No vamos a descubrir a estas alturas de la película lo peculiar de la carrera de Víctor Coyote, más que nada porque lleva un buen puñado de años siendo uno de los mejores versos sueltos de nuestro panorama, tanto en su andadura al frente de Los Coyotes como en su singladura en solitario, donde viene regalándonos discos tan maravillosos como éste “Las Comarcales”, en el que una vez más el universo rockero, la música latina y los ritmos caribeños se ponen a nuestro servicio para regalarnos un fenomenal atracón sonoro.
Pero más allá de las referencias sonoras, que el propio Víctor se encarga de dejar claras junto a la información con que nos llega el disco, brillante e interesante maniobra, todo sea dicho, que nos muestra los infinitos caminos e influencias que se mezclan en este minutaje, personalmente destacaría las formas interpretativas del maestro de Tui, que van del cinismo vocal hasta la honestidad absoluta, por no hablar de unos textos que suenan a medicina del alma y a reivindicación festiva de ciertos males, visibles a ojos del pueblo llano, pero no así en ocasiones a la clase política, que aquí quedan convertidos en auténticos caramelos envenenados.
El recorrido es disfrutable en cada uno de los parajes de estas carreteras secundarias, pero por encima de todo resaltaremos cortes como “Cumbia de Milagro”, acercamiento al homónimo género, minimalista en instrumentación y cruda en sus fraseos, relato individual y colectivo de la desesperanza de un pueblo, de la ausencia de alma y de la andanza por el desierto que esto conlleva, “A Pena Do Home Necio” una composición con aires de son, que se van convirtiendo en un blues arrastrado “falado en galego”, arrastrando al rock fronterizo de “La Maravilla”, donde aterra escucharle cantar “la bestia que nos acecha puede matarnos, despedazarnos, sin tanto hablar”, en un tonada desenfadada en su melodía y los aires a calypso de “Trina Trinidad”, con ese aire marcial y sus guitarras amables.
Hiela el alma el comienzo la letra de “Es Tarde”, donde Víctor hace suyas reflexiones y miedos sobre el paso del tiempo y cómo nos afecta, “Santa Crú”, con esos aires vacilones, que unidos a los manierismos con claras referencias al sonido Caño Roto la hacen pura delicia, algo que también es asimilable a “Soy un Trabajador, Soy un Autónomo, Soy un Artista”, con un texto refinado, escrito en primerísima persona y con pellizquito más colleja a los políticos, en las que el Coyote hace una fotografía de lo que es la música y los directos de todos aquellos currelas del mundo de farándula alejados de las grandes audiencias, y “Nadie se va a Quejar”, para cuyos retazos y verdad sinceramente me quedo sin palabras, por no citar ese final, dramático y denso, con sabor a final que supone la titular, “Las Comarcales”, con esa cadencia a vals oscuro que en la interpretación le acerca sorprendentemente al Víctor Manuel de “Asturias”.
Me gusta imaginar al bueno de Víctor Coyote guitarra en mano, observando las maldades del día a día, componiendo desde su refugio en Madrid, con la mente puesta en su Galicia natal, donde nace la retranca, y buscando la fórmula para arrastrar una vez más hacia el rock, lo más interesante de la cultura latina como, por otra parte, lleva haciendo tanto tiempo, pero entienda el lector, no por repetir fórmula deja de ser llamativa.
En esa encrucijada el viejo zorro del blues le susurra maldades, los fantasmas rockeros de Buddy Holly y Ritchie Valens le sonríen juguetones, y él vuelve a encontrarse como pez latino entre las aguas del Golfo de México, el Caribe y el Atlántico Sur, en unas “Comarcales” que más bien deberían ser “Capitales”, como lo es su historia y su propuesta, sobre todo frente a la tesitura de los simples parámetros de nuestro rock. Que aguante muchos años el Coyote en su Abundancia, porque de los correcaminos simplones cada día está uno más cansado.