Por: Skar PD
A finales del 2019, sin ningún ruido, de forma casi anónima, se publicó el debut de Stories Of The West o, lo que es lo mismo, de Tim Francis, originario de Minneapolis y con un pasado absolutamente desconocido, más allá de haber tocado en algunas bandas locales más o menos conocidas en su etapa postadolescente, para posteriormente, como la inmensa mayoría, concentrarse en su familia. Una historia mil veces ocurrida hasta que el gusanillo te vuelve a picar y vuelves a retomar la música y sientes la necesidad de exteriorizar la experiencia acumulada y refrenada durante años.
Tocaba el bajo en aquellas bandas y a la vez se centraba en la composición de canciones porque, en sus palabras, "no quería ser el quarterback, disfrutaba siendo parte del equipo". Y, pasado el tiempo, alumbró en diciembre un disco quizás madurado durante muchos años, un disco de esos que nunca te van a estallar en los tímpanos, pero que, paso a paso, canción a canción revitalizan los sonidos que te han acompañado durante mucho tiempo.
El disco está repleto de influencias y "A Thousand Miles", corte inicial del álbum, merecería estar en lo más alto del repertorio de The Jayhawks, de los Jayhawks más inspirados, con un "middle eight" apoyado en unos vientos sublimes por momentos. "You Thought Everything Was Gone" es, digámoslo pronto, una absoluta y desgarradora maravilla. Una de esas baladas a tiempo lento asentada sobre un lecho de cuerdas y cantada desde lo más profundo del corazón. De esas canciones que cuando acaban te dejan una sensación extraña de desolación. Una desolación esperanzadora por otra parte.
El sempiterno country, o alt country por modernizarlo, propio del medio oeste americano tiene su expresión más evidente en temas como "Over And Down" o "So Long", dignas del repertorio de los Long Ryders o de unos Gin Blossoms alegres y optimistas. "Opening Letters" es otra de esas maravillas incrustadas en el disco y es inevitable que los arpegios de la guitarra cabalgando a lomos de un bajo sobrio y efectivo te retrotraigan, incluso por similitud melódica, a canciones tan emblemáticas como "Everybody's Talking" o incluso a "Hello Sunshine", del último Springsteen.
Dice Tim Francis que "el objetivo era hacer un álbum de canciones que tocaran diferentes estilos pero que fueran unificadas por una voz consistente" y a fe que "Just A Matter Of Time" es un reflejo meridiano de esa intención con su pop cristalino de melodía reconocible o el surrealismo lírico de "I Don't Mind", bebiendo de las fuentes de Blues Traveler.
Es un álbum ecléctico sin duda y, por momentos, los profundos acordes y las armonías vocales de "Down To The Real" no te dejan indiferente y el espíritu de unos REM pre-mainstream resultan evidentes para volver a dar la sensación de honestidad, de esa honestidad que se agradece cuando se escucha el estribillo de la canción que cierra el álbum y que le da nombre, esa declaración de principios y de sinceridad que es "Maybe That's Good For You". "No te diré lo que sé, únicamente en una canción, y tal vez eso sea bueno para ti". Pues eso.
No creo que Tim Francis, veterano ya, aspire a convertirse en revelación de nada, pero este su debut discográfico es un disco brutalmente sincero, intimista y optimista. Un álbum que podría parecer la culminación de toda una vida pensando en él o quizás, quien sabe, el inicio de una carrera que, cosas de la independencia, no aspira a nada más y nada menos que a mostrar en público todo el cariño que la buena gente y los buenos músicos son capaz de dar. Ya veremos, su segundo disco está en preparación y con que contenga la misma intención y claridad de ideas que este "Maybe That's Good For You" no defraudará en absoluto a fin de cuentas y en sus propias palabras la música nos mantendrá conectados. Claro que sí.