Por: Oky Aguirre
Como sabíamos que el último trabajo de Dylan, “Rough and Rowdy Days”, iba traer consecuencias, regalando al mundo lo que ya es un clásico, y aunque salió una semana antes, nos pareció necesario postergar la reseña del último disco de Dion, “Blues with Friends”. Por supuesto ha merecido la pena, dada la trascendencia que siempre conlleva cualquier movimiento cultural –escrito, cantado o hablado- del de Minnesota, y más sabiendo que es el responsable de las "liner notes" del álbum de otra leyenda como él. Las dos únicas excelencias musicales aún vivas que aparecen en la portada del "Sgt. Pepper´s".
“Dion aprendió desde el principio que la forma de ser escuchado y alcanzar el corazón era cantar con su propia voz rítmica. Y cuando tienes una voz tan profunda y amplia como la de Dion, esa voz puede llevarte por todo el mundo.” Bob Dylan. Estas palabras de Nobel nos sirven de gran consuelo ante lo que habría sido la colaboración del año, quedando aliviados al echar un vistazo a la lista de invitados, en la que suponemos hubo más que palabras para formar parte: Van Morrison, Jeff Beck, Bruce Springsteen, Billy Gibbons, Brian Setzer, Paul Simon, Stevie Van Zandt, Joe Bonnamassa, John Hammond, Patti Scialfa, Sonny Landreth, Samantha Fish, Rory Block y Jimmy Vivino. Un catálogo para interpretar el Blues de casi todas las maneras posibles, bajo una premisa incontestable que no estaba escrita (hasta que llegó Dylan) pero sí implícita: que la voz de Dion DiMucci predominara en cualquiera de sus registros: fuera de convencionalismos y normas, adoptando actitudes de todas las latitudes, desde el Gospel hasta el Delta del Mississippi, pasando por el Bayou, hasta llegar a Chicago, todo regado de vivencias neoyorquinas pasadas en la Belmont Avenue, donde se juntaba con sus Belmonts para cambiar el mundo debajo de una farola, sentando con su doo woop las bases del rock´n´roll en incunables como “The Wanderer”, “Runaround Sue” o “Teenager in Love”, que llegaron a lugares tan remotos como Jamaica, donde influenciaron hasta Bob Marley.
Grabado bajo el sello de Joe Bonamassa, gran valedor del Blues – el único privilegiado en poder tocar la Fender Strat de Rory Gallagher-, comienza con “Blues is Comin´” con las prodigiosas frases de Dion en perfecta conjunción con el slide de Joe, que se alarga hasta el infinito y más allá. Es una pequeña pista para lo que significará lo que nos viene; una auténtica recopilación de sentimientos y actitudes que nos ha dejado este género teñido de azul, y que puede transcurrir suavemente por caminos y praderas llenos de melancolía en “Kickin´Child” con Joe Menza, para después montarnos en cualquier tren, ese vehículo indispensable para todo bluesero soñador, o viajar esta vez en un vagón del metro de Nueva York en “Uptown Number 7”, con la guitarra como siempre arrebatadora del frontman de los Stray Cats. La calma vestida de elegancia la ponen los deditos mágicos de Jeff Beck en “Can´t Start Over Again”, mientras que la presencia de John Lee Hooker está por los cuatro costados en el dueto con John Hammond Jr “My Baby Loves to Boogie”, tanto en los gritos inconfundibles "Ahh Ahhh; Huh Huuuh", como en una armónica diabólica testimonial de aquellos años llenos de raíces.
Pero la verdadera importancia de este trabajo es la trascendencia del contar con auténticos dinosaurios. Lo que para unos pueda sonar a viejas glorias, que por supuesto lo son, puede que sirva para atraer a nuevas generaciones ávidas de Blues, aquellas que aún buscan referencias como Van Morrison, que encontrarán en “I Got Nothin´”, que junto a Joe Louis Walker y la voz celestial de Dion, nos dejan una canción para la posteridad, tan buena que hasta el León de Belfast se ha comprometido a interpretar con el neoyorkino, cuando el COVID nos lo permita.
Sólo alguien con el status y voz de Dion puede ser capaz de coger a Billy Gibbons, nuestro barbudo favorito, y marcarse un tremendo power blues en “Bang Bang Boom”, demostrando que el Bayou y el doo woop siempre han ido de la manita. Como con Paul Simon, que se vuelven a reunir después de ocho años de “New York is my Home” para ofrecernos un precioso alegato antirracista, “Song From Sam Cooke (Here in America)”, perfecto para esta época convulsa con lo acontecido en un país que sigue sin cambiar y que bien podría convertirse en un nuevo himno, rememorando aquél “Frankie, Johnny and John” dedicado a Martin Luter King. Y con un emocionante “Hymn To Him”, junto a Bruce Springsteen, otro eterno agradecido a Dion, se cierra un auténtico tesoro de disco, tan necesario como volver a retomar nuestras vidas, llenas de esperanza, como estas canciones y las sabias palabras de Bob Dylan.