Por: Skar P.D.
Es difícil abstraerse de la historia, si es que conoces la historia claro, y cuando después de tanto tiempo Ian MacKaye y Joe Lally, o sea, la mitad de Fugazi, vuelven a estar juntos, se antoja complicado afrontar la disección y el conocimiento de un proyecto nuevo sin tener en cuenta el pasado.
Una banda de Washington DC. Así de escueta, o poco más, y sin ninguna pretensión, se autodefinen en su breve tarjeta de presentación. Puede que sea breve, pero en realidad a estos tipos les basta con hacer referencia a su lugar de origen para que no haya ninguna duda de por dónde continúan recorriendo el camino que empezó el primero allá por 1983 (Minor Threat) y que tomó carta de naturaleza con la formación de Fugazi, ya con los dos, en 1986. Hablamos de la escena hardcore punk desarrollada en la capital americana a mediados de los 80, con su declaración de principios "Straight Edge " y la modesta filosofía "Do it yourself" que marcó a toda una generación.
En este contexto podría parecer que el debut de Coriky nace lastrado por esa losa, a veces invisible, que es la inclusión en la historia de cualquier movimiento que haya contribuido a abrir nuevas vías tanto estilísticas como mentales y, sin duda, el hardcore punk de mediados de los 80 en la capital de los USA es uno de ellos. Y a la cabeza un tipo icónico, coherentemente extraño: Ian MacKaye.
Tras el paso al estado de hibernación de Fugazi, MacKaye se recicló en un dúo con su esposa, y exbateria de The Warmers, Amy Farina llamado The Evens, mucho más dulce y naif que las bandas predecesoras. Y ahora con la incorporación de Joe Lally tras la vuelta de su exilio italiano, han creado entre los tres este proyecto de nombre extraño llamado Coriky que desde luego no es un Fugazi revisitado ni unos Evens menos crudos, más rítmicos y sincopados por la inclusión del bajo. Y además se reparten las laborales vocales, lo que aumenta su espectro sonoro.
Sin embargo, es más que evidente que la impronta de todos los proyectos anteriores está reflejada en cada uno de los surcos del disco. No podía ser de otra forma, y ya en la inicial y rítmicamente ágil "Clean To Kill" retratan los sentimientos más intimistas y reivindicativos, desde una perspectiva social antimilitarista en este caso, desde el punto de vista de un piloto de drones: "Es una matanza limpia, pero no está limpia". Conmovedora en los coros, a tres voces por otra parte.
"Hard To Explain" suena a conocida, a MacKaye en estado puro, pero a un MacKaye que se autodefiende de causas que no les son ajenas, pero sobre las que tiene un punto de vista más maduro: "Tu posición es que me quieres para arreglar algo que dijiste que rompí en 1986". Siempre ha sido refractario a convertirse en un icono, desde luego. Y por otra parte las líneas de bajo de Lally dan todo el sentido a su inclusión en este nuevo proyecto."Al igual que en Say Yes", con esos silencios rítmicos tan Fugazi-caracteristicos que abrazan un estribillo de entonación bizarramente ensoñadora, o en la aparentemente sombría "Have A Cup Of Tea", con Mackaye proclamando más que cantando una vez más, con ese estilo que no por duro deja de ser conmovedor: "Vivir con el enemigo, vivir con el enemigo". O la enigmática "Too Many Husbands" con sus cortados y agresivos rifs y la Farina asumiendo el protagonismo vocal.
Para hacer la revolución había que mantener la mente limpia para no ver la realidad borrosa, era básicamente la filosofía que proclamaban MinorThreat en su seminal "Straight Edge", y en ese sentido "BMQ" es la canción más "straight edge" del disco, convenientemente actualizado y señalando al enemigo digital: "Wstamos comiendo algo, pero no es comida, un menú manejado por un algoritmo". El compromiso siempre ha sido una seña de identidad de MacKaye, por muy alejado, aparentemente, de la testosterona asociada al punk que parezca, y así utiliza los acordes del estribillo más folkie del disco para señalar la opacidad de la economía gubernamental en "Last Things" o señalar la farsa infinita del liderazgo en la tenebrosa "Inauguration Day".
Amy Farina tiene una voz que encontraría acomodo en las bandas británicas de folk progresivo de los sesenta, y ejerce como contrapunto necesario a los afilados acordes de sus compañeros de banda en la misteriosa "Jack Says", y de solvente baterista, creando el rítmico y serpenteante engranaje para los acordes más hardcores y progresivos del disco plasmados en "Shedileebop", quizás el corte más oscuro del mismo. Y de nuevo las armonías vocales rompen por momentos el dramatismo compositivo marca de la casa. Las herencias marcan el devenir, puede que del futuro, pero desde luego del presente. "Woulda Coulda" cierra el álbum e imagina un mundo yermo y desértico, y no es casualidad los atisbos africanos que destilan las voces ni la calidad de la guitarra sobre la que se asientan.
Este debut de Coriky no suena a debut, suena a banda veterana de esas cuyos miembros se conocen desde tiempos ha y que se sienten cómodos en el tiempo presente. Es un disco oscuro pero optimista. De esos discos que dicen cosas sin evangelizar, y esto no es habitual, pero por otra parte ofrece una actualización del mensaje, el punk del Whasington DC en los tiempos modernos y siguen intentando demostrar que las soluciones, las buenas soluciones no necesitan gritarse a la cara para que sean atendidas.
Y tampoco necesitan de amplificadores a todo volumen si se muestran con la intensidad necesaria. Y creíble, porque si hay algo que define toda la trayectoria de los tres miembros de Coriky es que siempre ha sido creíble. Para paladares acostumbrados desde luego o para alguna mente inquieta y curiosa. Y es que la calidad del mensaje y el abrigo musical que lo abraza se agrandan a medida de las sucesivas escuchas. Y este disco es de muchas escuchas.