Por: Jon Bilbao
Se cumplen en breve cinco años del estreno de la película “Vinyland”, proyecto gamberro y eficiente que orbita alrededor del coleccionismo de vinilos y del inquebrantable amor por la música. Sus autores (el guionista y director Mikel Insausti y el editor y director Marcos García) lo definen como docuficción musical, ya que se trata de un falso documental en el que prima la música. Falso hasta cierto punto, ya que el protagonista, José Luis, es realmente un coleccionista que se interpreta a sí mismo, aunque a esto se añade una trama de ficción sobre el secretismo del lugar donde J.L. guarda sus discos. Hay incluso un villano de procedimientos clásicos, el mod Sherlock (correctamente interpretado por Iñigo Art), que trata por todos los medios de usurpar los tesoros de plástico que conserva el protagonista.
También esencial para la materialización de la película fue la participación como productor (y con un pequeño papel) de Juan Carlos García, más conocido como Juancar, padre de Marcos García y dueño desde hace treinta años de la tienda de discos de Irún, Bloody Mary discos y producciones. Según cuentan fue él quien les aconsejó sobre diversos temas y quien aportó un extra de motivación, además de prestar su mítico local para que se rodaran allí gran parte de las escenas. También participan muchísimos grupos ya sea con su música (suenan más de treinta canciones) o con actuaciones en directo que se fueron grabando la mayoría en eventos organizados por la propia Bloody Mary. De nuestra tierra escuchamos canciones de Lie Detectors, Pelo Mono, The Lookers o Ex-novios, y de las foráneas destacan las melodías o actuaciones de Red Kross, THe Dirtbombs, The Nomads, Ty Segall o The Flamin´Groovies entre tantos otros.
La estructura narrativa del film viene fijada a través de una entrevista radiofónica que se le realiza al propio J.L., mientras que el resto del metraje está en su mayoría compuesto por imágenes del coleccionista paseando, yendo a conciertos o entrando a tiendas de discos, todo ello acompañado a la perfección por las variadas músicas. O quizá suceda al revés y sean las imágenes las que completan esta experiencia audiovisual mientras las canciones son lo primordial. Impagable el momento en que se nos muestra la correcta limpieza de un vinilo así como el “tratamiento de shock”. Este es un alegato a favor de las tiendas de discos, un homenaje al coleccionismo abierto y una manera más que correcta de lograr mucho con muy poco. El tema de los derechos de autor y sus correspondientes costes es lo que ha imposibilitado que la película esté ahora disponible en plataformas o en formato físico, pero siendo la elección de canciones algo tan sustancial en este proyecto, se entiende que prefieran no modificar nada aunque eso implique no poder seguir mostrándola al mundo.