Por: Skar P.D.
Hubo un tiempo en que el rock'n'roll significaba algo, donde las bandas, todas y cada una de ellas, querían ser estrellas, en que la groupies eran algo más que unas niñas más preocupadas de subir una foto a Instagram que de irse de copas, o quizás algo más, con el cantante de la banda o con el sudoroso y animalado batería. Una época en la que el autotune no era la excusa perfecta.
Y no es que ese sentimiento haya desaparecido. Simplemente no es el objeto deseado de la inanición infracultural dominante que, incluso, manipula el lenguaje. La nueva normalidad la llaman, y no, no estoy hablando de política, que solo es un síntoma más. Ahí están los otrora festivales de referencia claudicando de forma lastimosa al empuje de la mediocridad. "New normal" dicen para ocultar la vergüenza de la elevación de la ignorancia como cabeza de cartel.
Dangereens son canadienses, de Montreal concretamente. Formados en 2017 con el embrión compuesto por Hugo Chartrand (composiciones, voz y guitarra) y Félix Brisson (guitarra) publicaron un EP en el que canciones como "Blacklight City" y "She's So Fine" (cuando una banda compone una canción que se llama así deja claras sus intenciones) apuntaban el camino, sin trampa ni cartón.
Con la incorporación de Charles Duval (guitarra), Jordan Pichette (bajo eléctrico) y Olivier Cormier (batería) han conseguido la estabilidad necesaria para editar un primer larga duración que asiente definitivamente su propuesta "setenterorevivalista", de pantalones de lamé, laca y lápiz de labios.
"Streets Of Doom", callejera como su nombre indica, chulesca, rodeada de humo, y apoyada en uno de esos riffs infalibles, deja paso a "Thieves", donde el rock' n' roll más glamouroso (de glam) se apodera de los sentidos, de los sentidos de pelo largo y cintura caída, y configuran una dupla de apertura realmente espectacular. El rock más emparentado con el country, country acelerado, de "Hearse Drivin Blond" y, más adelante, de "Love Jive", se asemejan a esas canciones que te pudieras encontrar en las gasolineras perdidas de cualquier interestatal americana allá por aquellos tiempos en que cualquier sueño de libertad parecía al alcance de cualquiera.
"Microwave Boogie" es de lo más Faces que te puedas echar a la cara, desde la introducción, y en todo su desarrollo, el influjo del Stewart se hace presente en la desgarrada voz de Chartrand y en ese su particular homenaje al pelo largo y al atractivo sexual. Tan es así que parece una revisión del "Twistin' The Night Away" de Sam Cooke reinterpretado por el escocés. "Twelve Below Zero" ahonda aún más si cabe en esa senda con las notas del piano del sexto hombre, Yanick Berthiaume, en un tiempo medio de libro y una referencia incluso vocal al Ray Davies de los setenta, a ese de las incursiones teatrales de mediados de esa década.
Es obligado, de nuevo, situarse en el contexto musical de aquella época, porque "Worried Man" y "Cat Purse" vuelven a recrear el sentido de las tres notas básicas del genuino Glam rock, ese que hasta hace bien poco defendían bandas como los desparecidos Biters y que estaría más cercano a Bowie que a T. Rex para entendernos. "Booboo" y su predecesora "1003" vuelven a apuntar certeramente a bares con olor a nicotina y con perfume a despreocupación, sentimientos ahora prohibidos y que, inevitablemente, están en el origen de que canciones como estás, que solo aspiran a mover la cabeza y levantar la copa, encuentren ahora su refugio en el underground canalla. Qué cosas, antes eras canalla porque eras underground, y ahora eres underground porque eres canalla. La libertad a través del rock´n´roll.
"Nomadic Steps" es la canción más negra del disco, no ya solo por ese estribillo de vientos souleros extraídos de la Stax, sino por su aproximación al baile desenfrenado y a la invitación a cantarlos a voz en grito. Apabullante por momentos.
Y si de cantar coros se trata, "Bye Bye Little Uptown Girl" se lleva la palma, el R&B más festivo y bailable con el que quizás puedas llegar a ser telonero en la penúltima gira de los Stones a modo de unos renacidos J.Geils Band.
"Tough Luck" es un disco de rock'n'roll, ni más ni menos, de canciones atractivas, bien grabado y bien resuelto, de sudor, de emociones primarias y estimulantes, de bar de carretera, de giras en busca del contacto humano, de macarras de buen corazón, atractivo, festivo, de chicas a las que arrebatarles el corazón, a la antigua usanza, o no, porque... ¿desde cuándo a los sábados por la noche en los bares de barrio se les ha puesto fecha de caducidad?. Que no te engañen con la mascarilla.