Por: Javier Capapé
En tiempos de confinamiento cuesta hacerse a nuevas canciones que consigan dejar poso más allá de propuestas nacidas de la solidaridad de los músicos o intentos de chispas que enciendan algo de pasión en estos días que sobrepasan el concepto de rutina y nos impiden en muchos casos ver la luz. No sé a vosotros, pero en mi caso, en todo este tiempo de confinamiento me ha costado mucho dejarme seducir por nuevas melodías (también es cierto que han sido pocos los lanzamientos de interés) y he terminado recurriendo a aquellas canciones que me hacen sentir vivo, aunque algunas veces duelan. Me ha costado escucharlas como en mi día a día porque ésta no es una situación natural y las canciones cambian de piel y se transforman. Unas veces llegan más adentro de lo que antes habían conseguido y otras pierden el sentido que les habíamos dado pudiendo transformarse en algo que nos puede llegar a provocar repulsa. Cuando toda esta situación cambie de veras y se transforme en una “nueva realidad” quizá las canciones también vuelvan a su estado natural, pero seguro que todas ellas llevarán un nuevo poso a sus espaldas. Es lo que me ha ocurrido con el último disco de The National. Si en su día me conmovió y consiguió que mirara un poco más dentro de mí mismo, su más reciente lanzamiento en forma de reinterpretación en directo del mismo ha hecho mella en mí. Me ha transformado. Me ha hecho caer, llorar, creer de nuevo y tener esperanza. Cierto es que las canciones de la banda de Matt Berninger pueden zarandearnos y provocar estas reacciones en muchos otros momentos, pero escucharlas desde nuestro encierro hace que cobren una nueva dimensión. Y escucharlas en este formato en directo en un lugar tan emblemático como el Beacon Theatre de Nueva York las hace todavía más grandes.
Mike Mills, el mismo director que nos sorprendió con el corto que formó parte de la presentación del disco protagonizado por Alicia Vikander, se pone a los mandos de la dirección artística de este espectáculo sobrio pero poderosísimo a la vez. No necesita más que la disposición de la banda a un lado del escenario y una sección de cuerdas que la acompaña al otro, con una pantalla a modo de telón detrás de ellos que proyecta fondos de color generando ambientes evocadores y que nos retrotraen, gracias también a subrayar algunas frases clave de las canciones, al mismo cortometraje mencionado que daba sentido al disco en sí mismo.
El concierto del 22 de abril de 2019 en el Beacon Theatre newyorkino fue concebido por el grupo de Cincinnati como presentación del disco casi en el mismo momento de su publicación. Interpretaban sus dieciséis canciones, una detrás de la otra y casi en el mismo orden que en el disco original, dotando así a la obra de una entidad única. La banda quedaba retirada a un margen y compartían peso con la ya nombrada sección de cuerdas, con Ravenna Lipchik como primer violín. Contaban además con algunos colaboradores de lujo para la ocasión como Pauline De Lassus, Kate Stables y Julien Baken en los coros, junto a Kyle Resnick, Benjamin Lanz y James McAlister a los vientos, teclados y percusión apoyando al quinteto original. Pero además de estos, en la parte central del concierto concedían toda la importancia al Brooklyn Youth Chorus dirigido por Dianne Menaker situándolos en el mismo centro del escenario y concediéndoles todos los honores, ya que conseguían vestir las canciones que interpretaban con una pátina de pura delicadeza a la par que personalidad firme gracias a sus sutiles arreglos corales sobrecogedores.
Amazon Music se reserva la exclusividad (por el momento) del disfrute de esta pequeña maravilla, lo que nos hace plantearnos las nuevas maneras de consumir música. Los discos físicos empiezan a escasear, los dvd’s musicales, que eran una vía de escape para muchos melómanos, también van quedando de lado, y en contraposición se imponen las plataformas hasta para este tipo de lanzamientos visuales. La verdad es que estaría bien poder disponer de él con una mayor calidad de sonido e imagen porque este tipo de plataformas terminan consumiéndose en pequeño formato perdiendo siempre calidad y primando la inmediatez. Siempre he creído que este tipo de obras son para consumirlas con tiempo, de forma pausada, con mimo, como si asistiéramos realmente a un concierto, y a eso solo se acerca un dvd o blu-ray de calidad con una buena mezcla de audio, y por ahora, en estos formatos, eso no lo tenemos ni de lejos. Aún así “I am easy to find. Live from New York’s Beacon Theatre” se disfruta ampliamente, sobretodo por la calidad de sus canciones, como ya he comentado. No sobra ninguna. La banda las vive y se entrega sin contemplaciones. Desde el temperamental, a la par que sosegado, Matt Berninger a la sólida sección rítmica a cargo de Bryan y Scott Devendorf pasando por los hermanos Dessner, siempre precisos. The National nos trasladan al corazón de estos dieciséis pasajes sonoros que podrían resumir una vida. Y lo hacen desde un teatro impactante, que funciona como un protagonista más del espectáculo. El mismo donde Scorsese inmortalizara a los Rolling Stones en su película “Shine a Light”. El Beacon Theatre, un escenario mítico, donde una banda tan grande como The National es capaz de crecer más si cabe.
Las primeras “You had your soul with you”, “Quiet Light”, “Roman Holiday”, “The Pull of You” y “Hey Rosey” se suceden como en el disco, aderezadas con la omnipresente sección de cuerdas y los coros de Pauline De Lassus y Kate Stables, pero salvo por los detalles del colorido de la escenografía, que opta por los tonos verdes, amarillos y morados, apenas se desmarcan de su versión original. Tampoco nos importa cuando los temas son ya de por sí un regalo. Solo con poder ver cómo son interpretados por sus protagonistas nos conformamos. En “Oblivions” aparece el Brooklyn Youth Chorus, que se quedará para interpretar todos los temas en los que participaron en el disco, consiguiendo además todo el protagonismo en “Her father in the pool”, “Dust swirls in strange light” o “Underwater”, que no habrían podido haber sido interpretados sin su presencia. En otros donde colaboran como “So far so fast” o “Rylan” vuelven a brillan, aunque donde lo hacen con mayor intensidad es en la canción titular, la cual merece un capítulo a parte. “I am easy to find” es quizá la canción más emotiva y con más sentido de este disco y una de las que más luce en este directo. La presencia del Brooklyn Youth Chorus sostiene el tema, la trompeta de Kyle Resnick en la parte final lo adereza y lo lanza más allá, las voces de Pauline De Lassus y Kate Stables sobresalen con maestría y las guitarras de Bryce Dessner se agarran más que en la versión de estudio. Conmueve como ningún otro y, al menos para mí, consigue erizarme la piel y rendirme a sus pies. Y más todavía en estos tiempos donde nuestra casa es casi nuestro único estado, donde somos fáciles de encontrar.
“Hairpin turns” se vuelve más árida perdiendo parte de su facilidad y “Where is her head” trota con ligereza gracias a los coros de Julien Baker. Los colores anaranjados y rosas pálidos de la “pantalla-telón” nos llevan hasta un primer final con la vibrante “Light years”, que mantiene el pulso con su hipnótico piano y deja el escenario vacío antes de volver a atacar con el crescendo final para el que solo han dejado una canción de su último disco, “Not in Kansas”. En ésta vuelven a estar presentes el Brooklyn Youth Chorus (al que el propio Berninger se refiere como la ligadura de todas estas canciones) y la sección de cuerdas que les ha acompañado en todo el primer tramo, pero tras esta canción con aromas countries se despiden de todos ellos dejando solos a la base en vivo de The National para interpretar tres temas más de anteriores discos. Tres clásicos modernos de la banda norteamericana, derrochando toda su energía y provocando desde el primer momento. “The system only dreams in total darkness” ruge con fiereza y hace levantar de sus asientos a todo el teatro hasta estallar en su desgarrador final con la voz de Matt como absoluta protagonista. En “Bloodbuzz Ohio” siguen en su línea ascendente sostenida por unas guitarras vehementes así como por la presencia de los metales de Kyle Resnick y Benjamin Lanz. Y el cierre definitivo llega con el agradecimiento a todos los que colaboraron en el disco que les ha llevado hasta ahí y que se ha convertido en toda una declaración de principios, antes de entonar “Fake Empire”, un tema de su emblemático disco “Boxer”, que redondea con maestría un concierto ajustado en tiempos pero generoso en emociones. Cálido por momentos, provocador en otros, intenso, desgarrado, estremecedor y, ante todo, vital. Una celebración de nuestro lugar en la vida y una reafirmación de nuestro sentido de vivir, que en estos tiempos grises, más que nunca, cala mucho más hondo.