Por: Saúl Ibáñez
«Saber que nuestra presencia en un lugar tiene carácter político supone a veces asumir las responsabilidades que esa presencia conlleva, creamos o no que debemos asumirlas.»
En una entrevista, Thurston Moore, guitarrista de los desaparecidos Sonic Youth, llegó a afirmar que los discos –por extensión la música– son más importante que la comida. Esto no deja de ser una exageración que queda genial como titular para convocar más visitas, pero no deja de tener algo de razón, porque hay álbumes (aquí como un grupo de canciones o piezas que funcionan juntas más que como el disco físico en sí) que se meten debajo de nuestra piel, que cambian la manera en que vemos el mundo, que conforman nuestra sensibilidad o que, por la razón que sea e independientemente de su calidad u originalidad, llegan a nuestro oídos en el momento preciso para acompañarnos en momentos complicados, para articular lo que sea que nos pase de una forma más llevadera. Y sí, cuando uno se encuentra con uno de esos discos, es posible que se le olvide cenar.
Para el poeta y ensayista musical Hanif Abdurraqib ese disco (seguramente uno de muchos) fue "The Low End Theory" (1991), segundo trabajo del grupo neoyorquino de hip hop A Tribe Called Quest, aunque también podría decirse que fue su continuador, "Midnight Marauders" (1993), quizás los dos. Lo que sí deja más que claro Abdurraqib en su libro es que Tribe fue y es su grupo favorito, lo lleva grabado a fuego, de ahí que se lanzara a escribir un libro que no es un ensayo ni una biografía ni unas memorias pero que tiene un poco de todo eso. Es complicado hablar de algo que llevamos tan adentro, poniéndote también a ti mismo delante del objetivo, y entregar algo que no sea exhibicionismo ni un acto onanista. "Go Ahead In The Rain" lo consigue.
Sus apenas doscientas páginas abarcan todo el recorrido del grupo y de los trabajos en solitario de cada miembro, desde la fundación en Queens a finales de los ochenta, a la sombra de Jungle Brothers y De La Soul (con quienes, entre otros, fundaron el colectivo Native Tongues) hasta la disolución en 1998, incluyendo el agridulce epílogo de 2016: el inesperado "We Got It From Here… Thank You 4 Your Service", marcado por la muerte de Phife Dawg, principal rapero del grupo junto al cerebro ultracontrolador Q-Tip, y la elección como presidente de Donald Trump, la misma semana de su publicación.
Pero el libro no es un mero compendio de hechos y fechas, sino un análisis de lo que Tribe significó para el hip hop: su sonido revolucionario hermanando jazz y rap a través de un uso novedoso y delicado del sampler; su posición política y estilística alejada de la violencia del gansta rap y la ostentación de oro y joyas con la que los medios de comunicación más conservadores de EE. UU. Trataban –y tratan– de desestimar el género; cómo no hicieron caso a la rivalidad entre las dos costas –ahí la portada "Midnight Marauders" es de lo más elocuente–; el trabajo de Q-Tip para leyendas como Mobb Deep o Nas; cómo descubrieron al por entonces desconocido J Dilla; etc. También lo que significaron para el propio Abdurraqib en su formación personal y en la relación con su familia (Tribe era de los pocos grupos de rap que toleraban su padres, tenían un sonido que conectaba pasado y presente).
«Samplear es crear hasta que un juez decide que es robar […].»
Porque A Tribe Called Quest era casi un grupo de jazz, dado que su sonido, al menos hasta que la legislación estadounidense empezó a poner trabas al respecto, se basaba en el encuentro de sonidos de los viejos discos de jazz y funk, procesados por el sampler, con el rap de Phife y Q-Tip. Esto derivó en un sonido tan delicado y depurado que acabó por ejercer una enorme presión sobre la banda cada vez que trabajaban en un nuevo álbum, además de crear una escuela que se perpetúa hasta hoy en día. Mediante la tecnología el grupo estableció un diálogo entre música y generaciones.
«Samplear es crear hasta que un juez decide que es robar […].»
Porque A Tribe Called Quest era casi un grupo de jazz, dado que su sonido, al menos hasta que la legislación estadounidense empezó a poner trabas al respecto, se basaba en el encuentro de sonidos de los viejos discos de jazz y funk, procesados por el sampler, con el rap de Phife y Q-Tip. Esto derivó en un sonido tan delicado y depurado que acabó por ejercer una enorme presión sobre la banda cada vez que trabajaban en un nuevo álbum, además de crear una escuela que se perpetúa hasta hoy en día. Mediante la tecnología el grupo estableció un diálogo entre música y generaciones.
El mismo diálogo, epistolar en este caso, que en algunos capítulos intenta Abdurraqib con los miembros de la banda y algunos de sus familiares. De hecho, todo el libro es un diálogo, un juego de espejos entre la música y lo autobiográfico, entre lo político y lo íntimo, entre el hip hop y la música en general (hay páginas preciosas dedicadas a Otis Redding o a Leonard Cohen), entre lo que esperamos de un grupo (como si de un ser querido se tratase) y lo que este acaba haciendo.
Con un estilo valiente y heterodoxo (afeado a veces por una traducción algo torpe y anquilosada) Abdurraqib consigue enamorarnos, hacernos mirar desde su punto de vista y reconocernos en esa relación tan íntima con A Tribe Called Quest, y recordar de paso algunos de esos sonidos que han llegado a darnos la vida en más de una ocasión.