Por: Javier Capapé
Recuerdo la primera vez que escuché a Jarabe de Palo. Eran los teloneros de Neneh Cherry en su gira del 96. "La Flaca" todavía no se conocía, pero hubo algo en aquel grupo que me llamó la atención. Al año siguiente ya estaba viéndolos en la Multiusos del Auditorio de mi ciudad. Y poco a poco fue creciendo. Su música era cercana, conectaba con mis sentimientos, me hacía sentir bien.
Sus conciertos se hicieron cada vez más grandes. Llegaron con "Depende" al Pabellón Príncipe Felipe zaragozano con unos recién nacidos Amaral como teloneros. Después vinieron veranos con ellos en fiestas y más conciertos, hasta llenar el Pabellón Interpeñas en plenos Pilares.
Sus canciones siempre fueron cantos a la vida, derrochaban optimismo y vitalidad, y aunque sus seguidores fueron descendiendo mientras avanzaba el segundo lustro de este siglo XXI su espíritu luchador, su honestidad en las formas y en el fondo y la seguridad en su proyecto sincero nunca flaqueó.
Después vino su enfermedad y Pau Donés volvió a sonar en boca de muchos. Pero esta vez como alguien que afrontaba el cáncer desde la cotidianidad y la esperanza de hacernos entender que esta vida había que vivirla, en mayúsculas y aprovechando el momento que se nos regalaba. Así de simple. Fue un ejemplo y, sin pensarlo, su música volvió a hacerse presente en forma de revisiones jazzísticas, sinfónicas o simplemente desde la sencillez con la que él siempre la defendió.
Hace unos días se lanzaba su último disco "Tragas o Escupes" de forma acelerada. Había sido mezclado durante la cuarentena y en lugar de retrasar su salida, como está ocurriendo en la mayoría de los lanzamientos, se adelantaba. Todo hacía presagiar que había una razón de peso. Pau quería ver su disco en la calle. No quería que fuera un disco póstumo. Quería que fuera una celebración en todos los sentidos y de alguna manera así ha sido. Sin caras tristes, celebrando la vida y todo el poso que nos deja. Su single de presentación, "Eso que tú me das", es puro agradecimiento a todo lo que nos ofrece el día a día. No es motivo para buscar una lectura más morbosa. Todo lo contrario. Sigue siendo una celebración, como lo fueron todas sus canciones. Hasta el final.
Pau Donés ha sido un ejemplo: amigo de sus amigos, gran compañero de profesión, sencillo en las formas pero lleno de corazón, que además nos lo entregaba sin cortapisas en cada disco, en cada concierto, en cada canción.
Una de las carreras más reconocibles en los últimos veinte años en nuestro país. Y si no preguntaros cuántos de vosotros no habéis bailado con "La Flaca", habéis coreado hasta la saciedad "Depende", os habéis emocionado con "Te miro y tiemblo", os habéis enamorado con "Agua", os habéis despedido con "Adiós", habéis llorado con "Completo incompleto" o habéis levantado vuestro ánimo con el chute de energía de "Grita". La música de Pau nunca va a perderse. Su espíritu libre, que se detenía en lo pequeño, soñador y entusiasta, tampoco.
Hoy soy un poco más feliz por haber compartido muchos de mis días con la música de Jarabe de Palo, con la vida hecha canción de Pau Donés.
Gracias y hasta siempre.