El inagotable pozo de la tan manoseada “Movida” sigue aportando literatura a su ya extensísima bibliografía, la sorpresa radica en que más allá de profundizar en los tópicos que cualquier aficionado medio conoce al dedillo, todavía puedes encontrar libros tan profundos, divulgativos y curiosos como este “La Movida Madrileña y Otras Movidas”-Guadarramistas Editorial-, firmado por el siempre afable e interesante Jesús Ordovás.
Y es que el periodista, cuyo nombre debería situarse en una de las acepciones del diccionario de la R.A.E. junto a la palabra pop, se adentra en un periodo de tiempo que conoce bien, pues fue protagonista y pieza clave del mismo, desde la visión más abierta posible, con objeto de capturar una fotografía de lo que fueron aquellos años desde el amplio prisma de lo cultural, político y social, dando altavoz a las expresiones que se hicieron hueco en un Madrid que aspiraba a beberse la libertad de un trago, en el que se sucedían los conciertos, las exposiciones y el nacimiento de sellos independientes, conviviendo con el rock procedente de los barrios, políticos inteligentes que lograron hacer que el pueblo les llorara y actos de violencia de toda índole que en mitad de la fiesta lograban retrotraernos a tiempos de dolor más propios del blanco y negro que de la cacareada modernidad.
La principal virtud del libro de Ordovás es que sirve tanto al iniciado, harto de leer sobre lo mismo una y mil veces, como para aquel que se deje arrastrar por primera vez, si es que existe esa persona, a la temática ochentera capitalina, por su carácter cercano y por aportar datos novedosos, así como una visión que no solamente se circunscribe a las andanzas de Alaska y Pedro Almodóvar, quienes pese a ser citados de manera recurrente en dichas páginas no son más que una figuras más, quizás las más afamadas, dentro de un amplio engranaje que nos ha dejado para la posteridad los nombres de Poch, Alberto García-Alix, Aviador Dro, Gabinete Caligari, las noches del Agapo, ese mito de la calle Jardines que es “El Sol” y mil leyendas más que de verdad son las que se encargan de hacer que por tantas veces caigamos en textos de este tipo, textos que si encima vienen firmados por la sapiencia, el buen hacer y el talento del maestro Ordovás no hacen sino hacernos maldecir nuestra desgracia por no haber pasado ni una noche en Rock-Ola o no haber visto interpretar en las madrugadas de la Mandrágora al maestro Krahe su “Burdo Rumor”.