Por: Kepa Arbizu
Es incuestionable que la música de Ana Béjar nace de la raíz del sonido americano. Igual de evidente resulta que partiendo desde ese ámbito ha ido construyendo un entorno mucho más original e inclasificable. Cada nuevo paso dado, en forma de grabación, ha supuesto otro eslabón en la consolidación de esa personal figura. Por eso, "Sahara Star" (Discos Belamarh), además de ser su actual lanzamiento, ejerce como una nueva y deslumbrante manifestación de ese viaje hace texturas más envolventes, enigmáticas y al mismo tiempo más complejas en su concepto y en su formulación.
Olvídense de los tópicos, la andaluza es una de esas voces particulares y únicas, y pese a lo fácil que puede suponer lanzar dicha afirmación, la decena de canciones que ha preparado con mimo no admiten dudas, su hipnótico pero tenso espíritu, que nos remiten por igual a Mojave 3, Angel Olsen o P.J Harvey, son la prueba irrefutable de que ha avistado, tras una densa tormenta de arena sahariana, su Shangri-La.
En casi cinco años de carrera este es el primer disco largo que editas tras dos EPs previos. ¿Tu forma de hacer música, de componer, necesita tiempo y maduración?
Ana Béjar: Desde luego las prisas no son buenas. Una de las ventajas del modo en que he llevado mi carrera musical es que marco mi propio ritmo, con el tiempo necesario para desarrollar ideas sin ninguna presión y también colaborar con otros artistas, cosa que siempre hago. Centrarme solamente en sacar un disco es una idea que me asfixia porque me gusta tomarme descansos “de mí misma”, y esas colaboraciones con otros músicos me dan oxígeno.
Hace un año por estas fechas ya había terminado de grabar "Sahara Star", pero no quería precipitarme, buscaba un sello que pudiera ser su “casa” de verdad. Considero que alumbrar un disco no termina en el estudio, es esencial respetar su espíritu también en la etapa final, poniendo las canciones en manos de un sello que confíe en el trabajo y que el enamoramiento artista/sello sea mutuo. En estas circunstancias que vivimos tan complicadas, sólo esos sentimientos dan sentido a los esfuerzos que hacemos muchos artistas y sellos independientes, nadando contracorriente y luchando por publicar lo que consideramos debe ser escuchado. Cuando apareció la posibilidad de trabajar con Discos Belamarh lo vi claro y todo comenzó a caminar sobre ruedas, gracias a la pasión y perseverancia de Luis Moner y a compañeros como Gonzalo Fuster que nos ayudó con el diseño del disco.
¿Tienes la sensación de que hoy en día los músicos viven demasiado presionados con ofertar rápidamente novedades? ¿Entiendes que esa inmediatez con la que se consume es contraproducente tanto para el creador como para el oyente?
Ana Béjar: Entre una cosa y otra "Sahara Star" me ha llevado un par de años de grabaciones y otro año para publicarlo, pero sin ese tiempo me habría sido imposible darle tantas vueltas, reconsiderar las canciones y su producción tantas veces, hacerlo crecer y madurar, sin ese tiempo quizá tampoco habría dado con Discos Belamarh...
Hace poco leí una entrevista al director de Spotify donde decía algo así como que los músicos de hoy en día no tienen ningún futuro si sólo graban música cada tres o cuatro años, porque eso ya no es suficiente para estar de actualidad. Este señor es claramente un peligro para cualquier artista que trabaje a conciencia su obra y sea respetuoso y coherente consigo mismo. Alguien con esa visión está considerando la música como un consumible más, obsolescente desde que se publica, en definitiva desechable e intercambiable. Los que vivimos la música en las antípodas de ese modelo de negocio, no nos queremos imaginar un mundo de canciones sin alma, un mundo donde para encontrar autenticidad tuviéramos que venerar la música de otras épocas; una distopía más al fin y al cabo donde las máquinas escupirían canciones con estrofa y estribillo.
Desde el título del disco, hasta tus ropajes de la portada, por no hablar del tono desértico que predomina en el sonido del álbum, todo nos sitúa ante un escenario donde tiene mucho peso lo, llamémosle, africano, ¿tiene algo que ver con tu relación con Melilla o responde a otros estímulos?
Ana Béjar: Pasé mi infancia y parte de la adolescencia en Melilla, es verdad. Nunca sabes lo que te marca la vida hasta que los recuerdos vienen a visitarte en sueños, o en una canción, a veces muchísimos años más tarde. Cuando escribo, no me doy cuenta de que estoy yendo a algún lugar de mi pasado hasta que acabo la canción y paso a ser oyente. Cuando se levantaba el viento rojo del Sáhara se nos metía hasta en las costuras de la ropa, de camino del colegio a casa... Tengo recuerdos muy poderosos de esa época que supongo tarde o temprano tenían que aflorar.
En los últimos años vengo escuchando bastante folclore africano. Me atraen las cadencias superpuestas, las percusiones hechas con el cuerpo, con el agua, los sonidos de la naturaleza, las composiciones eternas de donde se suceden instrumentos, la aparente sencillez... Es un camino ya e ha recorrido por algunos músicos de rock y blues guitarra en ristre, pero que creo no se ha explorado desde la mirada de la mujer; de forma natural conecto con esas letanías circulares, preguntas y respuestas que quizá quiero imaginar y desenterrar para mí o para otros.
Este es un disco en el que sigues incorporado elementos y ambientes en busca de un sonido más atmosférico, más envolvente, en definitiva más personal, ¿tienes la sensación de estar recorriendo un camino en busca de una meta musical concreta o te mueves más en función de lo que te sugiere el momento?
Ana Béjar: Tengo la sensación de ir al rescate constante, al encuentro de melodías que no quiero que desaparezcan y se mueran dentro de mí. Intento no pensar en una dirección concreta, conecto o no conecto, llega o no llega, aunque inconscientemente pueda estar buscando algo.
En el álbum hay una gran diversidad de paisajes sonoros, desde algunos más desnudos a otros de mayor complejidad, ¿a la hora de componer canciones así te imaginas de antemano el formato que van a adoptar o todas parten de un esqueleto básico al que irás probando los “vestidos” que mejor le sienten?
Ana Béjar: Me guío mucho por el olfato cual perro buscando un rastro. Suelo trabajar rápido pero me gusta tomarme descansos para reconsiderar la producción; llevar una idea predeterminada no me suele funcionar, o al menos no es algo que me haga sentir bien eso de tener que ajustarme.
En el sonido alcanzado por el disco supongo que tiene mucho que ver la relación con tu eterno colaborador en la producción Jesús Martínez, ¿cómo es la relación de trabajo entre ambos, tú das las ideas y él las termina de perfilar o él también propone a su vez nuevos caminos que no habías imaginado?
Ana Béjar: Cuando trabajo con otro productor espero que de esa colaboración surjan nuevas formas de arropar o incluso alterar partes de una canción, de otro modo no le vería el sentido al trabajo conjunto. En mi anterior EP la producción y grabación corrió a mi cargo y en este disco casi la mitad de las canciones también. Creo que los temas que he producido con Jesús dan un contrapunto fantástico para el resultado final del disco: él concede mucha más importancia a los pequeños detalles y yo sin embargo suelo ser más impulsiva y directa. Jesús me conoce muy bien y nuestra sincronía después de tantos años es total: cuando estoy buscando algo lo acaba encontrando él y viceversa, es algo que sentimos cuando está en el aire y nos sonreímos. Son momentos que valen por todo el esfuerzo.
Es muy destacable también tu forma de cantar, que parece mimetizarse con el propio ambiente de la música. ¿Hay una clara intención por hacer de tu voz un instrumento más que poner al servicio de esa unidad sonora?
Ana Béjar: Depende de la intención que quiera poner, de la propia composición. Me gusta mimetizarla entre los demás instrumentos a modo de drone y elaborar paisajes, también me encanta armonizar varias voces (la música coral contemporánea me encanta), aunque otras veces la prefiero cruda, como sucede en ‘I’ve got a Star’, que creo es la fuerza de la canción.
Y teniendo en cuenta que tu anterior trabajo fueron versiones, y que por lo tanto han pasado cuatro años desde tus anteriores canciones propias, ¿son las actuales el resultado de una época o momento concreto de tu vida o pertenecen a diferentes momentos?
Ana Béjar: Las canciones de este disco cierran para mí un ciclo compositivo y vital que comenzó con la canción que le da nombre y terminó con "Exile", donde parafraseaba a Ciorán, quizás sea un exilio más ansiado ahora que nunca dadas las circunstancias que estamos viviendo sobre todo en las grandes ciudades. En cuanto a las versiones, suelo manipularlas tanto que creo acaban ocupando un lugar propio y muy querido en mi obra.
En este nuevo disco de hecho incorporas la versión de Vic Chesnutt “Everything”, que ya aparecía en tu anterior trabajo, ¿qué tiene o qué hay en dicha canción que te empujó a incorporarla en este nuevo repertorio?
Ana Béjar: Me rondaba la idea de hacer un versión de Jason Molina, y en Noaloha Records me invitaron a un homenaje de Vic Chesnutt, así que hubo carambola. Mientras ya estaba trabajando en Sahara Star necesitaba airearme, y eso me llevó a grabar versiones de Beachwood Sparks, Donna Summer..., pero todo vino por Vic Chesnutt. Viendo que el disco homenaje no acababa de materializarse la versión acabó formando parte de mi disco, aunque la remezclé y grabé con más voces e instrumentos. Afortunadamente en estos días Noaloha acaba de publicar finalmente el recopilatorio, así que es una alegría por partida doble.
Cierras el disco con “Himmel Und Erde”, el único tema cantado en castellano, ¿querías situarlo en esa ubicación final a modo de resumen del contenido del disco y que además fuera entendible por todos?
Ana Béjar: En cierta manera es así. Esta canción podría ser el principio o el final de un uróboros, cerrando o abriendo el círculo. El título viene de un regalo muy apreciado que recibí hace unos años y en castellano significa “Cielo y Tierra”; el texto destapa la naturaleza más vibrante y también más catastrófica, y como dices, a modo de resumen nos invita a reflexionar sobre las relaciones humanas y también las que establecemos con el medio natural.
Tu activismo social y político (militas en PACMA) es de sobra conocido, ¿entiendes esa faceta independiente de tu expresión artística o ésta es una extensión de esos ideales?
Ana Béjar: Considero que una sociedad donde se maltrata y asesina a los más indefensos, es una sociedad enferma y fracasada, un mal de raíz con el que hay que acabar. Es una lucha que me acompaña siempre, en todo lo que hago. En este disco lo expreso en varias canciones: en "Rhoda" hay abandono y maltrato, en "Haunting Eyes" un rescate, en "Sahara Star" sororidad y admiración hacia la mujer. Todo está en mis canciones. En estos días de pandemia es desolador comprobar como los conciertos de música se suspenden mientras que eventos taurinos cuentan con el beneplácito de los Ayuntamientos y público sin mantener las medidas de seguridad requeridas. La tortura no es cultura, que no se nos olvide.
Llevas en la música desde los años noventa. Dando por sentado todo lo que ha cambiado el negocio musical y la forma de relacionarse dentro de él, ¿tu manera de afrontar el hecho creativo ha evolucionado durante este tiempo o ha consistido en retocar y matizar una idea fija?
Ana Béjar: Me es difícil contestar a esta pregunta, no estoy muy segura de saberlo. Intento ser sincera conmigo misma y con lo que escribo y cómo lo presento al público. Atreverme y expresar mi singularidad. No persigo nada que esté fuera de mí o de mi alcance. Estoy contenta con mi trabajo y con los compañeros con los que tengo la suerte de colaborar, eso para mí es un regalo. El tiempo que ha pasado desde que comencé en todo ésto me ha llevado a valorar lo aprendido y disfrutarlo, algo que no siempre hice.
Dada la situación en la que nos encontramos, donde resulta difícil poder mostrar en directo las canciones, ¿el hecho de no poder compartirlas con el público, te hace sentir de alguna manera que esas canciones están inacabadas sin ese feedback en vivo?
Ana Béjar: Disfrutar de una grabación, apreciar cada detalle, descubrir matices a cada vuelta ..., ese disfrute del oyente es un fin en sí mismo. Ahora bien, hay más vida después de ese ritual. No considero que las canciones deban constreñirse a replicarse una y otra vez según la grabación. Disfruto de los directos precisamente porque juego y cobran nueva vida. Algo que he saboreado mucho de mi carrera en solitario ha sido dar conciertos sin banda, ya que al no tener la responsabilidad de no volver locos a los músicos, podía alargar o cambiar las canciones a mi antojo, dependiendo de lo que fuera dando de sí la propia interpretación esa noche. Eso es lo más bello de llevar los temas al directo. Ahora no podremos hacer eso durante una temporada, pero seguiremos grabando y compartiendo pequeñas actuaciones, y para los que amamos la música, seguirá habiendo fuego en nuestros ojos y corazones. Cuando estalló la pandemia vi a Richard Thompson haciendo pequeños conciertos desde el salón de su casa, ahí no había glamour pero sí mucho corazón y música muy grande.