nostálgico que hablará desde la bella languidez pellizcada de angustia a lo Elliot Smith en "Drawing the Head", o por medio de diversos episodios interpretados desde un tono susurrante y tendente a lo recitativo que se mimetiza con su decoración instrumental. De esa manera asistimos a la exhibición poética tintada de negro mortuorio en una "Mourning Dove" que de tan sensible parece que se va a quebrar en cualquier instante, o a la tenue declamación de "Lowest Low" acerca del baile de máscaras que se produce sobre los escenarios. Temática gremial que tendrá sus derivaciones a través del medio tiempo roquero, pero espolvoreado de soul, "Leave a Light On", alusión directa a los grandes espacios de tiempo alejado del hogar que sufre el músico.
Grant-Lee Phillips escenifica de forma sobresaliente en "Lightning, Show Us Your Stuff" la sempiterna batalla entre las luces y las sombras, el desánimo y la esperanza, reflexión que en esta época acumula todavía más trascendencia si cabe. Un duelo que pese a desarrollarse en un escenario sonoro
dulce y bello esconde en su interior momentos de descarnada reflexión, valga como ejemplo el orquestado vals de "Straight to the Ground" que encierra en su cadencia una incendiaria aspiración("Someday I’d like to burn it to the ground"). Y es que pese a ser dominante ese tono de desánimo y frustración, casualmente la recta final del álbum se encamina hacia un territorio más optimista, donde la luminosidad de "Coming to" sirve de anticipo a un cierre, “Walking in My Sleep”, que se manifiesta como un apacible y onírico blues, en definitiva una estampa que parece inducirnos a creer, al menos momentáneamente, que tras esa ventana cerrada nos espera el sol. No sabemos si se trata de un colofón con visos de conclusión genérica o simplemente el escueto haz de claridad necesario para no claudicar definitivamente. Lo único cierto es que esta decena de canciones, con su espíritu sosegado pero colmado de profundidad y emoción, construyen una obra homogénea y de esas dignas de colarse y anidar para siempre en cada uno de sus oyentes.