Hay gente que piensa que el destino te da señales y depende de uno aprovecharlas o no. A veces ocurre con el sampler de un loop de batería, no de un batería cualquiera claro, porque Tony Allen no es un batería cualquiera. Y el destino quedo en "stand-by" allá por octubre de 2010 cuando Doves anunciaron que el del "Warehouse Project" sería su último concierto en mucho, mucho, tiempo. Hasta que, tras unos atisbos de que había llegado el momento, agotaron las entradas en el Royal Albert Hall. Eso fue en marzo del 2019. ¿Crees en el destino?
Once años parecen demasiado tiempo, mucho desde luego. En once años da tiempo a olvidarse de casi de todo y en estos tiempos, ávidos de urgencia e inmediatez, casi, suena más bien a toda una vida. Salvo que las cenizas del incendio aun sigan incandescentes. Al fin y al cabo Doves tiene mucho que ver con los rescoldos del incendio, de un incendio, aquel que destruyó su estudio de grabación y cerró una etapa que no daba más de sí, básicamente por intranscendente, en que se llamaban Sub Sub y hacían música perecedera, música de anuncio, "como palomas que renacen de sus cenizas", y les redescubrió como banda indie, de cuando el indie no sonaba soporífero sino más bien intenso y perturbador. El Ave Fenix entenderá la metáfora.
No sé si en el momento adecuado, o en el oportuno, Doves decidieron darse un descanso. "Kindom Of Rust", a pesar de su relativo éxito, mostraba signos de agotamiento y "Jetstream" no parecía bagaje suficiente para dar un nuevo impulso y así lo decían: "Dios mío, se necesita un océano de confianza Se necesita un esfuerzo", cantaban en la canción que daba título al álbum. Y además "estar de gira no era un estilo de vida saludable", apostilla Jez Williams.
Once años y un loop de batería después Doves lanzaban "Carousels", un adelanto del nuevo disco que estaban preparando y que abre el mismo. Apoyado en un breakbeat sampleado del difunto Tony Allen, "Carousels" suena vigorosa, profunda y dinámica en su revalorización de tiempos mejores y más sanos sin duda ("Te llevaré de vuelta a los recintos feriales… me perderé en el carrusel de tus ojos"). Si vas a sacar un disco de Doves lo mejor es que suene a Doves desde el principio.
"I Will Not Hide" tiene tintes folclóricos y festivos, de baile, porque rítmicamente sique los patrones a contratiempo de los bailes populares y desemboca en una guitarra luminosa que enfatiza el mensaje lanzado: "No me rendiré, no me esconderé". La celebración de la vuelta. "Broken Eyes" continúa el énfasis festivo del regreso y es inevitable que la guitarra recuerde al riff de "Dancing In The Moonlight" en un desarrollo de canción deudor de los preceptos sonoros y de producción de los primeros años del nuevo siglo. De esos preceptos que los hermanan con unos Coldplay preenfermizos y, mucho más, con sus colegas de Elbow. En ese sentido "For Tomorrow" es de un indie canónico desde las tonalidades vocales, los aires bluesys de la guitarra y la esperanzadora tristeza de los versos: "¿Somos realmente de mundos diferentes?". Son Doves sin duda.
Mucho más intimista es "Cathedrals of the Mind", con una producción entre exquisita y exuberante por momentos y es que una canción que se llama así te condiciona a la exuberancia sin que esto actúe como demerito alguno. Definitivamente a estas alturas pudiera parecer que en este disco no van a aparecer destellos fulminantes como en "Lost Souls" ("Catch The Sun") o en "The Last Broadcast" ("Pounding") pero, puede que sin tanta brillantez de primeras, "Prisioners", con esa introducción acústica, de esas que aventuran aceleraciones de vértigo cuando entra la percusión, cumple con los requisitos. Poseedora de una melodía reconocible y, fundamental, absolutamente tarareable, rompe aparentemente la línea argumental del disco, pero claro, luego viene el middle-eight con los arreglos de cuerda... y los coros... y sinceramente, a quién no le pone cantar "somos prisioneros de estos tiempos". ¡Ah! y Goodwin tiene además una tesitura vocal absolutamente accesible.
En un disco cargado de sensaciones espaciales "Cyrcle of Hurt", llena de guitarras repiqueantes, parece cabalgar fuera de la atmósfera, y una vez más el sentimiento de añoranza por un pasado más asertivo se hace patente pero dispuestos a no echarlo de menos ("estoy cansado de dar vueltas a tu alrededor").
La influencia de Manchester siempre ha estado presente en Doves, y el groove de sus inicios no lo han perdido, y en cuanto pueden lo sacan a relucir en los ácidos ritmos de "Mother Silverlake" o en el oratorio que parece que es "Universal Want hasta", que los arreglos electrónicos y el esquemático ritmo de batería lo emparentan con el house de tintes "hacendosos". El regreso a los lugares de juventud está presente en todo el disco, y en ese sentido la campestre por acústica y por intención "Forest House" cierra de manera amable el regreso bien entendido de los mancunianos, con la sensación transmitida no de un "hola, hemos vuelto" sino más bien la de "continuamos".
"The Universal Want" es la continuación de "Kingdom Of Rust". Es decir, si obviamos el paso del tiempo, Doves continúan allí donde lo dejaron, puede que la pausa se antoje un poco larga pero en ningún momento da la sensación de ser un disco grabado para celebrar una reunión, simplemente dijeron hasta mañana y han pasado once años. Doves siguen siendo ellos y ahora están en los cincuenta cantando a las mismas emociones que lo hacían hace años pero con un punto de vista más tranquilo, o sea, eso que se llama madurez aunque a veces resulte en una excusa para tamizar acomodos. No es el caso, "The Universal Want" es un disco sincero, bien trabajado, a veces excesivamente producido pero pensado y realizado desde la convicción de que saben lo que se hacen y la decisión de mantenerse fieles a su sonido les asegura, al menos, la aprobación de sus fieles y, sobre todo, le dota con una congruencia absoluta con el resto de su discografía. El resultado es un disco absolutamente fiable y brillante en sus detalles, que suena familiar y cercano que reclama las virtudes de un pasado no tan lejano pero sin enfatizar la melancolía. "Sentimos que somos nosotros tratando de esforzarnos", dice Andy Williams. Esencia de Doves.