“Y Raúl Bernal mató a Jean Paul”… pero pese a ser un asesinato premeditado, dotado a buen seguro de ciertas dosis de nocturnidad y toda la alevosía del mundo, no ha habido enseñamiento ni malas artes y sí por el contrario todo el amor y cariño posible, visible desde el acertadísimo título, confirmado por una presentación brutal, formato vinilo, fenomenal portada y aderezado por un relato que complementa desde unas coordenadas marca de fábrica a esas canciones que no son sino el epílogo de un proyecto literario-musical ante el que desde ya anunciamos nunca hemos sido ni ajenos ni mucho menos objetivos.
Porque el objeto de un proyecto como Jean Paul nunca fue el de acercarse a las masas, su cometido, mucho más ambicioso, siempre fue el de facturar canciones hermosas, hirientes y valientes, relativamente confesionales y decididamente crepusculares, donde el existencialismo y la sensación de mirar desde la ventana pasar la vida, entre reflexivo y vigilante, empapaba todo, encadenando acordes desde una vertiente afrancesada pero siguiendo el sendero marcado por Diego Vasallo, Rafael Berrio -eterno- y el siempre presente José Ignacio Lapido, dejando su enorme sello de calidad en aquellos pocos paladares y tímpanos que siempre mostramos militancia Bernalista.
Así procedemos a disfrutar del sepelio, del canto de cisne, de la ceremonia que supone leer el relato, pues van estrechamente ligados, mientras escuchamos “Vestigios Ajenos”, brutal en letra y melodía, “Abriles”, sorprendente apertura y con un sonido experimental, “La Nada”, quizás la mejor de la colección, por existencialista y dada su cadencia, donde mejor se resume la filosofía de Jean Paul, “Si Fuera Yo”, capaz de ponerte el corazón en un puño, “Mala Literatura”, con esos aires de vals quejumbroso, y el final con “Huracán y Mariposa”, donde la emoción embarga al saber que es el último trazo de una aventura que nos ha legado mucho, tanto a nivel musical como emocional y personal.
Asistimos al cierre y a la despedida, con la sensación de haber disfrutado en cada uno de los discos y canciones que dieron vida a Jean Paul, también con los directos, cuando aún existían, en que pudimos verle, a veces con solo una acústica, otras con la lujosa banda que siempre sirvió de amparo a tan magníficas composiciones.
A Jean Paul le tendremos que agradecer de por vida habernos dejado conocer a Raúl Bernal, alma de poeta y corazón de músico, sin vacilar, pura vocación artística, sin artificio ni más doctrina que su amor por el noble arte de hacer canciones. Hoy nos emociona saber que nos ha invitado a la última de sus fiestas, la de su despedida, haciendo gala de su honradez y tino a la hora de titular su postrer obra. “El Adiós considerado como una de las Bellas Artes”. Su último trazo da fe de que así es en una colección mayúscula.
Nunca es tarde. No se lo pierdan. Uno de los discos del año, aunque afirmarlo sabiendo que es el fin me parta el corazón. De eso trata el arte, ¿no? Hacer sentir, conmover y doler.