Por: Pepe Nave
Por primera vez el título de un álbum de esta banda no consta de sus iniciales, y el cuarto de su colección tiene en su lugar uno largo y poético, como acabáis de leer en la entradilla.
Llama la atención también la portada, la imagen del cuadro "Quieren" (1986), de Jaime Aledo. El listón de belleza previo a la escucha ya es alto, pero atención: spoiler, las canciones están a la altura.
La inquietud del grupo tanto por tener un sonido propio como por no repetirse, les ha hecho ir variando de un trabajo a otro, y en este último el salto es mayor si cabe. Con este álbum consiguen despegarse prácticamente del todo de ese noise pop que ha marcado tanto al indie nacional desde finales de los noventa y que en su anterior disco aún estaba presente en canciones, por otra parte brillantes, como "Cricket o croquet". Una opción con personalidad que se necesita en un panorama musical a veces más uniforme de lo que cabría esperar.
"Starry Belle" abre incluyendo una introducción instrumental que bien pudiera haber tenido título propio. Una guitarra remolona, con una brisa de la costa oeste americana, se mece sobre una base de bajo y batería a ritmo lento hasta que, pasados los dos minutos, los tambores cambian el paso y nos introducen en el meollo de la canción, que quizás puedan enlazarse con otras de su obra anterior pero con la guitarra eléctrica más difuminada, sonando casi acústica y con más espacio en la producción. Ésta, por cierto, ha corrido a cargo de ellos mismos con el ex Como Vivir En El Campo (CVEEC) Rubén González Aló a las mezclas. “El silencio que perseguía/el ruido que azota mi piel” son los primeros versos de unas letras muy influenciadas por la poesía, se citan en los textos promocionales a Pedro Salinas y Nicanor Parra como referentes.
El auténtico cambio llega con "Por Favor, Mátame", donde entran al unísono un bajo rotundo y la caja, marcando un ritmo prácticamente R&B; sigue la guitarra con aire funky pero al irrumpir la voz con unas palabras como “Llévame contigo, palmera/haz picadillo mis huesos/o sácame de esta colmena” lo acerca todo mucho más. Se agolpan las referencias en la cabeza, aunque ninguna encaja del todo: Golpes Bajos, Ciudad Jardín, Los Coyotes... De hecho, en una entrevista reciente, reconocen que de esta tanda solo les gustan en principio Los Coyotes y añaden a Malevaje.
"Malbaratada" sigue por la misma senda, suena a canción popular, con esa mujer madura de vuelta de todo que quiere reinventarse contra todos los prejuicios. Es curioso que ellos manifiesten que no frecuentan los estribillos, porque aquí les ha salido uno coreable mientras uno friega los platos o se ducha. En esa lluvia de nombres que los aficionados a la música solemos rebuscar, aparecen los últimos Talking Heads, las guitarras de Orange Juice y claro, una banda de aquí, de este siglo, que se arrimó a ese lado como son Extraperlo. Como dice Martin Newell, a veces no se trata de copiar a los grandes sino mirar hacia donde ellos miran. La trompeta de Jordan Hoffman pone la guinda al final.
Vuelven al pop más anglosajón con "La partida", pero la forma de grabarla con la base bien marcada y espacio entre las notas hace que encaje perfectamente con lo anterior. La segunda voz a cargo de Begoña Casado y la referencia que ellos mismos declaran de bandas como Fleetwood Mac y Steely Dan elevan la canción a clásico atemporal, que como el resto del disco podría sonar en una radiofórmula comercial si no existieran las famosas “ruedas” e intereses pecuniarios.
Curioso resulta el contraste de "Refugio del martes", un punteo a lo Ira Kaplan de Yo La Tengo, grupo siempre presente para ellos, que da paso a un glam vacilón y elegante. Marc Bolan o Roxy Music estarían orgullosos. La cultura musical del grupo y el buen gusto para combinar elementos que a veces parecen dispares es apabullante. Buena muestra de ello es "Caudal", como un instrumental de banda sonora de los setenta con un recitado hablado de fondo que concluye con la autoafirmación tras la debacle (“Decías que soy de pegote/que me quería poco y mal/pero qué andas/yo soy tigre/
y además de metal”), emergiendo después los coros de Begoña Casado y Teresa Galvañ casi al estilo de aquellas sintonías de Augusto Algueró o Alfonso Santiesteban.
Retoman el hilo de "Malbaratada" en "Bodas" pero más a fuego lento, con otra vuelta de tuerca sobre la ruptura como parte de una relación, otro estribillo recordable y un epílogo a dos voces que la dejan bien asentada. En el mismo sitio pero subiendo la cadencia del ritmo al de conga, "De Búho a Alondra" que lleva la genial metáfora en el propio titulo.
En la recta final retoman con "Rubí" ese pop atmosférico y elegante muy evocador del verano, en plan relajado y dejándose llevar, con unas palmas que acompañan al ritmo. Si es cierto que hay una conexión clara con el pop o el soul de producciones perfectas y sonido limpio de finales de los setenta y principios de los ochenta, el matiz que aporta CVEEC es hacerlo sonar natural y orgánico, no a producción perfecta de laboratorio.
Como coda final, el instrumental casi ambient "Razón de Amor Nº3", con un saxo de aire nocturno, de nuevo Roxy Music o David Bowie rondando, se despide poco a poco tras el día que amaneció con la intro de "Estaribel", perdón, "Starry Belle", que volverá a llegar enseguida porque irremediablemente pulsaremos play de nuevo.