Por: Albert Barrios
Existen tres vías de acercamiento al teclado del ordenador para perpetrar la crítica de un disco: la del devoto seguidor (que difícil es ser objetivo a veces), la del escéptico con más o menos prejuicios (justificados o no) y la del melómano aséptico. Esta última es la que suelo tomar en relación a la carrera en solitario de Jason Isbell. Su obra siempre me ha parecido de una tremenda perfección formal, pero nunca me ha llegado a emocionar lo suficiente, me falta ese toque intangible que separa el simple disfrute de la exaltación sensorial.
Mi percepción emocional comenzó a cambiar con el notable “The Nashville Sound” (2017), un álbum en que el bardo de Alabama parecía buscar nuevos retos huyendo de esa zona de confort común llamada "Americana". ”Reunions” es la confirmación de esas sensaciones, y un poco más. La presión del éxito, del no decepcionar, de los demonios pasados y presentes y de la vida social y familiar ha sacado lo mejor de Isbell. Compositor consagrado, por fin se ha creído su (vital) faceta de intérprete, impulsando sus composiciones a un nuevo nivel: canciones llenas de miedo y temor cantadas con la rabia necesaria, y de amor y esperanza mecidas con reconfortante calidez.
Un disco de madurez; Jason Isbell ha declarado ha necesitado quince años para poder escribir estas canciones, llenas de vivencias propias (marca de la casa) pero también de vidas ajenas. Se ha vuelto a rodear de su banda The 400 Unit para trasladar la intensidad de su propuesta en directo al estudio de grabación. Decisiva es la aportación de su mujer, la singer-songwriter Amanda Shires : los (solventados) problemas conjúgales de la pareja actuaron de punto de ignición en varias de las composiciones del LP, buscando el perfecto equilibrio entre elaboración y pasión.
"What've I Done to Help", con la colaboración del legendario David Crosby y Jay Buchanan de Rival Sons en las armonías vocales, es la piedra de Rosetta del álbum : sonido sesentas, un omnipresente teclado, cantando con una decisiva convicción y una slide final que inflama todo el conjunto. En "Dreamsicle" las guitarras acústicas llenan todos los espacios, y el violín de Shires inunda de country toda la canción. "Only Children" rebosa nostalgia, con el dúo cantando al unísono, y con la banda uniéndose poco a poco en tan íntima confesión y "Overseas", rodada en directo hace más de un año, es el retrato de una pareja que lucha por salvar lo insalvable.
"Running With Our Eyes Closed" comienza con ese blues perezoso de los primeros Dire Straits (Isbell es un gran seguidor de Mark Knopfler) para mutar en una autentico himno FM, un caso parecido a "River", de marcado carácter mainstream (adjetivo no peyorativo en este caso).En "Be Afraid" bebe de esa inagotable fuente que significó el rock americano de guitarras de los ochenta, de Petty a Springsteen, esos himnos henchidos que lo emparejan con compañeros generacionales como Ryan Adams o Adam Granduciel.
“St. Peter's Autograph" es pura emoción, un conmovedor recuerdo a los que ya no están, y más concretamente un homenaje al siempre añorado Neal Casal, íntimo amigo de Amanda Shires. "It Gets Easier" utiliza toda la potencia de las guitarras para hablar sobre el perdón y el reto que significa mantenerse sobrio, la canción más autobiográfica del disco en que el ex alcohólico Isbell se enfrenta a sus demonios interiores. “"Letting You Go" despide el álbum con la austeridad y sencillez de lo cotidiano, describiendo lo que siente al ver crecer a su hija Mercy Rose. Ira y reflexión, sinceridad e inquietud, una amalgama de sensaciones y emociones que Isbell ha convertido en música y letra. Un nuevo capítulo de redención en ese tránsito vital llamado madurez.